viernes, 31 de mayo de 2013

DAFT PUNK: Random Access Memories

Hace algunos días, Eme Jota me regaló dos discos nuevos: The National y Daft Punk. No me pregunten como lo consiguió, ya que sale a la venta hasta la próxima semana. Primero, le agradecí enormemente. Segundo, me metí en la web a buscar info del disco. Tercero, le di play.

Pura felicidad. Como saben, respiro música a diario y además, un regalo es un regalo. Me conmovió el disco, me conmovió Eme Jota. Después de escucharlo varias veces me recordó que todo vuelve.



Vuelven los pantalones ajustados. Vuelven las franelas. Vuelven los peinados estrambóticos. Vuelven los colores chintos. Vuelven las pulseras exageradas. Vuelven las licras de leopardo. Vuelven las zapatillas de colores. Vuelven los efectos y sus encantos. Vuelven los sonidos básicos. Vuelve la parafernalia ochentera y los ritmos setenteros. Vuelven los viejos pasitos de baile desenfrenados. Vuelve darle importancia al pasado como se merece. Vuelven los héroes perdidos. Vuelven los Daft Punk con sus cascos. Todo vuelve. Así debe ser.

 

Ayer, mientras escuchaba el disco, alguien me comentó en las redes sociales que le parecía hermoso de principio a fin. La verdad, no sé si el disco entero esté hermoso, lo que sí puedo decir es que está denso, bien hilvanado y además, que me gustó mucho encontrar esa búsqueda constante de los músicos 'nuevos' hacia la escena musical de la electrónica vieja: Jean Michel Jarre, Kraftwerk, Gary Numan, Tubeway Army, Japan, Ultravox, etc. Por momentos se respiran muchos géneros, entre ellos pop, soul, funk, synthpop, ambient progresivo y por momentos, en la gran mayoría de los 63 minutos que dura el disco, se siente la influencia del italodisco al mejor estilo de Giorgo o Cerrone de mediados de los setentas y principios de los ochentas.

Por otra parte, me gusta mucho la ambientación melódica y la voz de Pharrell, que le da una dimensión deliciosa, muy al estilo de Justin Timberlake o todo el G-Funk (Warren G, Dr. Dre, etcétera, etcétera, etcétera) de principios de los noventa. También se escucha mucho de Sister Sledge, Chic, Sylvester, Stevie Wonder o Michael Jackson a lo largo de sus beats; creo, que son las guitarritas y el beat que le aporta Nile Rodgers a los franceses. Además, considero que es un homenaje íntimo a los sonidos modulares y en especial a las drum machines viejitas (70's y 80's) que fueron el inicio de todo el rollo electrónico a nivel comercial. Entiéndase synthpop, new romantic, electropop, hi-nrg y todo el edm. Sin olvidar la influencia que tuvo sobre el jazz, en especial sobre el smooth jazz y el jazz fusión.

Volviendo a Random Access Memories (me encanta el nombre, sugiere muchas cosas), lo siento super fresco en algunas rolas, pero por momentos aburrido y exagerado, no con esto quiero decir "malo", esa es otra historia. El disco, idealmente, está para escucharlo varias veces; a la quinta o sexta vez lo vas disfrutando mejor. Aclaro: para los que les gusta el "punchispunchis" o el french house en su mejor extensión, mejor vayan olvidándose del disco y enciérrense a escuchar David Guetta o Armin van Buuren, ahí encontrarán bailongo y poco contenido experimental. En serio, no vale la pena que lo escuchen porque no lo van a entender, en especial en canciones como Touch –que es una ópera electrónica super experimental–, Within –una baladísima hiper empalagosa–, Instant crush –un monólogo vocal muy al estilo Casablancas, quien la canta al mejor estilo de Part time lover de SW, pero lentísima– o Motherboard –una exageración ambient que teoriza la historia de la música electrónica en sonidos y efectos–.

En pocas palabras, es un disco que registra los registros y es un eterno homenaje a la memoria. Asimov y Bradbury se quedarían cortos. Es un viaje personal a través de la música que hemos escuchado y nos ha inspirado, en especial la que ha inspirado a los músicos. En mi experiencia, por ejemplo, me vinieron a la cabeza recuerdos de canciones de Chuck Mangione, Donna Summer, Diana Ross, Curtis Mayfield o todo el glam inglés de los setentas. En sí, todo un viaje inevitable al pasado.

Para los que les gusta explorar, vale la pena tenerlo. En serio que sí.

Les copio mis favoritas: Give life back to music, Giorgo by Moroder, Contact, Instant crush y Lose yourself to dance, que junto a Get Lucky son las más funkys y bailables, perfectas para días de piscina y calzoneta. Por último, y mi favorita hasta el momento: Doin' it right, en colaboración con Panda Bear. Una joya al mejor estilo de Daft Punk, que intensifica los efectos vocales y los cambios de ritmo. Pero bueno, Giorgo by Moroder creo que es la guinda en el pastel, al igual que Contact, esta última, de un espesor electrónico al mejor estilo de los franceses. Todo un viaje por el universo de las distorsiones y progresiones.

En fin, lo mejor será que lo escuchen. Las opiniones son siempre personales y a lo mejor encuentran que estoy equivocado en todo, a lo mejor sólo estoy melancólico y me da por hablar de la memoria y los recuerdos. Eso sí, disfrútenlo y olvídense de todo lo que recuerdan y conocen de Daft Punk, en especial de Human after all (2005) y Discovery (2001). Es mejor así, escuchar la música sin expectativas ni prejuicios. Eso sí: ¡Larga vida a los robots y a este par de humanos que aún nos siguen sorprendiendo con cada disco!

Au revoir.




NOTA COMPLETA EN ESQUISSES:http://www.esquisses.net/daft-punk-el-eterno-homenaje-a-la-memoria/

viernes, 17 de mayo de 2013

ISHTO JUEVEZ

Se acerca la presentación oficial de Chapuz Chapín, el nuevo EP de Ishto Juevez, este músico que ha venido haciendo bulla con su nuevo folk a lo largo de los años y últimamente ha tomado protagonismo después de haber sido telonero de los Café Tacvba en febrero pasado. Al respecto del nombre del nuevo material, una serie de anécdotas y reflexiones empiezan a darme vueltas a menos de una semana de la presentación. Escribirlas acá, es sin duda una forma de masticarlas y ponerlas sobre la mesa. Espero que generen discusión y premisas suficientes para platicar sin timidez, y más importante, aún, que generen interrogantes y respuestas a la realidad de algunos artistas contemporáneos guatemaltecos. Sobre todo a los músicos que están en autogestión y promoción.
La presentación promete ser una velada memorable, por lo que vayan afinando su oído y preparando su susceptibilidad nacionalista. La cita: El jueves 23 de mayo a las 19 horas en el Teatro Lux. El menú: Un torrente de música, arte y poesía para el alma. Lo imprescindible: Que todos lleguen sin expectativas y dispuestos a pasarla bien.
Ya dicho todo esto, lo invito a leer la nota completa.
Nos vemos por allá para salir de la olla.




PULSA AQUÍ para leer la nota completa.

viernes, 3 de mayo de 2013

TRES JOYAS: Amy Winehouse, James Blake y Friendly Fires

Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 3 de mayo del 2013.
Reeditada



Entre más digitales se convierten nuestras relaciones interpersonales, más delicioso es bailar decachetío o saltar punketeado junto a lxs amigxs. Lo mismo pasa con la música: Entre más digital se transforma, más rico resulta disfrutar de un concierto de música clásica o de una buena tamborileada frente al mar. Por eso habría que hacer un análisis exhaustivo de toda la música que escuchamos, y ver, críticamente, qué es lo que nos resulta más rico escuchar.

En lo personal, soy un híbrido indómito y ecléctico al que le gusta escuchar de todo, pero sobre todas las cosas: La música nueva y recién salidita del estudio. Esa que se reproduce actualmente como conejitos musicales. En sí, me gusta descubrir en sus matices y relieves nuevos, todas las raíces estilísticas de procedencia. Es decir: quiero sonar a, me gusta aquello, vengo de, etcétera, etcétera.


Hablando de otras cosas de procedencia, me gusta encontrar las raíces en los haikús, los cuadernos, la ilustración, la pintura, los picnics, la gastronomía griega o mezza, el sonido de los acetatos, los resbaladeros, las canicas y las bicicletas. Por eso se me antojó escribir sobre tres géneros/bandas de música discímiles, que de alguna manera extraña interactúan entre sí: Amy Winehouse, James Blake y Friendly Fires.

Esta es mi manera de ilustrar los términos Análogo y Digital. Lo malo (recontrashit), es que los tres ejemplos me volvieron a salir ingleses. Por eso me gustaría escuchar música actual Iraní o Checoslovaca. ¿Alguien sabe dónde encuentro?


AMY WINEHOUSE


De Amy puedo decir muchas cosas, sobre todo una: Se aparece en mis sueños.

La primera vez que la soñé, todavía estaba viva. Fue un sueño hermoso: Había mar, lluvia, un restaurante con muchas flores y en una de las mesas, estaban dos amigos conversando frente a una banda de jazz en vivo. Al verme me saludaron e hicieron señas para que me acercara. Para sorpresa mía, había una chica alta y flaca con ellos. La saludé y lo primero que recuerdo fue la Pin-Up topless que tenía tatuada en el brazo izquierdo, justo debajo de la herradura que dice: Daddy's girl. Me sonreí y me emocionó tenerla enfrente junto a todos sus tatuajes. Esa sensación típica y extraña que siente uno en los sueños. Una especie de conexión rudimentaria entre sensación, emoción y realidad mezclada con ficción atemporal y otras cosas. Luego subió al escenario del lugar y cantó dos canciones. No recuerdo más.

Lo que sí recuerdo es que esa primera vez no conversamos, si no hasta el tercer o cuarto sueño (porque se volvió recurrente), donde conversamos sobre música, amor y tatuajes. Una vez, incluso, hicimos un viaje a Atitlán en un jeep descapotable color rojo. Parecerá mentira, pero puedo jurarles que no es cuento. No me pasa con ninguna otra súperestrella, excepto con Björk, con quien hacemos viajes y vamos a fiestas electrónicas de vez en cuando. Incluso, la cito en poemas. Hace poco, las soñé juntas, pero sólo ha pasado una vez. Imaginen qué lujo de sueño: Björk y Amy juntas.




Por otra parte, hablar de su música me resulta insignificante. No creo que pueda añadir algo que no se haya escrito hasta la fecha, excepto que me parece una gran escritora, compositora y arreglista. Una dadora de energía, intimidad y registro vocal envidiable. Una constelación de luz –no una estrella fugaz como muchos afirman–, en la historia de la música. Asimismo, una escritora honesta con tinta inherente a su día a día, como debe de ser el arte: desgarrador y visceral, pero riguroso y estéticamente delineado.

Amy, en simbiosis, es callejera como La Mala Rodríguez. Elegante como Diana Ross. Intensa como Nina Simone y melancólica como Ella Fitzgerald. Ya comparte espacio junto a otras voces memorables: Sarah Vaughan, Etta James, Anita Baker, Stevie Nicks, Siouxsie Sioux, Shirley Manson, y sus más contemporáneas Fiona Apple, Ani DiFranco, Joss Stone, Adele, Alicia Keys o Lady Gaga.

Describir con adjetivos su contralto: Imposible.

Lo mejor es encerrarse a escuchar canciones como Tears dry on their own, Back to black, I heard love is blind, (There is) no greater love, You sent me flying, Love is a losing game, Amy Amy Amy y otras tantas más. Todo un vaivén poderoso y brillante.

Su mejor disco, el segundo: Back to black (2006), que es una experimentación deliciosa entre R&B, Soul y Pop. Una verdadera joya, la verdad. Las trompetas, las guitarras, los bajos, los coros, las bases rítmicas, todo pareciera estar en su lugar. Por eso no es casualidad que haya tenido tantos sencillos en radio y haya sido la catapulta de su joven carrera. Por momentos, hasta pareciera que estamos escuchando ecos y matices de Reggae y Neo-Jazz, que lo alinean sistemáticamente con su primer disco, mucho más jazzero, esquizoide y tímido: Frank (2003). Ambos, una delicia para escuchar frente al mar o en un asado junto a amigos queridos, siempre al aire libre y junto a una descarga de mojitos o caipiriñas bien cargadas, que rematen en una fiesta loca y salvaje, como lo era la querida Amy al ritmo de sus bailarines (inolvidables) que la acompañaban de gira.


Su look: Fabuloso y desaliñado. De mis favoritos.

Su muerte: Una patada eléctrica directa al corazón.

Su música: Inmortal y mágica, para tenerla en la repisa o en el playlist.

Su mejor concierto: Glastonbury, 2007.

Mis favoritas: Muchísimas. Acá les copio seis. No más, no menos.

1. You know I’m no good
2. October song
3. Tears dry on their own
4. Know you know
5. Back to black
6. Stronger than me



JAMES BLAKE

La primera vez que escuché a James Blake me sorprendió mucho.

Me pareció genial que un chico, de apenas 23 años, estuviera recreando tanta reverberación sonora y tanta complicidad con la poesía concreta al lado de un piano, un synth y una gama de efectos sonoros a través de la voz. No supe qué decir y me puse a googlearlo sin mayor reparo. Encontré unos videos y me puse a escucharlos. Luego me di cuenta que era mejor ver lo que hacía en vivo, a explorar y adentrarme en todos los sonidos que producía su voz y el resto de aparatos. Quise saber cómo lograba generar esa cantidad de capas de sonido, qué instrumentos usaba, cuando, donde, etc. Me quedé igual. Luego me puse a recordar la música vieja: Aphex Twin, Autechre, Geoff Barrow de Portishead y en todo el IDM de los noventas.



A diferencia de todo esto, Blake es mucho más reflectivo y melancólico. Eso, quizá, fue lo que me provocó querer saber más de su Post Dubstep, como llaman a lo que hace.

Entonces, bajé su primer disco: James Blake (2011), y la gran mayoría de pistas me parecieron lentas y aburridas, a excepción de las interesantísimas: I never learnt to share, The Wilhelm Scream, To care (like you), I mind y Unluck; que con un vendaval de loops, bases rítmicas y otros artilugios digitales logran crear dimensiones exquisitas entre el spoken word, la poesía y la música. Si bajan o compran el disco, bien, aunque les recomiendo seleccionar algunas canciones vía iTunes, entre estas: Limit to your love.


Por esos días en que escuché a JB, mi proyecto de poesía sonora Poecléctica estaba dando un nuevo giro: Alex Hentze, productor amigo junto a Federico Franco, otro gran músico, se incorporaban al proyecto para experimentar con loops rítmicos y repetición de palabras o fonemas sobre pistas de D+B hechas en el instante por el geniecillo de Alex. Quise tener todos esos aparatos para recrear palabra y poesía. Me inundé de rabia y escribí algunas pistas retóricas. Luego, me dispuse a disfrutar de Blake en los audífonos. Un cúmulo de sonidos rebotaron inmediatamente en mis oídos: Keyboards, synths, voces, ecos, sonidos de infancia, máquinas de escribir electrónicas, diapasones espaciales, verborreas repetidas, sonidos industriales, catedrales barrocas y poesía en intervalos. Toda una marea de beats exquisitos. Sentí terror y pena ajena por los músicos, que a base de una guitarra acústica y canciones de la nueva trova, se sienten los amos del universo.


Regresando a JB, puedo recomendar más los EP’sy su segundo disco: Overgrown (2013), recién salido hace algunas semanas. Las once pistas están hilvanadas, como en su primer material, por una melancolía dispersa que se intensifica con las repeticiones de la voz y la caja rítmica. Por momentos pareciera que JB te va durmiendo con su música. Por momentos, pareciera también, que no te quiere soltar y es cuando entra el punchispunchis melódico, una especie de viaje onírico vocal, producto del trance generado por loops, osciladores y sintetizadores. Aunque a veces, creo que le falta más punch sonoro, un poquito de constancia rítmica y muchísima más melodía. Pero lo logra, eso sí, en Digital Lion, Voyeur y la rapeada Take a fall for me (en la que introduce a RZA, más conocido como The Scientist), que me recordó al Faithless de finales de los noventa, especialmente a las rapeadas de Maxi Jazz.



En sí, creo que verlo en vivo sería algo que me gustaría disfrutar más adelante, no como el público adolescente del Coachella de este año, que parecía adormecido y distante (como le pasó a Blur y a otras bandas más).

Mi consejo: Estén pendientes de JB, ya que es un chico al que no hay que perderle la pista, y que en conjunto con Brian Eno –el gurú de la experimentación y la música generativa– conversaron algunas horas sobre la realización de este nuevo disco.

Bájenlo y hagan su propio juicio. Disfrútenlo.




FRIENDLY FIRES

No sé si fue The Rapture, The Knife o Franz Ferdinand los que tuvieron la culpa. Lo que sí tengo presente, es que la primera vez que escuché Auf Acshe de FF en el 2005, supe que algo había cambiado en la música. Ese año varias bandas ‘inquietas’, no sé si sea el adjetivo correcto, sacaron discos que registraban un cambio: Arcade Fire, Editors, Bloc Party, OK GO, Death Cab for Cutie, Caribou, Broken Social Scene y LCD Soundsystem. Esta última, creo que fue la que marcó un estandarte dentro del mainstream de la nueva movida electrónica de la cultura pop. Acoplar desfiles de moda, tendencias tecnológicas, programas de televisión, vestimenta ligera, estilos de vida y letras precisas a la música, fue lo que impulsó a muchas marcas transnacionales a querer involucrarse en esta nueva ola que venía gestándose desde inicios del 2002.

El nombre del género: Disco-Punk, que era una mezcla extraña y necesaria entre Acid house, Post-Punk, Rock alternativo, Rock garage y Pop sicodélico; muy parecido a lo que hacían los Happy Mondays, Pet Shop Boys o New Order en los ochentas, pero con más distorsión y otro sinfín de elementos. En otras palabras, para hacerlo más comprensible: Música bailable pero con estridencias punketas y acordes básicos. Perfecta para una fiesta loca, una tacha compartida y una buena dósis de baile o buen sexo. Acá un ejemplo: Pow Pow (aunque en la versión extendida del album se aprecia muchísimo mejor).

En una entrevista, James Murphy (frontman de DFA Records y LCD Soundsystem) responde que lo único que hizo en esos años fue escribir sobre las fiestas que sucedían en su casa y el estado que éstas producen en el cuerpo, luego asegura, que la música se acopló perfectamente y todo lo que vino después, tenía que pasar.

Qué rico pensar de esa manera después de que has vendido millones de discos y que tu música ha sido ‘el alma’ de no sé cuantas fiestas alrededor del mundo. El último toque de LCD, por cierto, fue durante el 2011 y a pesar de los rumores, no piensan volver a tocar.


Regresando al tema del Disco-Punk, acá podemos encontrar a muchísimas bandas, la mayoría no pasan de cinco años desde que empezaron a tocar y a explorar entre varios géneros. De todas estas bandas, mi favorita es Friendly Fires, que con sólo dos discos han entrado en los charts más importantes de la música actual.

En dos palabras: Bailables y explosivos.

La primera vez que los escuché fue en una fiesta, ¡qué extraño! No era una terraza, se los aseguro, pero sí había un patio en el que muchos fumaban cigarros y platicaban de las cosas que uno suele platicar en la fiestas: De nada que recordés al día siguiente.

Pues yo sí recuerdo que un bró, DJ y melómano, me dijo: Te van a gustar estos chatos.

Empezamos: Jump in the pool, In the hospital, Skeleton boy, Photobooth. Genial, no dije nada. Mi cabeza iba y venía al igual que los vinos. Alguien iba a cambiar de música y mi bró lo detuvo. Le di las gracias. Yo estaba extasiado. Luego vinieron mis favoritas: Paris, Ex lover y Lovesick. Todo un viaje bailable en mi cabeza y en los pies. Toda una delicia de beats. Luego me dijo que me los enviaría por correo, ya que aún no había Dropbox y yo no tenía un uesebé a la mano.


Cuando ya escuché el disco en casa, Friendly Fires (2008), me di cuenta que lo habíamos escuchado casi todo en la fiesta. Lo escuché por días hasta el cansancio. Vi algunos videos en la tele y ya no los volví a escuchar jamás. Luego, en el 2011 me enteré que habían sacado disco nuevo: Pala (2011). Casi ni lo escuché, pero me gustaron: Running away, Blue cassette y True love. Todas las demás me parecieron rebuscadas y aburridas. Creo que este disco es menos auténtico y menos visceral que el primero, en el que se sienten los aristas de un grupo de músicos pasándola bien. En cambio, en este nuevo disco, se percibe que hay una búsqueda por encontrar un sonido y eso, justamente eso, es lo que lo hace no tener dirección. Abundan los matices del New Wave ochentero, pero el Funk, el Pop y la experimentación es lo que hacen que se pierda.

Sin dudas, les recomiendo bajar el primero y olvidarse del segundo.

El primer disco es una sesión de baile completo, con sus aristas electrónicas y su electroclash fiestero. Un disco perfecto para celebrar cualquier cosa, electrizar la noche, manejar rumbo al mar, hacer guerras con bolsas de agua, estremecerse entre los amigos.

En sí, música ligera y perfecta para pasarla bien, bailar y viajar.

Si no, pues sigan escuchando Nueva Trova.