viernes, 30 de noviembre de 2012

ACLARACIÓN de urgencia para un b'aktun

Sí por casualidad has pensado en ponerte hasta las chanclas la noche del 21 de diciembre, mientras bebés todo un arsenal de botellas o vasos plásticos al ritmo de La Macarena, y todos tus amigos te sirven mezclas exageradas de tequila y fumás todos los cigarros que jamás fumaste, irremediablemente, hasta caer en un trance ensordecedor de humo, luces y borrachera.

Sí por casualidad has pensado en refugiarte con rezos insistentes, frente a un altar de un templo católico, presbiteriano, evangélico, o en un bosque de pinos, lejos de toda la civilización, pensando que la distancia y la soledad, quizá, te protejan del "Fin del Mundo", ese que la televisión y los programas sensacionalistas tanto publicitan a diario.

Sí por casualidad has pensado en lanzarte de un puente, cortarte las venas, vaciar el botiquín de emergencia de tu casa con una ingesta diabólica, o has planeado, con tus cuates, un suicidio colectivo después de una orgía memorable para esa noche tan especial que los Mayas describían en el Popol Wuj como el final de la era del maíz y el inicio de una renovación constante, y erótica y hedonista y honesta.


Sí por casualidad has pensado en todo esto, o en otras ideas más descabelladas o cursis o fatalistas. No lo hagás. Es en serio. No es broma.


Esa noche, encerrate en donde más te plazca. Prendele fuego a todos tus odios y malas costumbres. Agarrá un libro, comé chocolate y/o acariciá a tu pareja –puede ser tu mascota–. Después de eso, pensá en todo lo que tenés que mejorar de vos mismo y sonreí.

Sonreí hasta que te duela el rostro de felicidad y llanto. Prometete dar lo mejor de vos para tu país, tu equipo, tu familia o tus amigos. Pero hacelo en serio, no te des pajas.


Eso. Eso es el verdadero fin y principio del mundo: Vos mismo.


Lo demás, no importa. Son puros cuentos.





Publicado en Fash GT.

viernes, 23 de noviembre de 2012

ÚLTIMOS DESEOS antes del fin del mundo





Dentro de un mes todos estaremos chamuscados, fritos como Pollo Pinulito y tostados hasta el corazón como anticuchos peruanos. El asteroide homicida que dijeron los escépticos, la luz apocalíptica de la que hablaron los extremistas religiosos, el cambio de era de los más espirituales, el terremoto masivo de los geólogos contemplativos, el cambio climático de los científicos proféticos, con sus olas eternas y gigantes, o la venida del Anticristo con sus caballos y trompetas según los dogmáticos; nos habrán dejado con los colochos hechos y las ganas de hacer muchísimas cosas que siempre nos prometimos y nunca hicimos. ¡Pinches Mayas, yo que quería publicar a Eduardo JuárezManuel Tzoc en Vueltegato Editores para el 2013!
Por eso mismo, al mejor estilo budista zen contemporáneo, hay que desapegarse de cuanta basura nos esté estorbando y de cuanto bien material no nos esté dejando ser felices y libres. La idea es sencilla. El día a día nos aturde con sus devaluaciones, decisiones, tormentos, deudas, horarios, marido, esposa, amante, vecinos, noticias, Emetra, Otto Pérez, pésimos locutores argentinos, chismes de barrio, precio de la gasolina, la guerra entre Palestina e Israel, el frío de noviembre, etcétera, etcétera, etcétera. De eso no hay duda. Vivir es cansado y jodido. Aburre, pues, dirán los menos optimistas.
Pero piénselo bien. ¿Qué haría usted si le dicen que tiene menos de 30 días de vida, 28 para ser más exactos, porque la humanidad va a colapsar como una bola de papel yéndose por el inodoro? ¿Qué haría? En verdad, ¿a dónde se iría?, ¿renunciaría al trabajo?, ¿besaría a su prima?, ¿asaltaría un banco?, ¿incendiaría la Muni? Piénselo bien. Respire profundo y piense detenidamente:

¡¿Qué carajos haré en mis últimos 28 días de vida?!
Tome decisiones. Haga números. Escriba un inventario. Decida lo que se le antoje. Piense en sus hijos -si los tiene- o en su mascota. Piense en sus familiares que viven lejos. Piense en la mujer o el hombre con quien siempre quiso algo. Piense en el carro o el viaje de sus sueños. Piense cuánto dinero tiene en el banco. Analice la situación con su pareja o su trabajo. Analice la situación legal en la que está involucrado. Piense detenidamente, qué es lo que siempre ha querido y nunca ha obtenido. También medite sobre sus obligaciones, si las tiene, y piense si valen la pena o no, porque el mundo se va a acabar así como película de Hollywood. Ya no hay vuelta atrás. La esperanza de que un planeta superhéroe nos salve, es nula e idiota de tan sólo pensarla. La Tierra, Gea, Casa, Madre Tierra, nuestro planetita del Sistema Solar o como diablos le quiera llamar, se va a derretir o desaparecer o entrar en un agujero negro en lo más recóndito del Universo hasta que... ¡KAPUT!
De eso no hay duda. Usted tiene 28 días y una hoja en blanco para decidir qué quiere con sus últimos días de vida. Es como una desintoxicación de lo que siempre ha vivido y siempre ha tenido. Usted tiene 28 días para empezar de cero y vivir al máximo o sencillamente sentarse a esperar a que le jalen las canillas. El conteo empieza hoy. Cambie su vida, o al menos los últimos 28 días de su vida, drásticamente.
En mi caso, ahora que lo pienso bien, me gustaría hacer muchísimas cosas, pero no le quiero abrir mi corazón a usted, que es un extraño y lo conozco muy poco. Entonces sólo le dejo algunos ejemplos para que se inspire y haga su lista personal. Algo sí le pido, no exagere, sea honesto con sus deseos. Pedir que un Policía de Emetra razone, después de haberle puesto un cepo por bajarse a hacer cualquier cosa por 5 minutos, es imposible. Hay cosas que nunca cambian y pedirle lógica a un Emetro, es algo imposible.

Pero bueno, estos son mis ejemplos.
1. Primero, llamaría a Morel o a Osmara para que me tatúen la espalda y brazos en una sesión intensa de un día. No toda la espalda, ni todos los brazos, claro, sólo algunos tatuajes específicos que siempre he querido.

2. Después de estar pimpeado, iría a un banco a pedir un préstamo enorme (que nunca pagaré, claro), para irme a viajar por Oceanía, Nepal, Japón, República Checa, India, Grecia, Hawaii, Perú, Brasil, Colombia, Bélgica y todos esos lugares que no conozco. El viaje tendría que ser de 20 días, porque no me quiero pasar de avión en avión mis últimas horas. Que el banco no me de el préstamo, no es opción, pero bueno, siempre hay Plan B: Anarquía.
3. Ya con 21 días gastados, robaría una Range Rover de algún concesionario y la llenaría de vinos, quesos, panes con especias, embutidos finos, cervezas alemanas, drogas de diseño, cuchillos, tablas, estufa portátil y  telescopio. Manejaría rumbo al Lago de AtitlánLaguna Lachuá o Laguna de Yaxhá, a pasar 4 días solo (aunque acompañado sería mejor) para ver las estrellas y dormir sin soñar con trabajo, ciudad, ruido, obligaciones. El  viaje me duraría 4 días, no más. Quedarme allá es una opción. Llevarme a Faso, el huskie de mi familia, también es opción, aunque no quiero estresarme cuidando perros.

4. Si regreso a la ciudad, convocaría a mis amigos más anarquistas por medio del Facebook e incendiaría junto con ellos los edificios públicos del Centro Cívico (en especial el de la Muni, con algunos funcionarios y diputados dentro) y algunos árboles que están frente a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, para que la fogarada sea sublime y nos calentemos todos juntos, así invitamos a vagabundos que viven en la calle y no sufrimos de frío. Luego subiría a la terraza del hermoso Teatro Nacional y amplificaría, con un equipo de bocinas para conciertos masivos (patrocinado por Farnes, de Bad Attittude), la música que más me gusta para que se escuche desde cualquier rincón del centro. Invitar a bandas a que toquen en la terraza, también es una opción. La logística estaría a cargo de Jorge Rodas, de CREA, y las tres bandas nacionales que pediría como requisito son: La Tona (con Alexis, claro), Tiananmen (para que toquen The Cure) y El Gordo (pero con banda).

5. El último día, 21 de diciembre, la pasaría con mi familia e invitaría a algunos amigos a cenar (Ana, Javier, Pablo, Ana, Juan Pablo, Marré, Leslie, Eva, Nella, Fede, Juevez, Toro, Pedro, Paco, Titi, Guicho y otros). Les cocinaría algo especial y pondría música de Alex Hentze para ambientar, mientras bebemos vino (drunk texting y drunk dialing son opciones necesarias, luego de algunas copas). Después chatearía con mis amigos: Salvador Luis, Daniela Camacho y Luis Cháves que viven en otros países, y nos reiríamos de algunos chismes literarios. Después de un rato, encendería el televisor para ver las noticias del fin del mundo, y sería un gustazo encontrarme con las curvas de Marisol Padilla, la presentadora del clima de Guatevisión, hablando de que se esperan fuertes vientos del norte para la noche de mañana, viernes 22, y días calurosos para el resto del fin de semana.


jueves, 15 de noviembre de 2012

TRES COLORES, cuatro techos y mucha poesía

FOTO: Algunos cuadros de Francisco Tún
La primera vez que escuché hablar de Francisco Tún, fue en una galería de arte que quedaba en zona 10, junto a un minimercado de verduras y vinos italianos, hace más de quince años. Lo recuerdo bien, porque ahora que lo pienso, hubiera sido tan fácil regresar a casa ése día y encender la computadora, abrir el explorador y googlearlo como lo hubiera hecho si hubiese sido anoche. De haberlo hecho, seguramente me hubiera encontrado con muy poca información o casi nada, ninguna imagen, ningún hipertexto. Nada. Para esos años, la Internet (esta enciclopedia infinito-universal) era algo todavía misterioso y no muchos teníamos acceso a ella. Era como un juguete caro, que no encontrabas en cualquier parte. Ahora cualquiera puede buscar las palabras "oxímoron" o "isodinamia", y saber que son figuras literarias que comúnmente usamos al hablar sin darnos cuenta.



Pero bueno, a lo que iba es que desde la primera vez que escuché el nombre Francisco Tún, sencillamente me atrajo. No sé si fue el apellido onomatopéyico o si fue lo que me dijeron sobre él: "Sí a vos te gusta Miró, de seguro te va a gustar Tún". La verdad no lo sé, pero la comparación, ahora que lo pienso, me parece inútil. Joan Miró, ése pintor catalán que pintaba de una manera infantil y luminosa, con figuras surreales y oníricamente fabulosas, está muy lejos de la oscuridad y mística "extraña" que rodea a Francisco Tún, quien por muchísimo tiempo pasó olvidado hasta hace poco, que volvió para quedarse dentro del imaginario colectivo de artistas contemporáneos, quienes, hasta hace algunos meses, no tenían ni idea que existía un pintor de este calibre.

Eso me hace recordar las pláticas que tuve con Martha de Palmieri (QEPD). Una mujer ya mayor que coleccionaba arte, con quien nos reunimos varias veces a tomar café y a conversar sobre literatura y sus exhuberantes pinturas: Elmar Rojas, Efraín Recinos, Rodolfo Abularach, Ramón Banús, Roberto Cabrera, nada menos. Ella me platicó sobre Francisco, e inclusive me contó que varias veces le dio posada en su casa. La señora -de una educación privilegiada y un gusto bárbaro-, me contó entre otras cosas que a Tún le gustaba tomar y que la pintura era su necesidad primaria de sobrevivencia (pintaba rótulos y casas). Todas esas pláticas me dejaron siempre con la intención de saber más de Tún. Era como una nube mística que todo lo rodeaba. De vez en cuando, solía toparme con algún cuadro en la casa de algún coleccionista o amigo. Yo respiraba profundo y me dejaba ir, siempre con el anhelo de entrar a una galería y que ésta, estuviera llena de sus techos, puertas, caminos, personitas, ventanas, barrotes, barrancos.



Así pasó más de una década y hasta hace alrededor de un año, el fabuloso Proyectos Ultravioleta, organizó un muestra minúscula de su obra. La mayoría de cuadros pertenecían a colecciones privadas, lo que la hizo más selecta. Esto me pareció un intento fascinante por acercarlo al colectivo contempo. Luego de esta exposición, la mayoría de jóvenes, hipsters e hibrids (el término es mío), aceptaron a Francisco Tún dentro de su idiolecto cotidiano, lo cual, a mi criterio, me pareció un gran paso para ganar más adeptos a este fabuloso universo, naif, para algunos, primitivista para otros. Poesía pictórica, para mí.


Hace más de un mes, mi querida amiga y gestora cultural: Itziar Sagone, me envió una invitación para asistir a la inauguración de una nueva exposición. Para mi sorpresa, una retrospectiva de Tún, en colaboración con Adrián Lorenzana y Willy Monsanto, quienes hicieron un trabajo excepcional que esperamos lleve a Tún a otro nivel, internacional en todo caso. La emoción por la muestra me empezó a poner ansioso. Pasé varias noches soñando con los pocos cuadros que había visto de su obra y hasta me dieron ganas de pintar. No lo hice. Al final llegó el día, y como feligreses ante su templo o poseídos por una fuerza diabólica, fuimos a ver la exposición junto al querido Javier Payeras.

Llegamos y nos inundamos de poesía: 82 obras de todas las dimensiones y colores y épocas y colecciones de Francisco. Yo estaba paralizado. No me podía mover. Me gustó tanto adentrarme en ese universo, que fui a verla cinco veces. Inclusive invité a mis alumnos del taller literario para que hilvanaran historias de las pinturas que quisieran, porque eso es Tún: una historia en cada cuadro.

Yo hilvané un poema, de manera automática, casi un cadáver exquisito. Se los comparto:


un universo color amarillo
que es casa y es camino
se irrumpe frente a mi sueño
crucial maremoto en desfiladero
donde el alivio es fiel morada
tibia nube color granito

quiero descansar de tanto olvido
quiero olvidar que nada soy y nada tengo

quiero sólo quiero

esta noche me adelanto a tu risa de cíclope
me dejo caer ante un abismo roto
la vida es un asalto en caída libre
que nos deja con las manos vacías
la vida es un temblor de piedras
la vida es un tiritar de sombras
detrás de estas rejas
la muerte mira con sus ojos grandes

no quiero pensar en moléculas de aire
sólo quiero un color y una dulce tisana
para adormecer el viento



(Gracias Willy de Galería El Ático, por la fabulosa visita guíada y gracias a Adrián de Artecentro, por la museografía tan fabulosamente construida. Muchas gracias por abrirnos las puertas a este universo de uno de los genios del arte guatemalteco)


jueves, 8 de noviembre de 2012

LA LUNA no es la misma dos veces

Días de Luna (Metáfora Editores, 2012)
Quién no se haya inspirado con la luna, no es un verdadero artista. Escuché alguna vez decir, a un ochentón de nombre Mario Monteforte Toledo, con quien conversábamos sobre libros y otras tantas cosas antes de que se despidiera de esta vida. Bajo esa premisa, Don Mario me presentó algunos de los más brillantes poemas de la Literatura Universal, entre ellos algunos de Baudelaire y Mallarmé, aquellos dos fascinadores franceses de "la escritura al aire libre" y el "estruendo maldito". También me presentó algunos textos de Borges y Huidobro, que enmarañaban versos titilantes sobre nuestro satélite incandescente, aún no alunizado para ese entonces. Después de varias leídas no me quedó más duda, que la luna ha sido un inspirador natural y constante a lo largo de los siglos. Ya Alan Parson nos lo dejó muy claro con aquél famoso disco de Pink Floyd. Y así Bethoveen, R.E.M., Smashing Pumpkins, Elvis Presley, Frank Sinatra, Julio Verne, Joan Miró, Stanley Kubrick, George Méliès y por supuesto, Los Mayas.
Pero, ¿qué tienen en común Paco Pérez el compositor de la famosísima Luna de Xelajú– y Edgar García –autor del libro Días de Luna, publicado recientemente por Metáfora Editores–, además de mencionar a la luna en sus textos? A ver, ambos son de Quetzaltenango y son dos irremediables enamorados que les gusta dejar registro de su vida amorosa en sus creaciones. De eso no hay duda. Pero hay mucho más. Por un lado, tenemos a un compositor musical y por el otro, a un arquitecto que escribe poesía. Creo que las tres son estructuras que se erigen desde cero, me refiero a la melodía, al edificio y al poema. En eso estamos claros. Pero además, encontré otros nexos que nos conectan a todos. Eso es lo fascinante de la literatura, sobre todo la contemporánea.

En sí, adentrarme en este libro fabuloso (que se presentó durante el VIII Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango el pasado agosto, junto a una veintena de poetas de diferentes países de Latinoamérica), ha sido una experiencia muy recomendable. El libro se lo leen y releen en menos de una hora, acompañados de un chocolate, por supuesto. Yo lo he leído varias veces y previamente, ya había escrito unos apuntes, pero los había perdido entre archivos y meses agitados. Aquí escribí algo breve, para que busquen el libro, lo compren, lo lean y se recuesten al aire libre a aprovechar los cielos despejados de noviembre. Y si pueden viajar a Xela, mejor, así le piden una firma al autor, que además tiene una cantina de nombre La Cruda en las afueras de la ciudad, y de paso, se toman unas Quetzaltecas con tamarindo en este nuevo antro cultural. Pero lleven monedas, porque hay rocola.


Vamos al libro.


Días de Luna nos sitúa, desde las primeras páginas, frente a un lector empedernido que cita a Roberto Bolaño (el novelista y poeta chileno que tanto nos gusta) y Vania Vargas (otra quetzalteca con literatura muy buena), además, de un excelente prólogo escrito por la mexicana, además poeta y editora multilingüe, Daniela Camacho. Luego de pasar estos trámites necesarios, nos sitúa ante las fases de la luna, el autor decide abrir el libro con Cuarto Creciente, simulando el crecimiento de la luna ante nuestros ojos. Después, nos lleva de la mano por la Xela que el autor conoce de memoria: la de las cantinas, los bares, las rocolas, los bailes, los parques, el frío, las madrugadas, los sueños, las promesas, los abrazos, las despedidas. Eso, las despedidas, aquí me detengo.

Ese, precisamente ése, es el factor común que tenemos todos con la luna. Ya que e
sta representa la añoranza, el deseo de conquista, la lejanía, la otredad, el anhelo, la separación, la oscuridad, la luminosidad, el reflejo constante, la vacilación frente a lo ajeno, el transcurrir del tiempo. En sí, la memoria.

Así, Edgar nos propone una nueva aventura poética, a través de poemas tibiamente construidos a manera de sonatas y melodías personales, de manera breve, sin estrafalarios adjetivos ni retóricas desmesuradas. En cada página nos adentra en su universo personal, del que poco a poco se va despojando y asimilando a través del recuerdo. Cada poema es una súplica inminente, un palpitar de un corazón melancólico, un souvenir con dedicatoria profética y una vertiente fantástica, por la que la luz de la luna avanza a través de las palabras, que son barcos y también aviones volando sobre Centro América. Sin lugar a dudas, un libro escrito desde el corazón y con la certeza de que el lenguaje común, ése que usamos a diario, es una excusa perfecta para nombrar lo que anhelamos y no tenemos frente a nuestros ojos: el amante, el mar o la luna.

En sí, un libro hermoso, escrito para lectores que les gusta pasearse bajo la luz de la luna mientras el tiempo pasa y la vida nos da sorpresas.


Acá les copio dos poemas:


LA CONQUISTA DE LA LUNA


Días bajo cero
a veces habla el viento
tuvimos derrotas y conquistas
el vértigo de la victoria
todo me llevó al desencanto
hay poemas a medias
al igual que esta historia



LEJOS


En el lugar donde estoy
la gente no es sencilla
llueve y no es un milagro

nadie conoce el asombro como yo
esta ciudad no tiene mar
ni amor
ni vida
ni nada
algo no corresponde con la realidad



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Días de Luna
Edgar García
54 pags, Metáfora Editores, 2012
ISBN: 978-9929-40-224-9