martes, 9 de octubre de 2012

GRACIAS a los soldados...

FOTO: Marcha a favor de
exmilitares, septiembre 2012.
Gracias a los soldados, y no a los poetas, las balas son el orgullo nacional de este país que se desangra y palidece a cada segundo como un gato moribundo en medio de un enjambre de avispas asesinas. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la herencia que le estamos dejando a nuestros niños es la de una libertad doblegada y aprisionada por la mano dura, tendida en el fondo de una fosa común y olvidada por la gran mayoría a través de los años. Gracias a los soldados, y no a los poetas, en nuestro diccionario la palabra Ley significa pólvora. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el sustantivo más usado en los últimos treinta años de historia en Guatemala es: dolor.


 
Gracias a los soldados, y no a los poetas, "violación" es una palabra común y corriente, usada sobre todo por los más débiles, que a grandes rasgos somos la mayoría. Gracias a los soldados, y no a los poetas, aquí la vida no vale nada. Gracias a los soldados, y no a los poetas, miles de mujeres y niñas fueron ultrajadas bajo el denso silencio de la selva y el estruendo abominable de un escuadrón de salvajes. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la libertad de expresión es una cláusula que nunca ha existido en la Constitución de la República. Gracias a los soldados, y no a los poetas, hay un sinfín de historias dolorosas que cuentan los familiares de los miles de desaparecidos a lo largo y ancho del territorio de este paisito. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el genocidio es algo que existe en los cuentos de soldados, escritos por soldados, en un país lleno de soldados que son dirigidos por generales soldados, que tienen esposas y amigos corruptos que dicen: "en Guatemala no hubo genocidio".


 
Gracias a los soldados, y no a los poetas, las balas tienen una misión específica: tumbar al inocente. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la lucha sigue siendo contra el Sistema y sus devaluaciones y corrupciones constantes. Gracias a los soldados, y no a los poetas, huir de tu propio país, resulta a veces, la única esperanza. Gracias a los soldados, y no a los poetas, un arma de fuego es la imagen más patética y cobarde de hacer justicia. Gracias a los soldados, y no a los poetas, un niño llora desconsoladamente, confundido, tras la muerte abrupta de su padre en medio altiplano guatemalteco. Gracias a los soldados, y no a los poetas, ese difunto padre no podrá cargar a sus nietos cuando el niño crezca y tenga hijos, sin orgullo ni patria, y la vida lo pase llevando de frente como quien nunca fue feliz, dicho, pleno. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el presente de este país es sólo pólvora, lamento, paranoia y desasosiego. Gracias a los soldados, y no a los poetas, un fusil en forma de guitarra es capaz de asesinar, ensordecedoramente, a más de cinco mil ingenuos en un estadio un día domingo. Gracias a los soldados, y no a los poetas, avanzar significa rebobinar el pasado una y otra vez dolorosamente.


 
Gracias a los soldados, y no a los poetas, el poder intelectual de generaciones pasadas, sencillamente desapareció por completo. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la vida aquí no tiene un mejor panorama. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la muerte sigue siendo nuestro pan de cada día. Gracias a los soldados, y no a los poetas, nuestro futuro viste de luto en los días en que una celebración es necesaria. Gracias a los soldados, y no a los poetas, la rebelión está por venir en cualquier momento. Gracias a los soldados, y no a los poetas, el engaño se ha vuelto cosa de respirar todos los días desde cualquier rincón de este país lleno de espanto. Gracias a los soldados, y no a los poetas, los diarios anuncian desconsuelo en cada una de sus páginas todos los días. Gracias a los soldados, y no a los poetas, miles de familias fueron desalojadas de su tierra, que era lo único que tenían para cultivar el vasto poema que es la vida. Gracias a los soldados, y no a los poetas, miles de guatemaltecos han sido privados de lo único que verdaderamente les pertenece: su vida.



Gracias a los soldados, y no a los poetas, lo ocurrido en Totonicapán el jueves pasado es un recordatorio constante de que no hemos progresado en absoluto; y que a pesar de ser un hecho independiente, y fortuito, es un evento del cual algunos se enorgullecen de tildar como "justo y necesario".


Gracias a los soldados, y no a los poetas, la literatura es un refugio, una especie de búnker personalizado donde se construye un tierno panorama de a poquitos.


Gracias a los soldados, y no a los poetas, aquí no hay futuro, ni respeto, ni dignidad. Ni mucho menos memoria.



Gracias a los soldados. Muchas gracias.





LINK DE FOTOS:
http://primavera-tirania.com/libro/index.html

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