jueves, 19 de julio de 2012

LA POESÍA vista desde un autobús


65 Obelisco (Letra Negra, 2012)

Asumir el viaje de la poesía no es más que frecuentar el mundo exterior a a través del ojo propio, para después hacerlo íntimo, escueto y emotivo, por medio de hilvanar imágenes mientras se retrocede el tiempo con la voluntad cinematográfica y sensorial que tiene la memoria. Todo este proceso congnitivo sucede en milésimas de segundo y tampoco es algo que nos interese interpretarlo, leerlo o escucharlo. No tenemos tiempo. Todo va de prisa. Nos interesan dos cosas, en breve: Uno, la realidad contexto del poeta. Dos, el lenguaje que utilice. Aquí abordamos estilo, sintaxis y retórica. Esto me hace pensar en muchas cosas. Vamos despacio.

Por ejemplo, alguna vez escuché decir que ‘la poesía es el viaje del letargo’. No sé si fue Monterroso o Monsiváis a quien se lo escuché, pero este concepto me sitúa ante una hipótesis lingüística que atesora el verdadero significado de la palabra poesía: Si el letargo (entiéndase como el sopor sintomático de varias enfermedades nerviosas que provocan un estado de somnolencia profunda y prolongada, blablabla) es una experiencia vital para el poeta –quiero decir: adormecer la imagen, el tiempo y el lenguaje–, la poesía no es más que el leitmotiv del mismo. Es decir, se escribe poesía para aletargar el tiempo, y además, la poesía es también un estado de somnolencia visto desde el creador mismo.


Aterricemos un poco: Después de fumarte un par de buenas caladas de mariguana empezás a sentir que todo cambia de velocidad y sucede lento, lento, lentísimo. Ves como tus amigos conversan y podés capturar, fotograma por fotograma, toda la articulación de sus mandíbulas hasta que expresan alguna palabra o sonido. También escuchás como la música sube de intensidad y podés diferenciar todas las capas de beats que la pista incluye (batería, bajo, sintetizadores, guitarras, voz, etc). Mientras todo esto pasa, vos estás asociando todo eso que ‘palpás’, sensorialmente, con todo lo que estás pensando e imaginando.


Pues eso, justamente eso, es la poesía. Sólo que visto desde una perspectiva neurocognitiva y científica, me atrevo a decirlo.


Ya con toda la hablada que les di, pensemos en dos películas de Lars Von Trier que utilizan cambios de velocidad (cámara lenta y yuxtaposición de tiempos): Anticristo (2009) y Melancolía (2011). Si no has visto ninguna de las dos, te sugiero que las bajés de inmediato. Valen la pena. En estas películas, LVT se vale de la temporalidad visual para detener imágenes que nos produzcan ese efecto que les hablaba antes. El movimiento de los árboles o las nubes, que es distinto al movimiento que hace un brazo, al igual que la velocidad con la que un caballo cabalga o el gesto que hace un guiño de ojo, mientras dos personas copulan de manera veloz, pero todo sucediendo en cámara lenta y a distintas velocidades.


Esa yuxtaposición de velocidades es un recurso poético con el que puedo explicar el proceso que les hablaba anteriormente. Pero no estamos hablando de cine, recuerden, aunque a la poesía contemporánea este elemento, o recurso visual, le queda como anillo al dedo.




Pues todo esto me puse a pensar después de haber leído varias veces 65 Obelisco de Pep Balcárcel. Un chico a quien conocí hace alrededor de un año y con el que me he entusiasmado en pensar que es el futuro de la nueva poesía guatemalteca. Deseo que siga escribiendo y que algún día no muy lejano, Pep asuma la narrativa, porque me agradaría ver como desarrolla historias.

A ver, veamos por qué.

Pep es un chico con gustos estridentes de música. Es un lector ávido, ácido, rabioso y melancólico. En sí, un aficionado al buen gusto y no es marihuano, aclaro. Parece un rockeropunk atrapado en la vestimenta de un hipster-contempo-emo, pero bueno, creo que todos los poetas actuales tenemos algo de eso. Por otro lado es un alma atormentada y ansiosa, llena de furia adolescente y de pragmatismo adulto. Tiene deseos de mandar todo a la mierda, pero también es romántico y le gusta el padecimiento que provoca vivir en este mundo, algo muy parecido y congénito con los simbolistas franceses o los poetas beatnik (Ginsberg, Keroauc, Cassady, Rimbaud, Baudelaire, Lautreamont). En sí, esa pugna es el motor tan valioso en la poesía de Pep, con quien hemos conversado de bandas como Radiohead o Portishead, y de autores como Carver, Bukowski, Sallinger, Pound, Panero entre tantos otros, atormentados (a pesar de nuestra diferencia de edades) como nosotros.

De su libro puedo escribir muchas cosas, pero seré breve, porque el libro es un brevario de su poesía actual y además, es una especie de libro concepto que pretende evocar el viaje de la poesía a través del viaje en autobús: la Ruta 65, que conecta dos barrios totalmente distintos de la Ciudad de Guatemala a través de sus venas equidistantes. Ya con esto, el libro es un registro y un mapeo del suceder cotidiano del joven autor, quien apenas tiene 19 años.

En cada poema, no más de 30 en total, el autor nos acerca a sus miedos, sus fantasmas, sus anhelos, sus rabias, sus ilusiones, sus tormentos, sus ternuras, sus temperamentos. Lo hace de una manera directa y voraz, eso me gusta. Otro detalle es la brevedad, que es algo congénito en la nueva poesía contemporánea. Pero a pesar de esa brevedad, cada poema nos adentra en la sorpresa de un joven que despierta en los brazos de la poesía y el mundo, mientras el ruido maldito de la calle resuena con su repicar de horas malversadas y sonámbulas a todo momento. La carencia de conectores lingüísticos (disyuntivos, temporales, locativos, etc.) en la mayoría de poemas hace que sea una poesía de fácil y rápida lectura, muy al estilo de un samurai que lo finiquita todo en menos de un segundo. Me gusta como el poeta adquiere una identidad propia, sin miedo, al interrelacionar sentimientos opuestos en un mismo poema. Eso genera desconcierto, sí, pero es una característica humana a la que nos podemos remitir a la largo de nuestras vidas.
Creo que para ser su primer libro, va por buen camino.

Además, es un libro que se lee en menos de 15 minutos, mientras nos fumamos un cigarro o escuchamos un buen disco, ya que el fulgor sistemático de la poesía de Pep siempre está asociada con música. Así lo siento, y creo que se percibe desde los primeros poemas, que parecen haikús insolentes, taipeados desde el otro lado del computador mientras ve porno y hace tareas del colegio.
En sí, es un libro para lectores jóvenes que quieran sentirse identificados con el sentir de una generación que lo sabe todo y lo dice todo, porque el Internet, quieran o no, así nos lo ha enseñado.

Acá les copio dos poemas.



*
tengo pensamientos torpes
mi poesía es mediocre
los sueños que sangro están muertos
pero tu sonrisa
no sé qué decir de ella
aún me conmueve



*
el tiempo pasa muerto
como el humo de los vehículos
con la canción moderna que detestas

el humo se detiene
se lleva los sueños
con los colores de algo ajeno

el corazón muerto
es una mirada perdida
soy el llanto
nuestras melodías

todo acaba
la esperanza es cosa de viejos aburridos



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65 Obelisco
Pep Balcárcel
40 pags, Letra Negra, 2012
ISBN: 978-9929-557-34-5

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