
Dentro de un mes todos estaremos chamuscados, fritos como Pollo Pinulito y tostados hasta el corazón como anticuchos peruanos. El asteroide homicida que dijeron los escépticos, la luz apocalíptica de la que hablaron los extremistas religiosos, el cambio de era de los más espirituales, el terremoto masivo de los geólogos contemplativos, el cambio climático de los científicos proféticos, con sus olas eternas y gigantes, o la venida del Anticristo con sus caballos y trompetas según los dogmáticos; nos habrán dejado con los colochos hechos y las ganas de hacer muchísimas cosas que siempre nos prometimos y nunca hicimos. ¡Pinches Mayas, yo que quería publicar a Eduardo Juárez y Manuel Tzoc en Vueltegato Editores para el 2013!
Por eso mismo, al mejor estilo budista zen contemporáneo, hay que desapegarse de cuanta basura nos esté estorbando y de cuanto bien material no nos esté dejando ser felices y libres. La idea es sencilla. El día a día nos aturde con sus devaluaciones, decisiones, tormentos, deudas, horarios, marido, esposa, amante, vecinos, noticias, Emetra, Otto Pérez, pésimos locutores argentinos, chismes de barrio, precio de la gasolina, la guerra entre Palestina e Israel, el frío de noviembre, etcétera, etcétera, etcétera. De eso no hay duda. Vivir es cansado y jodido. Aburre, pues, dirán los menos optimistas.
Pero piénselo bien. ¿Qué haría usted si le dicen que tiene menos de 30 días de vida, 28 para ser más exactos, porque la humanidad va a colapsar como una bola de papel yéndose por el inodoro? ¿Qué haría? En verdad, ¿a dónde se iría?, ¿renunciaría al trabajo?, ¿besaría a su prima?, ¿asaltaría un banco?, ¿incendiaría la Muni? Piénselo bien. Respire profundo y piense detenidamente:
¡¿Qué carajos haré en mis últimos 28 días de vida?!
¡¿Qué carajos haré en mis últimos 28 días de vida?!
Tome decisiones. Haga números. Escriba un inventario. Decida lo que se le antoje. Piense en sus hijos -si los tiene- o en su mascota. Piense en sus familiares que viven lejos. Piense en la mujer o el hombre con quien siempre quiso algo. Piense en el carro o el viaje de sus sueños. Piense cuánto dinero tiene en el banco. Analice la situación con su pareja o su trabajo. Analice la situación legal en la que está involucrado. Piense detenidamente, qué es lo que siempre ha querido y nunca ha obtenido. También medite sobre sus obligaciones, si las tiene, y piense si valen la pena o no, porque el mundo se va a acabar así como película de Hollywood. Ya no hay vuelta atrás. La esperanza de que un planeta superhéroe nos salve, es nula e idiota de tan sólo pensarla. La Tierra, Gea, Casa, Madre Tierra, nuestro planetita del Sistema Solar o como diablos le quiera llamar, se va a derretir o desaparecer o entrar en un agujero negro en lo más recóndito del Universo hasta que... ¡KAPUT!
De eso no hay duda. Usted tiene 28 días y una hoja en blanco para decidir qué quiere con sus últimos días de vida. Es como una desintoxicación de lo que siempre ha vivido y siempre ha tenido. Usted tiene 28 días para empezar de cero y vivir al máximo o sencillamente sentarse a esperar a que le jalen las canillas. El conteo empieza hoy. Cambie su vida, o al menos los últimos 28 días de su vida, drásticamente.
En mi caso, ahora que lo pienso bien, me gustaría hacer muchísimas cosas, pero no le quiero abrir mi corazón a usted, que es un extraño y lo conozco muy poco. Entonces sólo le dejo algunos ejemplos para que se inspire y haga su lista personal. Algo sí le pido, no exagere, sea honesto con sus deseos. Pedir que un Policía de Emetra razone, después de haberle puesto un cepo por bajarse a hacer cualquier cosa por 5 minutos, es imposible. Hay cosas que nunca cambian y pedirle lógica a un Emetro, es algo imposible.
Pero bueno, estos son mis ejemplos.
Pero bueno, estos son mis ejemplos.
1. Primero, llamaría a Morel o a Osmara para que me tatúen la espalda y brazos en una sesión intensa de un día. No toda la espalda, ni todos los brazos, claro, sólo algunos tatuajes específicos que siempre he querido.
2. Después de estar pimpeado, iría a un banco a pedir un préstamo enorme (que nunca pagaré, claro), para irme a viajar por Oceanía, Nepal, Japón, República Checa, India, Grecia, Hawaii, Perú, Brasil, Colombia, Bélgica y todos esos lugares que no conozco. El viaje tendría que ser de 20 días, porque no me quiero pasar de avión en avión mis últimas horas. Que el banco no me de el préstamo, no es opción, pero bueno, siempre hay Plan B: Anarquía.
3. Ya con 21 días gastados, robaría una Range Rover de algún concesionario y la llenaría de vinos, quesos, panes con especias, embutidos finos, cervezas alemanas, drogas de diseño, cuchillos, tablas, estufa portátil y telescopio. Manejaría rumbo al Lago de Atitlán, Laguna Lachuá o Laguna de Yaxhá, a pasar 4 días solo (aunque acompañado sería mejor) para ver las estrellas y dormir sin soñar con trabajo, ciudad, ruido, obligaciones. El viaje me duraría 4 días, no más. Quedarme allá es una opción. Llevarme a Faso, el huskie de mi familia, también es opción, aunque no quiero estresarme cuidando perros.
4. Si regreso a la ciudad, convocaría a mis amigos más anarquistas por medio del Facebook e incendiaría junto con ellos los edificios públicos del Centro Cívico (en especial el de la Muni, con algunos funcionarios y diputados dentro) y algunos árboles que están frente a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, para que la fogarada sea sublime y nos calentemos todos juntos, así invitamos a vagabundos que viven en la calle y no sufrimos de frío. Luego subiría a la terraza del hermoso Teatro Nacional y amplificaría, con un equipo de bocinas para conciertos masivos (patrocinado por Farnes, de Bad Attittude), la música que más me gusta para que se escuche desde cualquier rincón del centro. Invitar a bandas a que toquen en la terraza, también es una opción. La logística estaría a cargo de Jorge Rodas, de CREA, y las tres bandas nacionales que pediría como requisito son: La Tona (con Alexis, claro), Tiananmen (para que toquen The Cure) y El Gordo (pero con banda).
5. El último día, 21 de diciembre, la pasaría con mi familia e invitaría a algunos amigos a cenar (Ana, Javier, Pablo, Ana, Juan Pablo, Marré, Leslie, Eva, Nella, Fede, Juevez, Toro, Pedro, Paco, Titi, Guicho y otros). Les cocinaría algo especial y pondría música de Alex Hentze para ambientar, mientras bebemos vino (drunk texting y drunk dialing son opciones necesarias, luego de algunas copas). Después chatearía con mis amigos: Salvador Luis, Daniela Camacho y Luis Cháves que viven en otros países, y nos reiríamos de algunos chismes literarios. Después de un rato, encendería el televisor para ver las noticias del fin del mundo, y sería un gustazo encontrarme con las curvas de Marisol Padilla, la presentadora del clima de Guatevisión, hablando de que se esperan fuertes vientos del norte para la noche de mañana, viernes 22, y días calurosos para el resto del fin de semana.
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