viernes, 27 de junio de 2014

POECLÉCTICA es valiente

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 27 de junio del 2014.




No sé en qué momento me aburrí de las lecturas de poesía.

Quizá fue la condensación de formalidades y la solemnidad lo que terminó por desencantarme de todo ese rollo ceremonioso. A lo mejor mi devoción por poetas como Ginsberg, Morrison o Lou Reed fue lo que me indujo por el camino performático (y polifónico) de la poesía escénica. No lo sé, pero a consecuencia de ese aburrimiento y la fascinación que tengo por el IDM (Inteligent Dance Music), una larga lista de tracks empezaron a martillar todos mis intentos de escritura para empezar a balbucear armonías y teclazos estridentes en los programas de audio. Aphex Twin, Mike Paradinas, Autechre, System 7, Squarepusher, LFO, The future sound of London, DJ Spooky, Proem, Brian Eno, Flying Lotus, Ryoji Ikeda, Andy Moor, Apparat y James Holden han sido algunos de esos motores detonantes.

Así, poco a poco, fui dejando las aburridas presentaciones con inmensas epígrafes y agradecimientos epistolares hacia el culo solemne de la poesía, para adentrarme en una lectura “ambient” que nombramos con Alejandro Marré y Federico Franco en el año 2010: «Poecléctica». La presentación quedó chula y sintió rico entablar un diálogo íntimo entre poesía, música y ritmo.
Después de esa primera vez detrás de una computadora, un micrófono y un megáfono todo parecía distinto. Más espectral. Más relajado. Pasaron los meses y a la jugada se sumó Alex Hentze, un excelente productor (y DJ) que le añadió profesionalismo y sonoridad alucinada al proyecto. Eso nos llevó a otro nivel de lectura y estructura. Tanto así, que meses después nos presentamos en un festival de arte junto a músicos invitados tan solo para implorar la potencia y el fulgor que tienen la poesía y la música electrónica. Tocamos por más de una hora en una jaula de un sótano antiguo, y al parecer, al público (y a los poetas) le siguió gustando.




Después de algunas presentaciones más, Alex zarpó hacia Argentina en un viaje por más de dos años. El proyecto, entonces, lo asumí con creaciones propias y otras prestadas, para amalgamar el aullido del poema con la voracidad de la música electrónica nueva. Visuales, loops, grabaciones y músicos invitados se sumaron al festín poético. Y bueno, después de dos años de no compartir escenario con Alex, por fin nos volvemos a reunir. La “lectura” o “concierto” será mañana dentro de la agenda del festival de libro La Valiente. Esta vez se sumó el talentosísimo Renato Barrios (del Colectivo Oniroide) para aderezar la parranda con sus visuales alucinógenos. Están muy invitados e invitadas, sobre todo si les apasiona la música, los píxeles tremendos y el susurro textual a quemarropa.

La cita es a las 6:30 en la Alianza Francesa. Además, media hora antes estaré “re”presentando mi libro Stereo Offset junto al dandy Juan Pablo Dardón. Así que la celebración se viene doble, digo, en estéreo.

viernes, 13 de junio de 2014

LA BATUCADA, los cadillacs y el futbol

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 13 de junio del 2014.



De la batucada tengo presente dos cosas:

1. Un viaje en lisérgico, allá por el año noventa y nueve.
2. Las tonaditas de Los Fabulosos Cadillacs, muchos años antes.


Del viaje en “ajos” no hablaré mucho, porque delinear los trazos perdidos de una memoria convulsa, y además iniciática en ciertos rituales, no es cosa importante. Aunque en el fondo, muy a mi manera, fue una plétora romántica de otros desvelos y otros sueños que recuerdo con melancolía; pero también fue un poema amargo, una retórica insulsa y una ensoñación de duendes dulces navegando por un río de Cianuro. Mal viaje, pues, para ponerlo en pocos caracteres.

Por otra parte, de Los Cadillacs de Vicentico tengo otro recuerdo. Otro gozo. Otro placer convexo. Otro tumbo sonoro.

A estos argentinos los tengo presente por ese dato tan sencillo, que fue ponerme a la Batucada en el mapa de la música (entre otras cosas). Hablo de una canción a secas. La conocida. La rallada. La quemada. La esquelética y anestesiada por el pasmo de todas las borracheras de todos los bares y todas las cantinas de todas las calles perdidas de nuestra América dipsómana y trémula. Pues si, para qué mentirnos, “El Matador” es esa tronazón de delirios que alegran cualquier fiesta y enamoran a cualquier canchita (gringa o europea). Es esa pieza elemental que amasa y adereza a toda la Cordillera Americana en una sola quimera exquisita: el delicioso bailongo o apretuje de cuerpos cachondeados.


Pero no solo es eso. “El Matador” me hace pensar en muchísimas más cosas. El ímpetu, el amor, el jugueteo de palabras, la rabia del V Centenario, etc. También me hace pensar en la grandeza de los Cadillacs y su vitalidad en la música latina, que es extensa y meritoria. Los referentes son muchísimos. Hay canciones llenas de melancolía, de letra, de punk, ska, samba, calipso, dub o reggae. El virtuosismo de algunos discos (El León, Vasos Vacíos, Fabulosos Calavera o Rey azúcar) es admirable. Digo, están muy lejos de las tonaditas de Pitbull y Shakira que anestesian los rincones donde pasan los partidos de la copa del mundo por estos días. Pero bueno, no quiero ponerme ácido e intolerante. A lo que voy es que Los Cadillacs son el epigrama puntual de una música latinoamericana muy propia e intrínseca. Allí también entran los Tacvbos, que están muy distantes a lo que se escucha en las estaciones de radio en hora pico por estos días mundialosos.

Mi recomendación, entonces, es volver a las raíces y enguachinarse de música en desuso, anticuada e incipiente. Es rechinar las cabezas del tocacasete y vapulear todos los sonidos nuevos. Como creo que no lo vas a hacer con La Marimba, pues hacelo con La Batucada, que además, está de moda por un mes y a lo mejor le quite méritos a la cumbia –tan sobrestimada desde hace algunos años hasta que perdiera su gracia, su vaho familiar, su tibia certeza, su belleza–.

Cuando te adentrés en su repique hipnótico –digo, el de la Batucada–, te van a aparecer por ahí algunos ritmos suculentos de Vinícius de Moraes, Elis Regina o Chico Buarque. Y poco a poco, te lo aseguro, irán saliendo otras delicias inesperadas –Djavan, Tom Zé, Caetano y Os Mutantes son algunos–.


Después de revisitar toda esta delicia de música por un mes –gracias a Torrentz o The Pirate Bay–, volvé a encender el Spotify o el Deezer, y buscate el disco nuevo de Jack White (Lazaretto) que está bastante interesante.