viernes, 30 de mayo de 2014

LA PUYA y la rebelión

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 30 de mayo del 2014.

















VIERNES, siete pe eme. Una barricada de quince policías permanece muda frente a un grupo de manifestantes en el Ministerio de Gobernación. Sus rostros demacrados vigilan y contemplan a cada uno de los “hippies” que canta canciones de Silvio Rodríguez y Guaraguao. En sus miradas esquivas hay algo de rabia, pero en el fondo, hay desolación y tristeza. El viernes decrece, la noche avanza. Los policías recogen las cartulinas y las tiran en un bote de basura del parque. Unos se quitan el uniforme y otros salen a patrullar el Centro de la capital.


VIERNES, once pe eme. En un karaoke de moda, una chica tatuada y con lentes de botella canta desesperadamente This charming man de The Smiths intentando olvidar la lista de llamadas perdidas de su ex novio. Al bajar del escenario pide dos tequilas, uno para ella y otro para su amiga. Cantar en público no la pone nerviosa, pero sí tener sexo por primera vez con Mariela. Lo sabe. Lo intuye. Por eso le tiemblan la piernas.


SÁBADO, ocho a eme. Un renombrado restaurante de mariscos anuncia a través de escuetos mensajes por redes sociales, que ya no tienen mesas disponibles en sus instalaciones, pero que en la terraza del local se están haciendo arreglos para atender a quienes no pudieron reservar mesa para ver el partido de futbol. Además, añaden a través de su página en Facebook, que habrán cubetazos de cerveza extranjera a precios incomparables, pero que lamentablemente no cuentan con parqueo suficiente para abastecer a tanto comensal.


SÁBADO, ocho treinta a eme. En un comedor frente a una estación de bus, un hombre de estatura promedio bebe café y abre el periódico. En las primeras páginas ve sangre, humo, maquinaria y cuerpos tumbados. Siente indignación pero cambia de página rápidamente para leer el pronóstico de la ansiada final europea. Al fondo del local, una muchacha enclenque le trae un pan con frijol de desayuno. Suena una bocina estrepitosa y alguien grita, presuroso. El hombre, que come su pan con una mano y sostiene el periódico con la otra, sale abruptamente del local para abordar el autobús rumbo a Cuarrancho. De los parlantes de la camioneta retumba una libidinosa bachata. Al entrar saluda al chofer, y en menos de cinco minutos cae en un profundísimo sueño del que despierta media hora después, sin mochila ni billete para pagar el pasaje.


SÁBADO, nueve a eme. La cadera de Shakira anuncia la esperada llegada del mundial después de que aparecen imágenes de patrullas y policías “antimotín” en el noticiero de las nueve. La protesta –pacífica y valiente desde hace dos años– no es tan popular y pegajosa como la canción insulsa de la colombiana. No hace falta gritarlo. Los gestos de los dos presentadores del telediario lo hacen más que obvio al anunciar al patrocinador del canal.


SÁBADO, medio día. Mil zombis observan mil televisores con sus mil tarros de cerveza en la mano. Estupefactos y semi borrachos, ven patear el balón de un lado a otro a una docena de españoles uniformados que se mueven al ritmo de la batucada hipnótica del graderío. Afuera del restaurante, un guardia de seguridad ve de reojo el escote de una aficionada, y siente, que se le dispara el rifle dentro del calzoncillo. A puras penas logra contener el chiflido macho, y decide dar una vuelta por el parqueo para ver si vienen más culitos uniformados. Tiene suerte. Hoy se puede dar gusto a «taco de ojo» con tanta edecán que visita el lugar.


SÁBADO, después del primer gol. Enfurecida, una periodista postea en su perfil de Twitter una foto que dice «Sí a la vida, NO a la minería, NO al futbol». De inmediato, una decena de “seguidores” la injurian con apelativos como «resentida», «hippie loca» o frases que van desde «huevona… la minería da trabajo y pisto al país» hasta otras inofensivas pero desatinadas como «esa mara se lo buscó…» o «el futbol es nuestra esperanza… no te metás con ella, ecologista pisada». Afligida y colérica, la periodista retuitea algunos de los comentarios y decide alistarse para ir cubrir la nota en San Pedro Ayampuc, al mismo momento que piensa en reproducir pancartas con frases de canciones de Calle 13 y poemas de Roque Dalton. Siente un vacío en el estómago, pero aprieta los puños y levanta la frente. Una hora después, platica con mujeres y niños de La Puya, que le recuerdan por qué estudió periodismo. El vacío en el estómago se va llenando de a poquitos a pura sonrisa.


SÁBADO, al final de la tarde. Un estudiante de segundo año de Comunicación decide googlear «la puya», «minería en guatemala» y otros tópicos adoc para informarse. Después de leer por varios minutos las noticias y aburrirse con los comentarios de algunas páginas de internet, se prepara para salir a un concierto de música electrónica en la Antigua Guatemala. Horas después, termina en un after discutiendo con unos borrachos que defienden a Otto Pérez y a Ríos Montt. Uno de los borrachos, malacara y manodura, le dice que le van a quebrar el culo si sigue hablando muladas. Se calla, enciende un cigarro y compra otra cerveza. Los Flaming Lips suenan de la bocina de la fiesta. Siente impotencia, abandono, también rencor. Por eso baila.


SÁBADO, once pe eme. Dos cineastas conversan sobre la Muestra de Cine Internacional Memoria–Verdad–Justicia mientras beben ron dominicano en vasos plásticos. Uno le dice al otro que prefiere no hablar de La Puya porque le puya el corazón cuando lo hace. Ambos ríen por el juego de palabras y brindan por la vida. Al fondo de la casa del cineasta extranjero, frente a las bocinas del estéreo, unos escritores escuchan Gary Numan y maldicen al gobierno en voz alta mientras repiten insistentemente frases del himno nacional, burlándose afanosamente de cada una de las ridículas estrofas. La ciudad, al fondo, con sus lucecitas tristes y su sueño despabilado, no los escucha y prefiere seguir la celebración del Real Madrid sin profanar lo “sagrado” de esta patria.


DOMINGO, ocho a eme. Una mamá le explica a su hija de ocho años para qué sirve una bomba lacrímogena. La niña le responde con una pregunta, «no entiendo, ¿osea que al final la bomba que no es bomba sí sirve para lastimar a la gente?». Un silencio inunda la habitación.


DOMINGO, después del medio día. Un redactor de prensa escribe una nota sobre La Puya. Recibe una llamada. Cuelga. Borra todo lo que ha escrito y escribe un texto verdaderamente hermoso sobre la Décima Copa del Real Madrid. El martes será el día de gloria. Sus primeras dos páginas centrales y un nudo en la garganta no lo dejarán dormir por la “emoción”.


DOMINGO, ocho pe eme. Releo algunos comentarios y columnas de opinión. Me entristezco. Permuto pensamientos en silencio. Enciendo un cigarro y tarareo una canción de Rage Against the Machine en mi cabeza. Me repongo del vahído. Escribo en resistencia. Anhelo otro país.

lunes, 19 de mayo de 2014

TRES LIBROS VINTAGE

Nota publicada en revista Catálogo para la vida, número 21.
Mayo del 2014.





Quien lee sabe que todo libro es un objeto de deseo. Un objeto de valor inconmensurable que otorga muchas satisfacciones, sobre todo una: EL SOBERANO VIAJE. Hablo de un «viaje exclusivo» –y alucinado– para el lector, que está dispuesto a soportar el trance exquisito de deshojar temporalidades y detener la vida, mientras todo y nada, suceden dentro de esa burbuja en la que nos sumerge la lectura a cuentagotas.

En el sentido más pragmático, un libro es una especie de tesoro que perdurará en nosotros por siempre, sin importar cuantos años hayan pasado de su publicación o su lectura. En cada una de sus páginas –desde la portada hasta el índice o viceversa–, una especie de ciencia incierta nos acompaña y nos transporta a los mejores estados de la conciencia e inconsciencia. Todo en su proceso es delicia y aprendizaje. 

En sí, todo libro es escuela y un regalo para días mejores.


Por eso me animo a registrar tres títulos, que sin duda, serán el mejor regalo para un futuro abrumado por las tablets y las lecturas digitales. Un futuro en el que los términos «vintage», «retro», «antigüedad» o «relicario» hayan desaparecido por completo, y la era de la palabra (Twitter, Facebook, Wordpress) nos haya resquebrajado hasta el vacío. Tres títulos que podrán buscar en cualquier momento, y mejor aún, conseguir en ediciones impresas. Porque, ¿qué seríamos sin ese olor a otro tiempo, a otra dimensión, a otra era?



CRÓNICAS MARCIANAS de Ray Bradbury.

A quien le gusta pensar que algún día viviremos en Marte, reflexione detenidamente esto: Bradbury lo escribió hace más de sesenta años, y la era que estamos viviendo ahora, es la ambientación cronológica del libro (1999–2026). Publicado originalmente en el año 1950, The martian chronicles narra la conquista de los humanos en Marte y toda la barbarie, la emoción, la autodestrucción y el vacío. A través de veintiséis cuentos fascinantes –que hilvanan cronológicamente la llegada, la conquista y la pérdida de la condición humana–, Bradbury nos envuelve en la mejor historia de ciencia ficción contada por el hombre; en la que robots, naves espaciales, guerras nucleares, enfermedades y la naturaleza misma, hacen que el entorno futurista pueda ser el de una época cualquiera.




RAYUELA de Julio Cortázar

Cortázar nunca pasará de moda. Cada libro del argentino, es la pieza de un rompecabezas que se estira y condensa hasta llegar a los laberintos de Rayuela, publicada por primera vez en 1963 y celebrada en un sinnúmero de ediciones posteriores, incluyendo la edición conmemorativa de 50 años, publicada el año pasado. En esta novela, el tiempo parece detenerse entre un Buenos Aires solemne y un París pletórico. Cada capítulo es la amalgama de delirios contenidos, un mapa convexo de datos útiles e inútiles y un océano de información que extasía a cualquiera. Tenerla impresa es un «must» que merece rayarse, tacharse, anotarse y dejar un poco de uno mismo en las más de 500 páginas que la contienen. La historia de La Maga, Horacio, Traveler, Talita y tantos otros personajes; es de las más emblemáticas en lengua castellana. Cortázar es en Rayuela, lo que el Internet nos ha enseñado con la hipertextualidad.




EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO de J.D. Salinger

Holden, el personaje principal de The Catcher in the rye, como se titula en inglés, es la imagen obsesiva de la rebelión y la búsqueda. Todo en este personaje, es subversión y perspicacia. Desde 1951, cuando fue publicada la novela, un halo misterioso de prohibición y morbo ha ido alimentando su condición de «libro faro». En pocas palabras, su historia merece ser leída, pues, por un ojo descategorizado del sufrimiento y liberado de las cauces que conducen a repeler la realidad tal como es. Si bien la historia fluye en un Nueva York desolado y taciturno, esto nos puede provocar una ensoñación vagabunda digna de cualquier metrópolis. Su gracia, radica en que rompe los paradigmas de la geografía y el tiempo. He aquí su universalidad y su encanto. Cualquier edición en inglés, merece ser leída más que en español, donde pierde, un poco de autenticidad y poética que Sallinger le añadió sin darse cuenta.




Dicho esto, es tiempo de que dejen sus tablets y sus computadoras a un lado. Es momento de volver al papel y a la tinta, como en un futuro feliz (vintage), lleno de polillas y servilletas como separadores.

viernes, 16 de mayo de 2014

STEREO OFFSET y la música

Columna quincenal publicada en Esquisses, en el blog de Javier Payeras y en Revista Crónica.
Viernes 16 de mayo del 2014, domingo 18 de mayo y viernes 29 de mayo.





Esta semana se presentó mi libro “Stereo Offset” publicado por la reaparecida Editorial X. El libro está compuesto de cincuenta relatos y microrrelatos, en los que situaciones aisladas y recuerdos personales, permean la ficción a través de fotografías in situ y prosas musicales, que bien podrían estar aderezadas con el sonido amplificado (estéreo) de una máquina de impresión offset como las que imprimen los matutinos. Pero no, las historias del libro están infusionadas con música de Arctic Monkeys, Radiohead, Morrissey, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, Patti Smith, Jim Morrison, Manu Chao, Black Sabbath y algunos otros.


Inspirado en todo eso, Javier (Payeras) escribió un texto sobre el libro que quiso se publicara en Esquisses –gracias, querido, tus palabras son analgésicos en una época donde todo sucede tan rápido, que no nos damos cuenta del verdadero poder que tienen las palabras; y tus palabras, compadre, son un regalo maravilloso para tiempos mejores–.


Abajo pueden leer el texto, talvez los anime a comprar el libro.





OFFSET PARA UN BROMO PRESENTE
Por Javier Payeras


Complicado hacer algo hermoso de esta edad destartalada. En oposición a lo que sucede en los lugares hermosos donde en realidad nada sucede.

Uno puede tener un ventanal que nos fulmina con la visión de una playa de arena blanca. Mientras bebemos vodka helado –como en una novela de Bret Easton Ellis– sin saber lo que es una goma ni un accidente cerebrovascular a causa de cocaína adulterada.

Pero, ¿la belleza no puede ser todo su contrario?: esos apartamentos donde están a punto de echarnos por mora; esos personajes que visten de cuero bajo un calor mayor de treinta grados y se hacen llamar morrisones; acaso no puede ser la patrulla y el enano corrupto que pide mordida con eficacia de evangelista. Tanta belleza en los detalles “un suéter amarillo”, una tarjeta de crédito y al fondo de nuestras mentes la tonadita de Manu Chao que nos pudrió con jipismo el hipotálamo. ¿Acaso no hay belleza en eso ¡carajo!? Claro que la hay porque los libros transforman el paisaje y el paisaje del ahora es tan siniestro como esta serie de microrrelatos Stereo Offset de Pablo Bromo.

Nunca voy a denunciar cuáles son reales y cuáles son ficticios. Pero sucede que somos compañeros de un largo viaje en el que involucramos literatura, fiesta, arte, fiesta, dolor, fiesta y muchas alegrías y fiesta. Desde hace rato que ya no nos dicen muchachos, que ya no nos echan su mal aliento encima dicéndonos que tenemos que aprender a escribir. No sé si eso es bueno o malo, no me importa, lo que sí importa es que estamos vivos y que cada vez disfruto más leyendo a mi amigo. Porque escribe lo que a mí me gustaría escribir... Si uno pudiera ser amigo de todos los buenos escritores de todos los tiempos, uno se acercaría a esa anormalidad de la vida que se llama felicidad constante. Tal cosa no es posible, así que nuestra alegría es breve y a destellos.

Tenemos muchísimas cosas que ver mientras leemos extaños libros que hablan de viajes espaciales o de Tarot o de psiquiatría. Disfrutar a Hemingway cuando hacemos cola en un banco y los televisores pasan los mejores goles mundialistas de todos los tiempos. Dejar perdido el tomo carísimo de Antiedipo Capitalismo y Esquizofrenia en la mesa de una tiendita de la Zona Uno... Esa ilustración nuestra que nos lleva a vivir mientras escribirmos, a vivir mientras leemos, a vivir mientras damos forma a esa utopía pendeja que llamamos “carrera literaria”. No queda otra, escribir con lápiz para borrar lo que definitivamente no valga la pena. Hacer libros pequeños para que sean leídos rápidamente y deslumbren a un lector sin la penosa interlocución de un crítico o un reseñista desinformado.

¿Y la música? La música está puesta a todo volumen, pero este libro necesita una entrada para audífonos que complemente su prosa exacta y sincera: The National, Patti Smith, Morrissey, Arctic Mokeys... También una pantalla inflable que pase los mejores momentos de David Fincher o Wes Anderson. Un libro lleno de citas, guiños, información. Un mapa enigmático del presente.


Han pasado los días y las influencias, pero este libro me gusta y me seguirá gustando, porque cada vez que lo lea será hoy, siempre hoy.




miércoles, 7 de mayo de 2014

LA MÚSICA Y LOS LIBROS

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 2 de mayo del 2014.



La semana pasada se celebró el Día Internacional del Libro en la librería Sophos. Toda una semana de ofertas, charlas, talleres y actividades relacionadas con la lectura. En sí, una fiesta memorable que año con año incluye una agenda con varios escritores reunidos para celebrar en grande al susodicho. Los días lunes y martes: foros, cena literaria y escritores haciéndola de libreros. El día miércoles: conferencia y club de lectura para niños y adultos. Y así, un compilado de actividades llenas de opinión, diálogo y sugerencias.


De toda la semana, el día más intenso fue el jueves. Casi cinco horas de charlas que conectaban a la literatura con otros temas, o mundos, como lo sugirió el querido Philippe Hunziker, cabeza principal de la librería. Por ejemplo, «Crimen y literatura», realizada magistralmente por los narradores Julio Prado y Francisco Alejandro Méndez, quienes destilaron cátedra y delirio sobre la novela policial, anécdotas personales y libros imprescindibles sobre el género. Otra de las charlas, «Televisión y literatura», sugirió uno de los mejores instantes de la noche con bromas ácidas propiciadas por los periodistas Juan Pablo Dardón y Luis Fernando Alejos, quienes conocen el tema y lo extendieron al máximo. Para el cierre, el público esperaba ansiosamente la charla de «Cine y literatura», que Luis Aceituno y el infatigable Javier Payeras dieron con erudición, paciencia y singularidad.

Todo esto empezó a las seis de la tarde con mi intervención. Una especie de hipervinculación entre literatura, música y movimientos culturales. El nombre de la charla, «Música y libros, dos formas de escuchar», que intenté dilucidar a través de una serie de apuntes y libros “faro” que nos acercan a la música o viceversa. Esto nació de un boceto cualquiera, en el que estructuré música con literatura que la inspiró y otra serie de apuntes de carácter creativo. Intentaré mapear la charla, entonces, haciendo una especie de esqueleto sugerente, que delimita los horizontes de la posmodernidad y aflora muchos vínculos entre música y literatura. Es un boceto de ensayo, por lo que quedan muchos cabos sueltos, no lo olviden.



PIES: La revolución sexual y los movimientos culturales masivos de los años cincuenta en Estados Unidos, dejan claro que cien años antes, en vísperas del romanticismo y el simbolismo francés, todo va a cambiar abruptamente. Así como Baudelaire –con su libro Las flores del mal publicado y censurado en 1857 o Una temporada en el infierno del decadente y maldito Rimbaud de 1873– hay una serie de compositores que van a cambiar la historia de la música: Bob Dylan y Jim Morrison, por citar a algunos. En el caso de Morrison –quien era devoto de Nietzsche, Blake, Céline, Huxley o el mismo Rimbaud–, nos augura que la poesía estará presente en la música del futuro. Por otro lado, Dylan nos ensombrece con historias contadas al mejor ritmo de un trovador medieval –pero con chumpa de cuero y armónica en la boca–, con matices que van desde Pound a Keats o desde Thomas a Eliot. Una especie de nueva trova cubana, cantada por Silvio Rodríguez con influencias de Martí, Darío o Neruda, pero bien hecha. En sí, un apego al folk-rock básico y fulgurante, que será interpretado por otros de una manera más sicodélica y delirante. Las lecturas acá van de la mano de la mejor literatura beat, entiéndase Burroughs, Kerouac, Ginsberg o Corso; pero también Miller, Marx, Hemingway o Capote. La Música: Jefferson Airplane, Beatles, Jimmi Hendrix, Lou Reed y Janis Joplin. Esto es lo que nos mantiene de pie, es decir, el rock-folk sicodélico, tosco y sin timidez. Pero cantado, claro, con sensatez, genio y mucha poesía.


PIERNAS Y BRAZOS: Acá entra el baile y el degenere, la oscuridad y la soberbia. En un ensayo leía que la literatura oscura y desesperanzada, por ejemplo Kafka o Joyce, siempre genera positivismo y lucidez. Lo vemos en películas y arte multimedia. Digamos, entonces, que las piernas y brazos de nuestro esqueleto músico-literario bien podrían ser todo lo que vino después del folk-rock sicodélico (1955-1970) hasta la entrada del postpunk (1978), que marcó un antes y un después en la historia de la música. Acá entraría todo el rock progresivo, la música disco-funk, los inicios de la electrónica y el heavy metal. Las bandas serían: Pink Floyd, Alan Parson’s Project, Bowie, Iron Maiden o Black Sabbath. La literatura: Poe, Lovecraft, Poe, Wells, Carroll o Lawrence. Algo así como las historias contadas de la manera más oscura pero hilvanadas con la fascinación del baile o el headbangin. Por eso hay que dedicarle tiempo y esmero a estas lecturas y a estas bandas, porque acá, es donde empieza lo bueno del deschongue poético. Sin piernas y brazos estamos condenados a no bailar, a no abrazar, a no empiernar. Y eso, es sumamente triste y doloroso.



TORSO: En el torso está ubicado el corazón, y esto, es lo más importante en la historia de la música y la literatura. Hacer las cosas con mucho corazón significa «tirar sobre la mesa de la historia, y sin pensarlo mucho, cualquier manifiesto visceral o primerizo». Eso es el punk, y por eso lo celebro tanto. Las bandas o músicos literarios que serían puro corazón: The Clash, Sex Pistols, Ramones, Television, Richard Hell, Iggy Pop, Black Flag, The Cure y por supuesto The Dead Kennedys. Los autores punk: Kafka, Camus y Chandler. También me atrevo a incluir a Nirvana y al movimiento grunge (1989-1995), que tiene como raíces al punk setentero (1974-1978) y a toda la furia de la desadaptación. Aquí podría citar a la Generación X, en especial a dos autores para entender la bifurcación insolente de la literatura norteamericana de los años ochenta en comparación con la beat de los año cincuenta y sesenta. Menciono, entonces, a Coupland y a Foster Wallace, dos marginales del mainstream. Dos gemas delirantes a los que les gustaba escuchar Brian Eno, Gary Numan, Kraftwerk, Talking Heads y mucho del synthpop de la época (no por fuerza tenían que escuchar punk, aunque su literatura si tenga rasgos de autodestrucción y anarquía). Otro autor punk es Palahniuk, que con su Club de la pelea lo deja más que claro. Y bueno, en música, olvidaba mencionar a la diosa del punk: Patti Smith. Sobre todo en sus discos Horses y Radio Ethiopia de mediados de los setenta, con una descarga poética muy a lo Baudelaire y Rimbaud. En pocas palabras: el elíxir de la poesía y el punk delirante.


CABEZA: Lo más importante, de donde sale la articulación y la genialidad. Acá podría hablar de muchas cosas, sin embargo, me limitaré a citar las lecturas que extrapolan los criterios de música que subyacen tras los autores que considero importantes e influyentes. Primero, El arcoiris de la gravedad de Pynchon junto a 1984 de George Orwell. Dos autores fascinantes que abundan en su crítica política y, sugieren, un nuevo despertar personal, introspectivo y desarticulado, no social. Segundo, J.D. Ballard (El mundo sumergido, Exposición de atrocidades, Noches de cocaína, Chronopolis, El mundo de cristal, etc.), quien podría ser el culpable de mucha de la música del siglo veinte y veintiuno; y a quien, como comentaba el jueves pasado en la charla, «aún desconocemos la influencia que ha causado en la ávida cultura de la posmodernidad». Así es, no lo duden, Ballard ha influenciado a músicos desde Marilyn Manson, Pink Floyd hasta John Lennon o Coldplay. Yo prefiero dos bandas en las que el discurso de estos tres autores es innegable, sobre todo de carácter político e introspectivo: Radiohead y Joy Division. Esto, porque su influencia musical es enormísima en los últimos treinta años. Intenten buscar en internet cuales son las bandas inspiradas en estas dos bandas y compartirán lo que estoy hablando.

Y bueno, olvidaba mencionar la influencia que Ballard ha tenido en músicos latinos como Gustavo Cerati o Luis Alberto Spinetta, a quien Artaud (otro autor) inspiró a componer aquel disco delicioso de 1972, justo antes de arremeter con todo su rock progresivo de Invisible y Pescado Rabioso, en una época en la que solo se podía leer literatura argentina, y por lo mismo, autores como Roberto Arlt fueron determinantes para el rock argentino de esos años (Pedro Aznar, Sui Generis, La máquina de hacer pájaros, Seru Giran, Pappo’s Blues, etc.). Por último, olvidaba mencionar a Rayuela de Cortázar y su jazz, a la influencia de Oscar Wilde y John Keats sobre Morrissey (The Smiths) y algunos libros de autores guatemaltecos como Rockstar de Julio Prado, Limbo de Javier Payeras y La Pirueta de Eduardo Halfon; en donde encontramos un universo musical que contagia.


Así, listos para mover la cabeza y pensar delicadamente en música bien delineada por literatura, los invito a revisar apuntes en libros de Ballard, a quien considero la cabeza de la música contemporánea. Y también, por qué no, explorar algunos de los libros que sugiero consultar. Y en palabras de Andrés Caicedo, como terminé la charla, «¡Qué viva la música!», porque sin ella, todo sería muy aburrido.