viernes, 24 de julio de 2015

AVES RARAS: El Güero

Columna quincenal publicada en Esquisses. 
Viernes 24 de julio del 2015.





El miércoles pasado me fui a dar la vuelta al Centro Cultural de España para descubrir qué era eso de las “Aves Raras”. Esa noche tocaba El Güero –un camarada de batallas impostergables que conozco desde hace muchos años–, y faltar era imperdonable. El evento parecía más que una obligación, un acto de rebelión colectiva. Sí, tenía que ir a escucharlo y abrazarlo para festejar ese su entusiasmo que muchas veces guarda –por tímido– en el escenario.

Así que manejé rumbo al centro mientras escuchaba el último disco de José González y estacioné el carro sobre la calle. Eché llave y caminé hacia el Lux con la certeza de que sería una buena noche: viejos amigos, música poderosa, artistas invitados, abrazos, música y más música. ¿Y por qué no? Algo de drogas y compañía espontánea. ¿Qué más se puede pedir? Si al aprecer uno con la música tiene casi suficiente.

Enciendo un cigarro, cruzo la calle y me topo a mi querido bróder Javier (Payeras) que está hablando por teléfono afuera de una cantina de esas que guardan secretos y aproximaciones a la verdad más insolente. Nos abrazamos, nos festejamos y cuelga de inmediato. Entramos. Adentro están dos compadres que conozco y me llenan un vaso de un litro nuevo (ya llevan varios) que Javier pide con entusiasmo. «¿A qué horas empezaba el toque?», pregunto ingenuo y aquellos me responden que ya empezó pero nos tomemos el vaso y nos vamos. Todo bien. Todo en orden. Platicamos de cosas minúsculas que a nadie le interesan: Bach, Brahms, Wagner y otras pendejadas.
Salimos corriendo y entramos al Lux donde están haciendo estos conciertos de músicos que ya llevan sus años en la escena guitarrolera de Guate. “Aves Raras”, el nombre de la onda. Cabal, como son y como siempre han sido.

Desde abajo se escucha que el toque ya empezó, pero todo bien. Subimos las gradas a prisa y entramos frenéticamente a la sala. Oscuridad total y en el centro del escenario: la luz de mi compadre El Güero.

Nos sentamos en la primera fila. Ya Javier y Marré me habían contado que leerían algunos versos consecuentes a la música de Herberth Lima, como de verdad de llama el compadre. De entrada, Sergio Valdez tirando discurso de manera radiofónica como siempre lo hace y donde se luce. Luego canciones y canciones y algunos riffs nostálgicos. La noche pinta bien, la noche pinta “pinta”. Luego llega el intermedio.

Aprovecho de una y voy directamente hacia El Güero para saludarlo. Le digo que su guitarrista está muy fuerte, muy desafinado y que pareciera que los acordes (o los efectos de uno de los ocho pedales) están muy toscos. Él, humildemente, me responde que sí con un beso y un abrazo. Me da un gustazo verlo. Digo no sólo verlo, sino disfrutar de su carisma y su magia y su voz titilante que es como un avión que viaja rápido pero que llega lejos, cala lejos, muerde el polvo de la soledad más insolente y despiadada.

Luego espero el intermedio sentado hasta el último asiento, esperando encontrar algo de paz y algo de certeza en su guitarrista. Pero no. Nada. El compa vuelve a fallar en su afán por despilfarrar armonías obtusas y esperanzadoras. Pero no seré negativo, todo lo demás del toque y los músicos me resultan FABULOSOS. Los vientos en su euforia, la voz mimetizada de nerviosismo y grandeza, el violoncello perfecto, la poesía en su lugar. Todo en su lugar. Everything in it’s right place. Everything in it’s right place. Everything in it’s right place.

Luego aplausos y más aplausos, abrazos de gente querida y algunas cervezas bien merecidas como en un reencuentro de finales de los noventa que todo lo puede. Recuerdos. Flashbacks. Sonrisas. Poemas.

No podía faltar más. Música y poesía reunida en una sola noche. Por eso les recomiendo que vayan a ver a las siguientes Aves Raras y disfruten de sesiones excelentes y poderosas que pueden detener la noche (y la tristeza) en un Bemol premeditado o un Sostenido contenido.

El próximo toque le toca al queridísimo Pablo Robledo, un excelente músico y amigo de otras batallas, que te eriza la piel en cada polifonía vocal y en cada arpegio. Su agresión es tan sutil que ni te das cuenta.

Mientras tanto, yo me quedo con la magia y “las avispas” de El Güero dando vueltas en mi colmena de madrugadas lentas con vista a esta ciudad podrida. Que como bien dice Teillier en algún poema triste, no es más que un letargo olvidado del presente que nos sucumbe.
Gracias, Güero, sos una luz de ternura en medio de esta soledad errante. Aprecio y disfruto toda tu música, tu intensidad, tu honestidad, tu sutileza.

Y a ustedes, no me queda más que pedirles que busquen su música y que vayan a los toques restante para disfrutar de la precisión vocal de estos especímenes raros y talentosos. Yo, por mi parte, seguiré escuchando Kid A de Radiohead y tratando de hilvanar el estruendo absoluto de la música.

Añado, como vi hace unas horas en el perfil de una amiga del Facebook: «la música es medicina». Salud por eso. Curémonos todos, con lo que estés escuchando ahora mismo.

viernes, 10 de julio de 2015

POEMA POSTPUNK

Columna quincenal publicada en Esquisses. 
Viernes 10 de julio del 2015.





de la nada
te despertás
zombi perdido
tibio incongruente
soñando con playas lejanas
y con corte tipo morrissey
a medio gramo o equivalente
donde la soledad anochece denso
con el mejor solo de flock of seagull
y todo pasa
pasa de moda
pasa de boca en boca
contra salivas extranjeras
que quieren ese estruend
esa canción de depeche mode
ese interludio de robert smith
esa proeza incontenible
donde la verdad
es tan minúscula
y no importa
nada
nada es deterioro
nada es silencio
nada acá
es el síntoma punketo rosa
claro tibio vagabundo triste
y la languidez
donde jugamos con vida
se cuela como todo lo demás
también
también
queda el cuerpo
marchito de olvidos
después
de bowie
y the clash
quiero bailar
mientras estalla
el paraíso
la luna
y las estrellas
entre el asombro
de sabernos encendidos
y bueno
ya mucho talk talk
y siouxsie y new order
ahora duerme
que la noche es lenta