viernes, 31 de enero de 2014

POLAROIDS MUSICALES: Tres joyas pal calorcito

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 31 de enero del 2014.
Reeditada




ALEX HENTZE:
ELECTRÓNICA DE UN GENIO

Conozco a dos genios de la música guatemalteca: Joaquín Orellana y Alex Hentze. El primero, es un señorón tremendo lleno de mística, carisma y talento. Una especie de galaxia musical infinita que verborrea sinalefas y bemoles a su antojo. Joaquín, ese faro o «El Maestro», ha transfigurado la música en hermosas unidades de conocimiento, y eso, es solo una minúscula parte de su genialidad y poética añadida. Además, le encanta el tango (la composición sin fronteras), la instrumentación (compulsión obsesiva perfeccionista) y la literatura argentina (Sábato, Arlt, Borges).

El segundo es Alex. Así nomás. Sin mucha presentación, y no por menos.

Su música es el Samsara de la electrónica guatemalteca. Una especie de estallido armónico, milimétrico y contemplativo; que en sus dos discos («Photon Belt», 2011 y «Simetría de sosiego», 2011) nos lo deja muy claro, como nadie lo había hecho en la producción electrónica de la escena regional centroamericana, de por lo menos: TODA LA HISTORIA DE LA MÚSICA ELECTRÓNICA CENTROAMERICANA.

Pero bueno, mejor hablemos de su música.

Cada una de estas veintisiete pistas (dos discos) son el retrato de una contracción musical (corazón = sensibilidad) que nos lleva de la mano desde la melancolía más intrínseca (soledad) hasta la euforia más visceral y espontánea (fiesta). Todo en su música es una matemática de orígenes y pulsiones sensoriales. Una abstracción muy al estilo de Tycho, Gas o Bibio, pero a su manera. Su música está diseñada para un viaje profundo. Hablo de un viaje introspectivo (cama–audífonos) hasta un viaje colectivo (escenario–muchedumbre) o cualquier  viaje que quieran “darse”, pero mejor si se lo dan con: Ayahuasca, Vibrant sun, El ánima confusa, Planing, Bokeh Smile, I don’t care, Watercolors, Young again y sobre todo Bolero).
La cosa, es que nada en Alex, digo, en su música, es para menospreciar lo electrónico y lo salvajemente construido desde la intimidad del software. Por eso disfruten su genio y su humildad, quiero decir, su encanto sonoro. Al final de todas las interpretaciones y premisas, Alex, sin tanta “paja”, es un regalo sonoro del que hay que regocijarse, “tripear”, y del que hay que enrolarse en una estimulación sónica, delicada y profunda. Un avant-garde para este territorio tropical. Un lujo de fineza. Y siempre, claro, algo más… porque su música es un círculo que no termina nunca. Qué dicha.

BONUS: Por cierto, Alex está en Guatemala y se presentará en el SMA 2014 (esa semana tan querida y esperada que organiza CubeRec desde hace algunos años). Además, toca con HOKUSAI, FRAAEK y MOZ, tres proyectos a los que no hay que perderles la pista.



CHROMATICS:
SINTETIZADORES PARA LA MELANCOLÍA


Chromatics es una de esas bandas que no muchos conocemos, pero que resultan reventar, en cada disco, una especie de sorpresa inesperada y llena de cúspides envolventes. Sus primeros dos discos están llenos de un punk brusco, pero en sus dos siguientes discos (pura sospecha) han encontrado una fórmula mucho más digerible: Hot Chip, Dido, The xx.

«Kill for love» del 2012, nos remite a un synthpop nada complicado. Eso sí, hilvanado con una musculatura de Bauhaus, New Order y Alphaville para ponernos honestos, quiero decir, obvios. Desde las primeras canciones uno se da cuenta (Back from the grave, The page, Lady y These streets will never look the same). La voz, siempre sutil y glamorosa (tipo pasarela) o con efectos, pero que apunta al lado lumínico de los acordes más oscuros de la querida Siouxsie Sioux, y también, porque no, a Ida No. Pero bueno, cuando se escucha con filin, todo lo demás es puro deleite, pura melancolía disfrazada de felicidad ridícula. Y no es para menos, al contrario, cada armonía está inflada en dulzura y sutileza. Muy a lo Wild Nothing o Phoenix, pero sin ese eco mediático que arruina ciertas cosas.

En sí, «Kill for love» y sus diecisiete rolas está hecho para un viaje semicorto, algo livianito pero con calorcito. Aclarando: música para carretera en la que el paisaje no interfiere con los beats, pero tampoco –y en esto sí soy testarudo–, la música es todo el viaje. Pero se disfruta.



KURT VILE:
UN RECUERDITO FOLK Y HIPPIE

Con un puñado de discos en solitario, y un par de trabajos más con su banda The War of Drugs, Kurt Vile presentó su disco «Wakin on a pretty daze» el año pasado y no estuvo nada mal. Nadita mal.

Desde su lanzamiento, el disquito resultó algo curiosamente bien hecho. Digo, atreverse a hacer folk a estas alturas, y que además, tenga muchos parentescos a Bob Dylan, Neil Young o hasta Elliott Smith, merece muchísimo coraje, rigor, rabia, furia y respeto. Sobre todo en una era dominada por la producción casera–electrónica, donde la música se entusiasma por una minimilazación de los recursos, los beats, la armonía y la retórica escrita. El mejor ejemplo es «Random Access Memories» de ya sabemos quienes. Pero bueno, acá Kurt Vile se luce con letras claras y sonidos nada constipados de osadía. Quiero decir, es un disco tipo Bruce Springsteen pero aún así, más folketo y trazado en una ideografía de historia no tan Lou Reed. No por eso malo, al contrario, estas once rolas largas amarran un disco que “se suelta” de a poquitos (sobre todo en la primera mitad) y que después van delirando por la carencia de contexto.

Por eso vale la pena meterlo al pleylist y dejarlo fluir. Se los digo en serio. Es un disco suavecito. Rico. Bien ambientado. Por momentos cae, se hunde en depresión pero se levanta; y en su incandescencia por almacenar letras honestas y acordes discretos, todo va haciendo sentido mientras avanza poco a poco. En sí, es un disco para escucharlo de corrido. Me refiero a un viaje corto. Algo que no requiera mucho esfuerzo.

Es bonita cosa, pero no tanto y tampoco tan poco. Quiero decir, un buen estímulo, una buena calada de cigarro y listo, ya acabó. Perfecto para correr en la colonia o en el condominio. Porque esa Filadelfia, la de Kurt Vile, es una burbuja amurallada que poco a poco se encierra y no llega a los suburbios de Arcade Fire, por ejemplo; para ser más obvio y honesto.

viernes, 17 de enero de 2014

POLAROIDS MUSICALES: La Tona

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 17 de enero del 2014.
Reeditada




Apuntes sobre un concierto de La Tona


A lo largo de la historia del rock nacional, hay una sola arista, un engranaje primario en donde la poesía y la música se aproximan hasta diluirse en un mar de melenas, grunge-punk, estridencia y batacazos. Esa arista es La Tona, y nada más que La Tona (los queridos Neco, Alexis, Mario y Germánico). Pero, ¿qué más añadir a un concierto que ya fue reseñado y documentado por medios y redes sociales en vastas galerías de fotos y previsores canales de videos que atesoran la memoria? ¿Qué adjetivos añadirle, a este ritual de inmersión, en el que muchos nos adentramos sin precaución ni olvido? ¿Qué más decir? ¿Qué anécdotas contar, qué crónicas, qué poemas, qué reseñas? ¿Con qué palabras retener la atención del lector y condecorarlo, en todo caso, con un halo místico y sonoro? ¿Con qué símbolos lingüísticos y qué figuras retóricas avanzar hacia el trance melódico?

La vedad, no lo sé. Las imágenes hablan por sí solas, y todo lo queda es silencio, sí, eso que invade las ranuras de la memoria irrebatible, eso que vuelve y nos abandona tiernamente con sus tentáculos seductores y distantes. Eso, justamente es lo indescifrable. Lo sensorial. Lo intuitivo. Ese silencio de la «poesía etérea», como diría el buen Simón a medio concierto y a mediados de los noventa. Poesía obstinada, que solamente aquí, y ahora, en este presente lleno de tinieblas, nos remite al poder que tiene la palabra como herramienta y sinalefa. Es decir: de unión, de vínculo, de amalgama con lo más brillante de nuestra existencia: el arte.


Pero, ¿y el concierto? Lleno de adjetivos. Buenos y mejores. Más de dos horas de rebelión y taquicardia y alboroto. Consignas, recuerdos, pura energía y frío solapado con cervezas de por medio. Tres generaciones reunidas en una danza espeluznante contra la marea de la indiferencia y los sinsabores cotidianos. Sí, tres generaciones: Los viejos, los nuevos, los más nuevos. ¿Y las canciones? Las de siempre. Las coreadas. Las meticulosas. Las ansiadas. Las enérgicas. ¿El lugar? Una catedral abarrotada de «camisetas negras» y otros percances fuera de lugar, arritmia y contratiempo. Una amontonazón, en todo caso, rebotando con furia y al unísono, como saltamontes eléctricos en una canción de Sex Pistols o The Misfits. ¿Y el público? Conciso. Estridente. Macizo. Nada reticente y fuera de este mundo. ¿El sonido? Particular y potente. ¿Los precios? Los justos. Los irrebatibles. ¿Y el after? Inevitable.





A lxs que fueron y no fueron: Disfruten las imágenes de Esquisses (Neco leyendo), que son mucho mejores que las mías (collage con amigos).

A lxs que disfrutamos de ese concierto memorable, acá mis últimas palabras para describirlo. Seis, para ser breve: «Una ceremonia. Un ritual. Un alarido». Sí, un ritual entre amigos, pero con harto público de fondo.



viernes, 10 de enero de 2014

2013 EN DISCOS

La lista de discos que salieron en el 2013 es enorme, enormísima, inaudible (como sucede cada año); y hacer un listado con los «mejores» discos es, en todo caso, algo imposible, sufrido y milimétrico, sobre todo por las largas horas de oído crítico y lo más importante: la disposición sonora.

Pero bueno, a pesar de eso –como en años anteriores– me atreví a enlistar mis discos favoritos. Sí, 50 discos (divididos en dos partes). Esto, con el único propósito de explorar a través de cada disco escuchado y vivido. Hablo de esos rasgos ineludibles que te golpean cuando escuchás un disco completo una y otra vez: las capas, la armonía, el ritmo, las texturas, la melodía y todas sus delicias sonoras. La idea es sencilla: trazar una opinión personal que pueda hilvanarse con otras opiniones. Subjetividad musical, como se lee, pero asimilada desde una apreciación musical y un criterio subjetivo, intimista, más que generalizado, rígido y dogmático Además, compartir música nueva. Que siempre cae rico.


Dicho esto, me alegra saber que muchos de ustedes me acompañaron durante el 2013 en este espacio donde hubo crónica, reseña y uno que otro experimento narrativo sobre música. Y claro, también regalos y descubrimientos como Wild Nothing, Jenny Hval, John Grant, Iceage, Phosphorescent, OMD, Junip y muchos más por parte de ustedes. Gracias.


Pero bueno, me voy directo al tema del TOP 50.

Para empezar, enlisté 25 discos (sin orden) que me parecieron muy buenos y recomendables para el oído dispuesto, sobre todo por su amplitud y su generosidad sonora. Además, por su engase melódico, su minuciosidad y su composición por encima de géneros como el reguetón y la bachata. Todos los discos son muy buenos (individualmente y en contexto). No los puedo poner en orden de preferencia, porque me resulta muy difícil, pero se los dejo agrupados en una sola lista. Luego de esto, mi TOP 25 con algunas anotaciones (nuevas y anteriores). Estos sí, en orden descendente. Es decir, del #25 al #1.


¿Qué más decir? Sólo las palabras del Príncipe de la canción: «Ya lo pasado, pasado. No me interesa». Así que adiós, 2013. Y bienvenida seas, furia melódica del 2014.















YO LA TENGO: Fade
MGMT: MGMT
JUNIP: Junip
DISCLOSURE: Settle
QUIQUE GONZÁLEZ: Delantera mítica
THUNDERCAT: Apocalypse
SIGUR ROS: Kveikur
WASHED OUT: Paracosm
BOARDS OF CANADA: 
Tomorrow's Harvest
MALA RODRÍGUEZ: Bruja
THE SUICIDE OF WESTERN CULTURE: Hope only brings pain
CUT COPY: Free your mind
OMD: English electric
YEAH YEAH YEAHS: Mosquito
DEPECHE MODE: Delta Machine
CHVRCHES: The bones of what you believe
MANIC STREET PREACHERS: Rewind the film
PHOSPHORESCENT: Muchacho
SUEDE: Bloodsports
NIN: Hesitation marks
ONEOHTRIX POINT NEVER: R Plus Seven
QUEENS OF THE STONE AGE: ...like clockwork
VAMPIRE WEEKEND: Modern vampires of the weekend
NICK CAVE AND THE BAD SEEDS: Push the sky away
MY BLOODY VALENTINE: mbv




25. JENNY HVAL: Innocence is kinky

Como lo escribí hace varios meses, me encantan las «chavas raras» que cantan. Y esta escandinava no es la excepción, al compararla con Siouxsie Sioux, Björk o Patti Smith. Me refiero a que son raras porque son tímidas pero potentes, tristes pero eufóricas, complejas pero sencillas. Esto lo deja bien claro JH en este disco, su cuarto de estudio, que parece no tenerle miedo a las grandes líricas y a los experimentos de la escritura creativa. El disco e poesía, estruendo, improvisación y abandono. Todo un viaje que despliega lo mejor del performance, la estridencia y el jugueteo de armonías. Una rareza muy bien hecha.


24. THE STROKES: Comedown machine

Disco extraño y lleno de pulsiones rítmicas de los ochenta, bailables quiero decir, que contrarrestan y se contradicen con el sonido pesado de las guitarras al que estamos acostumbrados: Is this it (2001) y Room on fire (2003). Pero bueno, a pesar de que Casablancas grabó las voces por aparte, se siente una armonía que aún los distingue, un «nosequé» que resuena en lo profundo de cada canción. En lo personal, creo que es un disco arriesgado pero necesario (después del criticadísimo Angles, 2011). Además, significa (quiero pensarlo de esta manera) que es el regreso de una de las bandas más importantes de los últimos diez años. «One way trigger», «Tap out» y «Welcome to Japan» son de esas canciones que no me canso de escuchar, a pesar de que no sean el sonido típico de los neoyorkinos. Es una arritmia de funk, sintetizadores y un rocanrol sacado de los mejores recuerdos. Las líricas, por otra parte, son tibias y poderosas.



23. FLAMING LIPS: The Terror

Un disco circular y concepto. Muy bien elaborado e hilvanado. La nueva sicodelia en su clímax, que explora muchísimos géneros y estira todas las armonías posibles, y que también, porque no decirlo, estalla como un oleaje en el mejor de los viajes con sicotrópicos sonoros. Ver un show de estos norteamericanos, ha de ser una de esas experiencias que no deben faltar en la vida. Ya intervinieron el Dark side of the moon de Pink Floyd anteriormente, por lo que habría que estar pendientes de su catorceavo disco. Sí, más de veinte años en los escenarios nos aseguran que su próximo material será un éxito (de culto y sofisticado).



22. MODERAT: //

Que Modeselektor y Apparat vengan haciendo de las suyas desde hace años no es nada nuevo. Pero este disco sí lo es. Por momentos explota, por momentos decae, pero a lo largo de las once pistas una sensación de música «bien elaborada» nos sugiere que la electrónica y el techno van por buen camino. Para escucharlo despacito y con los oídos bien atentos. Gracias, Eme Jota, este dueto vino para quedarse en mi pleylist.




21. PHOENIX: Bankrupt!

Lo reseñé este año, y se lo recomendé a fanáticos del pop, del retro, a los punchispuncheros que les gusta ir del bar al after, de las tachas a las drogas de diseño. Digo, a los que escuchan Empire of The Sun pero también escuchan Kraftwerk. Pero ojo, en este disco no todo es jovialidad y alegría, Bankrupt! es la resultante de un proceso de crecimiento (Wolfang Amadeus Phoenix, 2009), y además, una joya selecta en la que cada sonido está hilvanado de manera perfecta. Un pop denso y muy bien estructurado. Melindroso de los sonidos pesados posmodernos, claro, y por el contrario, lleno de new wave, electrónica y sintetizadores luminosos. La voz: sutil, muy a lo Wild Nothing y llena de sonidos ochenteros. Disco preciosista y fantástico.


20. ANDRÉS CALAMARO: Bohemio

Con este disco, Andrés regresa al rock básico y a las letras anafóricas y juguetonas. Es un gran regreso después de los demos, los covers, las cumbias, los tangos y los boleros (El Cantante, Tinta Roja, etc). En este disco, resuenan todos los recursos estilísticos que tanto nos gustan del Salmón dylanesco, y además, nos deja claro que es una oda a la melancolía de tener cincuenta años y seguir rocanroleando como de veinte. Una belleza de disco, secretamente musicalizado como el Alta Suciedad y el Honestidad Brutal de hace más de quince años. Gran regreso para Andrés, esperemos vuelva a Guatemala muy pronto.



19. APPARAT: Krieg und Frieden (Music for Theatre)

Sobre este disco, escribí un párrafo cuantioso (Bach, Brahms, Wagner, etc.) sobre la música alemana. Pero a estas alturas, sólo diré que este disco es una de las joyas más preciadas del 2013. La composición de Sascha Ring (Apparat) es impresionante. El disco se debe alinear perfectamente, supongo, con «Guerra y paz» de Tolstoi. Algo así como un vaivén armonioso de capas y más capas de sonido. Cada capa, yuxtapuesta una sobre otra a través de imágenes, melancolía y mucho piano. Nada mejor que eso: música alemana con literatura rusa. Disco simétrico y melancólico. Solitario. Exquisito. Para encerrarse a escucharlo en el fulgor de la madrugada o la tarde de fin de semana más esperada. Todo un lujo.



18. YOUTH LAGOON: Wondrous bughouse

A Trevor Powers (Youth Lagoon) lo escuché con su disco anterior: The year of hibernation, que fue una sorpresa y una inmediatez pública en las críticas musicales del 2011. Por ese entonces, YL tenía veintidos años y su música parecía sacada de un parque de juegos imaginario. Por lo contario, en este disco delicioso, Trevor deja la melancolía y la depresión para hacer sonidos mucho más hipnóticos. Hay mucho de sicodelia setentera, mucho de Lennon y Bowie, mucha felicidad encriptada a través de sonidos infantiles, caleidoscopios sonoros y retóricas armoniosas, que por momentos se acercan a Beck o Beach House, pero más ácidas y profundas. Una delicia para ver «la nada» del mar o «el todo» del cielo.



17. THESE NEW PURITANS: Field of reeds

Disco extrañísimo, melódico, oscuro, "aburrido" y melancólico. Perfecto para escucharlo bajo la lluvia o en el auto. Sinfónico y espacial. Mucho de Béla Bartók, Arvo Pärt y hasta de Yo la tengo en acordes disímiles. Mucho de exploración sonora. Mucho piano, mucho jazz, muchos coros y sonidos estrambóticos. Experimental y lleno de texturas. Letras confusas y tenues. De esos discos que odiás y no querés saber nada, o sencillamente te apasionan y te vuelven loco. Esto, porque TNP en sus discos anteriores hacían una mezcla de punk-pop y ahora: esto. Quiero decir, cada disco ha sido una experimentación y un viaje (algo que admiro). Pero bueno, en este sentido habría que olvidarse del disco anterior (Hidden, 2010), que tuvo mucha repercusión y buena crítica. Este disco es lo opuesto, parece un viaje onírico de sonidos y tristezas. «V» y «Organ eternal» lo dejan muy claro.


16. JOHN GRANT: Pale green ghosts

Una mezcla de synthpop y folk gringo. En si, un disco refrescante y conciso, lleno de brillos armoniosos. Espero ansioso el próximo trabajo de JG. Acá les copio el link de lo que reseñé del disco varios meses atrás: http://labicibromo.blogspot.com/2013/08/polaroids-musicales-john-grant.html





15. DAVID BOWIE: The next day

El simple hecho de que Bowie haya decidido (abruptamente y sin avisar con antelación a los medios) que sacaría un disco después de diez años de ausencia, hace de este disco algo especial. Y si a eso le sumamos, que la portada sería el mítico Heroes de hace 36 años, lo hace todavía mucho más especial. Desde las primeras canciones, el disco se me abre como una pieza maestra y una bofetada a la música contemporánea. Y además, una oda melancólica en donde el rocanrol ha dejado de ser pieza fundamental en su proceso compositivo. Quiero decir, es un muy buen disco de Bowie, sí, talvez un excelente trabajo en comparación con discos de los últimos veinte años, pero nunca, (NUNCA) como los geniales Low (1977), Hunky Dory (1971), Aladdin Sane (1973) o Ziggy Stardust (1971) por poner un ejemplo. Sin embargo, es un disco que reluce y asombra. Aún me cuesta asimilarlo y procesar sus sonidos, que son muy Bowie, claro, pero se acercan a algo mucho más extraño y nuevo. Creo que es una de las cosas más bellas que pudieron pasar en el 2013. Me refiero, a que Bowie regresara a los escenarios y a la composición. Sí, inesperadamente y sin nada de maquillajes.



14. ZOÉ: Prográmaton

Entre más escucho este disco, más me gustan sus sonidos y seguramente descienda unos dos o tres puestos más mientras lo continúe escuchando. Canciones como «Dos mil trece» o «Sedantes», que antes parecían desaparecer ante la melancolía amorosa y aburrida de León Larregui, hoy están entre las más escuchadas de mi reproductor de casa. Pero bueno, eso no le quita que sea un disco suavecito, espacial, sintético y tierno. Claro, el amor vende, y vende bien. Además, como lo dije meses antes: «Prográmaton es un disco de más bajo perfil. Nunca ácido, sicodélico y trepidante como Memo Rex o Reptilectric...». Acá me detengo. En discos anteriores, los sonidos de Placebo, The Strokes o The Cure eran tan obvios que hasta parecían un tributo en español, y necesario, a sus ídolos ingleses y anglosajones. Por lo que Prográmaton me parece una pieza fundamental en el proceso creativo de la banda. Un gran regreso, que seguramente será progresivo y poderoso después del éxito rotundo del Unplugged y de la ausencia de los músicos en un estudio (cinco años). Otro detalle a considerar en el disco, es la abundancia de sintetizadores y cajas rítmicas, que hacen que la batería quede en un segundo plano. Si bien Radiohead lo ha logrado desde Kid A, es obvio que la participación de Phil Selway en los últimos discos es vital, y compensatoria. Ese es un detalle que Zoé no debe de perder. Ese puede ser su talón de Aquiles.


13. ARCADE FIRE: Reflektor

Escribí una nota detallada sobre este disco, así que no escribiré mucho. Se las comparto más abajo. Lo que sí añadiré es que me entusiasma muchísimo que James Murphy (LCD Soundsystem) haya puesto a bailar a los Arcade Fire. Además, que los haya sacado de esa depresión «emo» para tocar distintos géneros tropicales, y bailables. Eso es lo mejor de todo. Un disco justo. Bien hecho bajo la tutela de un maestro. Lleno de aristas, y mucha, muchísima producción detrás de cada sonido. Es un himno a David Bowie, Rolling Stones, The Clash, Talking Heads y otras joyitas de la música vieja. Lo que no le perdono, es el boom mediático que tuvo el disco. Pero bueno, hay que aceptarlo, son la banda hipster del momento. Y después de este disco, serán mucho más hip, ya que El Gran James Murphy los produjo. Les copio lo escrito: http://labicibromo.blogspot.com/2013/11/polaroids-musicales-aproximaciones_22.html


12. THE NATIONAL: Trouble will find me

Un discazo de principio a fin. Matt Berninger vuelve con su voz ecodistante y su melancolía atravesada por la desolación más infinita. Canciones como «Humiliaton», «Graceless» o «Don't swallow the cap» suenan parecidas a sus primeros discos (Sad songs for dirty lovers, Alligator o Boxer), pero eso sí, más suavecitas y más elegantes, quiero decir: refinadas. La voz de Matt no es el eje central, sino la batería y la melodía (piano y coros). Todas las demás canciones del disco lo unen («Sea of love», «Demons», «Fireproof» y sobre todo «I need my girl»). En sí, es un disco que nos sitúa frente a una banda ya consagrada, y que encontró su sonido, su fineza, su elegancia. Quiero decir, no un Coldplay despilfarrado por los instrumentos, la fama y la moda. Sin dudas, The National es de las mejores bandas actuales. Y tienen potencia para rato.



11. DAFT PUNK: Random Access Memories

Uno de los discos más reseñados del año. No es de sorprenderse. El dúo de franceses hizo algo, al menos público (y vaya de qué manera), que significaría la honestidad de un músico: La música se repite, y está hecha de recuerdos arbitrarios, ya hechos anteriormente. Eso es este disco. Michael Jackson, Stevie Wonder, Jan Michel Jarre, Sister Sledge, Chic, Donna Summer, Nile Rodgers. Un compendio del mejor funk, disco e italodisco; retorcidamente bien decorado por el house y la participación de músicos como Giorgio Modorer, Panda Bear, Pharrell o Julian Casablancas (The Strokes). Perfecto para bailar o alcanzar puestos en los charts, y vaya que lo sigue haciendo. Una joyita, sonoramente poderosa. Por momentos hasta puede parecer melancólica, pero la última canción («Contact»), nos descifra y nos descifra, de que algo grande viene para DP. Una especie de continuación. Así que hay que estar atentos.



10. FRANZ FERDINAND: Right thoughts, right words, right action

El regreso de los escoceses se resume a una sola cosa: No han perdido la precisión. Toda su discografía suena idéntica, pero ojo, aquí hablo de estilo y no de similitud. Quiero decir, FF es una banda que desde sus inicios encontró «su manera» de tocar, por lo que mucha de su música podrá sonar parecida, PERO NO LO ES. En Franz Ferdinand (2004) los sonidos son más toscos y simplones. En You could have it so much better (2005) hay más punk y sicodelia. Luego en Tonight: Franz Ferdinand (2009) los matices del dance y el new wave empiezan a perfilarse en un dancepunk, que es la resultante de esta fabulosa joya, además doble. En cada canción hay homenajes íntimos al dance, a la sicodelia, al funk, al rock garage de los noventa. En sí, es una amalgama de sonidos que representan una sola palabra: Glam. Por eso no es extraño encontrar armonías muy Beatles, muy Bowie, muy Beach Boys. Una belleza que vino para quedarse después de cuatro años de ausencia, a quienes muchos, consideran los padres del Postpunk revival junto a The Strokes.



9. DJ KOZE: Amygdala

Copio lo que escribí en julio: «Este es el disco que más he escuchado en las últimas semanas. Por lo menos unas quince veces. Desde la primer canción hasta la última, es una belleza sonora y experimental, llena de loops, grabaciones, vocalizaciones, cortes, efectos, sonidos extraños y una gama de osciladores remezclados; pero todo puesto minuciosamente en su lugar, de manera sobria y al parecer, con hartas sesiones de trabajo detrás. Es decir, no tiene ninguna imperfección. Todo es un “copy/paste” de capas y una base rítmica concisa que cualquier productor de electrónica quisiera hacer. No es de menos, Koze o Adolf Noise es un músico que viene experimentando con Hip Hop, Microhouse, Electropop y otras ritmos. Al parecer, su música ha transformado la escena musical alemana y su experimentación le ha valido el respeto de músicos como Apparat (Moderat) o Caribou, quienes colaboran en este disco. «Royal Asscher Cut» y «Nices Wölkchen» son dos pistas deliciosas de sus más de diez pistas».


8. THE KNIFE: Shake the habitual

Copio lo que escribí en agosto: «A The Knife se la debía desde hacía meses. La primera vez que escuché este disco no lo entendí, me pareció pretencioso y exagerado, bastante ruidoso para mi gusto. Luego lo fui escuchando más veces y le fui encontrando sentido, y hasta un poco de aprecio. Este dueto de suecos son el ejemplo más adecuado para definir “experimentación”. Sus discos anteriores me parecían hasta entonces, mucho más concretos y digeribles; una mezcla entre Björk, Röyksopp y Vive la Fête, pero menos glam, menos pop y muchísimo más intolerante. Desde el inicio del disco, un torrente de gritos y sonidos propios del IDM, estallan en los oídos. Luego el disco se va oscureciendo poco a poco hasta llegar al límite del dark ambient, el drone y el techno más tosco. Por último, parece un despliegue de catársis musical que termina por estallar y encuentra su balance. «Es música loca diseñada para locos», así lo defino. Creo que es uno de los mejores discos que se han hecho este año, y además me demuestra otra vez, que el frío de Suecia, Islandia, Finlandia y Noruega; hace que mucho del mejor arte (literatura, música y cine) provenga de este rincón olvidado y pacífico. Sin lugar a dudas, un disco brillante y agresivo». Pura experimentación y furia y creatividad sonora para crear capas de sonido tan espesas.



7. ATOMS FOR PEACE: Amok

Una de las joyitas más esperadas del año. Copio lo que escribí del disco: «Bueno, qué les puedo decir de este disco. Hay mucho y poco qué decir sobre Amok, que la mejor manera de empezar es agradeciendo por la excelente joya que nos regalaron este quinteto de locos: Flea, Godrich, Refosco, Waronker y Yorke. Sin lugar a dudas, el proyecto más ambicioso entre músicos reconocidos y comerciales de esta era. El disco, a grandes rasgos, parece un ejercicio entre Godrich y Yorke, quienes vienen trabajando desde hace veinte años con Radiohead y otros proyectos. También es la resultante de la prolífera producción de Yorke y la insistente facilidad que se le da a Godrich producir y ordenar música. Pero bueno, para hablar del disco es necesario decir que brillan los efectos, los loops y las percusiones –que lo hacen muy parecido a The Eraser o Hail to the Thief–. La diferencia, quizás esté en la velocidad y el abanico de instrumentos y sonidos que aparecen en cada una de las pistas. Además, la letras dejan de tener una pretención política y se estremecen más en lo personal y existencial». Introspectivo, en todo caso.


6. JON HOPKINS: Immunity

Con este disco, Jon Hopkins nos deja claro que está en otro nivel de música electrónica, al menos en la bailable, la de los clubes, la de la fiesta, la del encierro, la del análisis. En la hora exacta que dura el álbum, hay mucho de introspección y rasgos intimistas. No es un disco para el deschongue, al contrario, es una lucidez musical impresionante, perfecta para encerrarse y disfrutarla a solas con un par de buenos audífonos y la disposición de viajar por cada pista. Revisando lo que escribí el año pasado, cito esto: «Que un músico no necesite de la palabra para generar atmósferas verbales o fonéticas, es lo impresionante de Jon Hopkins, quien se ha codeado con músicos como Brian Eno o Massive Attack para sus grabaciones. En sí, JH es un músico de culto, mucho más que DJ o productor o compositor». Eso está claro en como las canciones van deslizándose suavemente por los oídos. No una. Sino todas.


5. JAMES BLAKE: Overgrown

Melódico, sutil, reflexivo, honesto y oscuro son las primeras palabras que rebotan en mi cabeza cada vez que escucho Overgrown de JB, quien en su primer trabajo (James Blake, 2011) nos dejó claro que es la «reencarnación viva del soul electrónico» con matices de r&b y dub. Por eso no hay duda que en este disco, un abanico de géneros e influencias musicales salen a relucir, y se acoplan de la mejor manera, haciendo un disco lleno de texturas y geografías. La vocalización es el eje central de todo el disco, y la participación con Bon Iver y Brian Eno, le suman puntos a su favor, que retuercen un poco la distancia entre lo electrónico y el soul. Pero de todas estas colaboraciones, la más importante de todas, quizá, es su amistad con Kanye West, quien con Yeezus (un disco al que no le entrado detenidamente), dejó claro que la vocalización es sólo una fachada de muchísimas más delicadezas dentro de los juegos rítimicos del disco. Acá copio algo de lo que escribí anteriormente: «Las once pistas están hilvanadas, como en su primer material, por una melancolía dispersa que se intensifica con las repeticiones de la voz y la caja rítmica. Por momentos pareciera que JB te va durmiendo con su música. Por momentos, pareciera también, que no te quiere soltar, y es cuando entra el punchispuncheo, una especie de viaje hipnótico vocal, producto del trance generado por loops, osciladores y sintetizadores. Aunque a veces, creo que le falta más cercanía, un poquito de constancia rítmica y muchísima más melodía. Pero lo logra, eso sí, en «Digital Lion», «Voyeur» y la rapeada «Take a fall for me» (en la que introduce a RZA, más conocido como The Scientist), quien me recordó al Faithless de finales de los noventa, especialmente a las rapeadas de Maxi Jazz». Un disco poderoso, y que será recordado, por ser pionero en muchos sentidos.



4. ARCTIC MONKEYS: AM

Otro disco reseñadísimo, ¿y por qué no? Sí después de todo es un discazo. Acá les copio una reseña que escribí para Magacín del Siglo 21: «Este cuarteto de ingleses, que poco a poco se han convertido en leyendas del rock actual, acaban de hacer algo memorable tras grabar una delicia de disco, el quinto de su carrera, que sin duda dará mucho de qué hablar con los años. PERO… WTF ARE ARCTIC MONKEYS? La larga pero corta carrera de los Arctic Monkeys (ocho años), se puede diseccionar por sus álbumes anteriores. Cada uno es la acumulación de anécdotas, estilos y estridencias, que atestiguan “un antes y un después” de manera concisa. Los primeros dos discos son el adolescente rebelde. Los últimos tres: la serenidad y la madurez. ROCK SICODÉLICO VS. ROCK SIN ETIQUETAS: No es para menos. La banda ha crecido enormemente. Este nuevo disco lo pone en evidencia, y además, nos vislumbra a cuatro músicos más enigmáticos que incipientes. Cada sonido aquí está pensado. Hay melancolía, pero a su vez hay decadencia, sensualidad y diversión. También hay rigurosidad lírica y elegancia, lo que nos hace pensar que las etiquetas se han disipado. Así, despojados de los beats acelerados, y con la colaboración de Josh Homme (Queens of the Stone Age), pareciera que AM juguetea con la experimentación vocal/coral y el rock básico de los 70. Hay mucho Black Sabbath, John Lennon y The Rolling Stones, pero también hay hip hop al mejor estilo de Alex Turner, su vocalista, quien susurra vértigos sinfónicos con la vocalización desde un R&B persuasivo. Por eso, la primera vez que se escucha el disco, un vendaval de capas sonoras parecen estallar armoniosamente desde las bocinas. Hay lucidez, agresión y expresionismo. Después de escucharlo varias veces, ese asombro se va convirtiendo en pulcritud conocida. Es como si estuviéramos frente a algo muchísimo más grande. Una especie de pulpo musical que todo lo alcanza. Pegajoso, en todo caso. Desde las incisivas «I Want it all, Do I wanna know?» y «R U Mine?»; hasta las menos roqueras como «Knee Socks», «Snap Out of It» y «Fireside», el disco da la impresión de redondez. Las baladas, por otra parte, le añaden delicadeza y equilibrio. Un viaje que todo melómano debe tener. En palabras de cierre: una obra maestra que sospechosamente divaga entre soul, pop, rock y Lou Reed.


3. JAMES HOLDEN: The Inheritors

Entramos a terreno poderoso. Este disco es la conjugación de muchas cosas, y nos atestigua, que la música actual está en una constante vertiginosa de crecimiento digital. Acá lo que había escrito anteriormente sobre mi experiencia de escucharlo una y otra vez: «No es nada nuevo hablar de James Holden. Ha colaborado en numerosos remixes para artistas como Madonna, New Order o Depeche Mode; y además, es conocido por su larga carrera como DJ internacional. Pero bueno, de pinchar discos a producir música hay una diferencia enorme. Hace unos seis años vino a Guatemala y fui a verlo. Tocó exageradamente bien. De todos esos años guardo algunos momentos memorables: Miguel Migs, Satoshi, Digweed y claro, Holden. Pero como decía antes, de pinchar a producir hay un abismo matemático de grandes proporciones. En su música hay mucha experimentación orgánica, por nombrarla de alguna manera. Hay mucha mística, mucha sicodelia, mucho ritual sonoro, mucho orden (desordenado a su manera). Cada pista es una nebulosa de reverbs, loops y sonidos que se aprietan los unos a los otros. Tengo muchos años de no meterme drogas sicotrópicas y esto es lo que me produce escuchar su música: Una espiral matemática y tecnicolor que se desintegra. En este disco, Holden explora las texturas de una simetría hasta fragmentarlas por completo. Es IDM, techno, minimal, noise, trance, de todo. Además, en cada pista uno siente un temblor justo debajo del pecho. Las capas de sonido son innumerables. Todo en este disco es alucinación y asombro». El disco es un viaje hecho para viajar, y también, una aproximación a la delicia más exquisita de los sonidos producidos desde una habitación y un buen programa para hacer música. Además, de un oído delicado para recrear atmósferas deliciosas. Creo, entre más lo escucho, que por momentos se pelea el puesto #1 (electrónica). No sé. Hay mucho de especial en este disco.



2. SAVAGES: Silent yourself

Hacía años que no escuchaba un buen disco de postpunk, o al menos, un disco honesto de postpunk. Digo, no una intención postpunketa y queriendo imitar a Joy Division, Bauhaus o Gang of Four; y que además, llegue a vislumbrar a millones de fans como lo hicieron en su momento The Chameleons, Interpol, Editors, The Horrors o Apartment. En este sentido, las cuatro Savages, aparecen tímidamente en un panorama manoseado por lo mediático y la fama. Me recuerdan a dos bandas punketas de finales de los setentas: The Slits y LiLiPUT, rompiendo las baterías y arañando sonidos sobre los escenarios. Y así es. Sus sonidos son bruscos, aguerridos, energéticos y llenos de rudeza. Sólo el título nos refiere al legado punk: «Cállate a tí mismo», casi un manifiesto. Me encanta. Todo en este disco es ruido industrial y decadencia, muy típico de la movida de Manchester (su influencia principal). Sin embargo, en el disco encuentro lo mejor de la agresión punk hilvanada con mucha premura glam. Desde el inicio del disco («Shut up», «I am here», «Strife») un torrente de energía encausa fabulosamente hasta la mitad del disco («Waiting for a Sign»), y todo se reconstruye, marcando así una especie de ensayo meticuloso del postpunk de principios de los ochenta. Quiero decir: Del punk brusco de Sex Pistols al postpunk gótico de Siouxsie and The Banshees. Después de esto, hay un silencio («Dead Nature») de dos minutos, para continuar con la migración hacia lo básico («She will» y «No face») y llegar hasta la agresión definitiva («Hit me» y «Husbands»). Punk, punk y más punk; muy al estilo de Nirvana en sus inicios, donde la rapidez y la estridencia lo son todo, en conjunto con letras oscuras, existenciales y poco sofisticadas. Algo esencial y hermoso, en un panorama donde la composición arquitectónica (Arcade Fire y Daft Punk) son lo más aplaudido. Así, Savages nos muestra un lado femenino que rompe todo a su paso. Una crudeza (belleza) de disco que finaliza con una balada muy al estilo de Joy Division, pero con toquecitos de jazz y mucha melancolía sobre el piano. Nada mejor que eso, después de un torrente de punk, garage y estridencia. Lean esto detenidamente: Nada mejor que eso.



1. FUCK BUTTONS: Slow Focus

No sé si sea «el mejor» disco del 2013, Savages y James Holden le hacen difícil el camino, pero a mí me parece lo mejor y más novedoso del año. Cada vez que hablo de este disco siento un vértigo en el fondo del pecho. Su aspereza es una caricia que te penetra el oído sin la mayor delicadeza. Hacía años que no sentía esto, este trance, este alivio, esta insistencia. Este disco va muchísimo más allá de Trent Reznor o Disclosure. Sus sonidos son mucho más profundos y delicados. En todo el disco, una sensación de claustrofobia se libera y se convierte en libertad. No les miento, Slow Focus parece ser una alucinación nirvanezca, y en efecto, lo es conforme avanzan los minuto del disco. Cada sonido es la integración de otro sonido, simétrica y continuamente. Desde la inicial «Brainfreeze», el tiempo parece congelarse y descongelarse en un repicar eterno, cada sonido está en su lugar, y una marea de armonías van situándose sobre las armonías ya inscritas. En sí, es un ascenso hacia la matemática de la música. Hay hip hop, hay techno-industrial, hay elaboración y fineza. Su portada lo afirma. Es una joya. Una joya bien pulida y encontrada entre tanta belleza musical que nos rodea. «Year of the Dog», «Stalker» y «Prince's Prize» son melodiosas, íntimas, hermosas. Parecen inflarse como peces globo a través de un riachuelo ácido. «Sentients» y «Hidden XS» son viajes alienígenas de ciencia ficción que no necesitan lírica, porque ya está hecha en cada beat. Sí, cada sonido es un lenguaje espacial y galáctico al igual que «The Red Wing», donde una motosierra eléctrica absorbe todo el atisbo de sonoridad hasta incorporarse en un himno salvaje y politonal. En sí, es un disco obtuso, oscuro y luminoso. Hecho con esa genialidad que te parte en dos el oído y te perfora poco a poco con sus reverbs y sus sonidos toscos. Es enérgico, meditabundo y completo. Un discazo para escucharlo detenidamente, una y otra vez hasta asimilarlo. Es experimental y melódico. Ruidoso y vertiginoso. Si bien la música es un zumbido de otra dimensión, este es el disco perfecto para cruzar el universo en un viaje de agujeros negros y floribundias melodiosas. Todo acá parece una arquitectura perfectamente consumada. Es un deleite como pocos. Todo melómano tiene que escucharlo, al menos unas cinco veces.



NOTA FINAL: Lo que hay es lo que hay, por eso no aparecen Moby, Placebo, Editors, Ferreira, Kings of Leon, Pet Shop Boys, Deerhunter, Foals, Pearl Jam, Tom Odell, Enrique Bunbury, Justin Timberlake, Miley Cyrus, Rhye, Kanye West, Eminem, Paul McCartmey, Haim y tantos otros.

lunes, 6 de enero de 2014

¿Y USTED, qué celebra?

Nota publicada en revista Catálogo para la vida, número 19.
Enero del 2014.

Reeditado.




Yo celebro las cosas simples, las que suceden sin planificación ni agravio, las que a la vuelta de cualquier instante, te embisten con felicidad y sorpresa. Celebro los atardeceres de noviembre, las lluvias de mayo, las madrugadas de septiembre. Celebro los inicios de año. Los círculos abiertos, y cerrados, con uno mismo. Celebro La Revolución, la de octubre del 44, la de mis amigos artistas en un festival de arte hace más de diez años. Celebro la Plaza Central. Celebro los parques. Celebro la música. Celebro el vino tinto. Celebro la literatura. Celebro la caída del Muro de Berlín. Celebro los cohetes espaciales con sus viajes a la Luna. Celebro los libros de Miller. Los poemas de Pound. Las canciones de Spinetta. Celebro un cuarto lleno con libros viejos y fotografías.

Celebro las condenas a los genocidas. Las sentencias a los miedos. La matanza del pudor. La supresión de la oligarquía. Celebro el olor a tinta, a papel, a lluvia y a café de mañana. Celebro el mar. Celebro el cielo. Celebro a los amigos, con sus treguas, sus chismes, sus glorias y sus despedidas.

Celebro un cielo inundado de estrellas, vistas, eso sí, desde una playa solitaria y anclada a cualquier parte. Celebro la selva petenera. Celebro a Zapata, a Dalton, al Ché y a Maradona. Celebro los mojitos. Celebro un rico plato de mariscos o un pescado en salsa Remoulade o Tamarindo. Celebro un buen arroz, una cerveza fría. Celebro lo que no se ha escrito en siglos de imprenta. Celebro los esfuerzos, ésos que están, aún en la penumbra de las tipografías. Celebro la noche. El amanecer. Las nubes y los lagos y los ríos. Celebro las pinturas de Basquiat, los dibujos de Miró, las anotaciones en los cuadernillos.

Celebro los regalos imprevistos, los abrazos, las miradas encendidas de deseo. Celebro la palabra, el silencio. Celebro la arquitectura. Celebro la paciencia de mis padres, las sonrisas de mi abuelo, la tolerancia de un pueblo ensimismado en el olvido. Celebro la liberación. Celebro el punk. Celebro los grafitis. Celebro un buen asado, una conversación sin límites, una cena fraguada por todos los sabores y olores. Celebro la peregrinación, sin sospechas, de todas las especies migratorias en el mundo. Celebro toda fantasía.

Celebro los discos de The National, The Strokes y Joy Division. Celebro las milanesas, los jugos de manzana, mora y mandarina. Celebro los pianos de Chopin. Celebro el primer día en que abrí un libro. Celebro El Ulises de Joyce, El Proceso de Kafka, Las Olas de Wolff. Celebro la sintaxis, los manuales de redacción y las reglas de ortografía. Celebro el sonido de una trompeta con sordina. Celebro Photoshop. Celebro las pirámides escalonadas, los árboles de eucalipto, la cordillera de los Andes y los Himalayas. Celebro la diversidad. La euforía de los aeropuertos. La soledad de los bosques. Celebro el hematoma, que todos pensaron que tenía, cuando me expulsaron hace veinte años del colegio. Celebro a los Bulls de Michael Jordan, Scottie Pippen y Phill Jackson. Celebro el videoclip. Los discos de Coltrane y Truffaz. Celebro a Morrissey. A Radiohead. Celebro lo que aprendemos en la calle, no en la Universidad, no en los posgrados. Celebro los miradores a las grandes ciudades. Celebro el sonido del mar y el silencio de la madrugada. Celebro la potencia del DMT, los cuentos de Chéjov, la verborrea de Caicedo, las películas de Tarantino. Celebro las camisetas de diseño, las zapatillas deportivas, los abrigos.

Celebro el resplandor, de una luna llena, vista desde la carretera más oscura.

Celebro a Megan Fox, Sienna Miller, Asia Argento y a todas las mujeres que resisten, que se redimen, que se salvan del estruendo del machismo. Celebro la indolencia. Celebro el dolor. La humildad. Celebro la premura que significa estar cerca, cerquísima, de todo lo deseado por mucho tiempo. Celebro la empatía. Celebro la afluencia de discursos, la plurilengua de una sola geografía. Celebro las canciones de Cerati, el fulgor de Kubrick, Lynch o Aronofksy. Celebro conducir de noche, sitiar un buen playlist, y encender todas las fogatas de la vida. Celebro la Nutella, las manos, el amor.

Celebro la muerte, porque sin ella, todo esto sería una quimera.

Celebro…