jueves, 12 de abril de 2012

POLAROIDS de una Semana Santa en Guatemala

Columna publicada en Diario de Centro América y en libro SPAM (2012, 2013).
Jueves 12 de abril del 2012.
Reeditada.



Foto: Puerto San José en Semana Santa
Viernes de Dolores: El tráfico en el Centro Histórico es insoportable. Una horda de acalorados inunda las calles. Pancartas burdas. Comentarios voraces. Altoparlantes con calcomanías del Che Guevara se derriten sobre el pavimento. Un guardia atento levanta su fusil y deja ver un diente de oro dibujado en su sonrisa. Un recién nacido llora frente al grandilocuente disfraz de un universitario. Así, la clásica Huelga de Dolores, anuncia la llegada del ansiado verano guatemalteco.

Domingo de Ramos: Los feligreses cargan procesiones. Un sol lapidario irrumpe sobre las andas. Unos cucuruchos purpúreos conversan sobre Arjona con un octavo de aguardiente en una tienda de barrio. Dos policías de tránsito desvían los autos hacia un callejón minúsculo. La fe guatemalteca avanza lentamente por una alfombra fotográfica. Colores brillantes. Bíceps cansados. Niños lloriquean insistentemente por papás desesperados que los jalan del brazo. Unas manos robóticas reparten volantes de un reconocido centro de abarrotes. Olor a sudor bajo las túnicas.

Lunes Santo: Los supermercados se abarrotan de ciudadanos hipersensibles que hacen fila para facturar cervezas, chancletas de oferta, latas de atún y más cerveza.

Martes Santo: Se suman las filas de multitudes en los bancos, gasolineras y paradas de autobús. Algunos otros más afortunados, nadan en playas extranjeras y, en las redes sociales, empiezan a circular mensajes que incitan al nihilismo alcohólico.


Miércoles Santo: El exhuberante barroquismo empieza a sacar sus mejores galas. Día propicio para tomar fotos.

Jueves Santo: La mayoría de guatemaltecos desocupan la ciudad y un vacío infinito se cuela en horas de la tarde. La Aguilar Batres y la Calzada Roosevelt se ofuscan de reguetón, edecanes de última hora e inflables de todos los colores y tamaños.

Viernes Santo: La ciudad es un mutismo irremediable. Unos ladrones primerizos aprovechan para robar estéreos y platos de carros en la oscuridad de los barrios menos afortunados. Día propicio para leer y comer pescado en todas sus variantes.

Sábado Santo y Domingo de Resurrección: Un halo de resaca sobrevuela la cabeza de los vacacionistas. Las playas yacen bajo una capa de envases vacíos, bolsas de chucherías y recuerdos sombríos, o de culpa. Las autopistas se llenan de autos de todas las marcas, todos los modelos y todas las condiciones sociales.


Dos días después, todos queremos más vacaciones.

1 comentario: