jueves, 7 de noviembre de 2013

POLAROIDS MUSICALES: Música para barriletear


Así es, noviembre sugiere muchas cosas.

A ver, empecemos por lo evidente: finalizó el invierno, y ése malestar de deseos guardados en remojo, lo tiene a uno harto. Entiéndase bien: HARTO, en MAYÚSCULAS y negrita. Digo, para qué mentir. La lluvia será muy linda, y todo lo que quieran, es decir, trae esperanza, verdor, vitalidad y sobre todo agua -que siempre es necesaria–. Pero cansa. Nos nos dejemos engañar. Vivir en el trópico es atractivo y ventajoso, pero también es castigo, y diluvio eterno, y encierro obligatorio, y desesperación infausta, dañina, perenne, maldita.

Quiero decir: «Seis meses de lluvia, ¡ya son suficientes!».

Pero bueno. Volvamos a noviembre y a su infinito abierto, condensado, delirante, aterido. Es cierto, noviembre es un ventilador encendido, un celaje y una ventisca de puras melancolías. Pero también es un barrilete. Y una diáspora. Y una sentencia. Y un azul profundo. Y una bufanda lista para abrigar todas las formas de cariño entreabiertas y encubiertas.

No digo esto por afán poético, aunque noviembre, sí, lo pone poético a uno, aunque uno no quiera. Sólo basta con ver el cúmulo de signos que habitan al susodicho, digo, porque noviembre también es un cuarto lleno de fantasmas y un alarido de promesas olvidadas, de estaciones, sabores y aeropuertos. Aunque también, y en eso no quiero parecer enardecido, hay que recordar que el mes abre con el Día de Todos los Fiambres, y luego, con el Día de Todos los Difuntos, o los muertos, o las ánimas, o como quiera usted llamarle. A lo que voy, es que se celebra a la muerte, al Mictlán, al Tlalocán, al Xantolo, a Xibalbá. Y esto supone, despojarse de todo el presente por un solo día a través de ofrendas, flores y rituales. En otras palabras: sufrir, llorar, resignar, ofrendar, perdonar, olvidar y luego respirar.



Ese es el misterio de la velita encendida de noviembre. Rezar por la vida, por la sanación, por la sensación, por la humilde llama del transcurso, por el fuego interno que corre y nos corroe. Quiero decir, noviembre es para celebrar la vida después de la muerte, después de la tormenta, después del diluvio, después de los pijazos del año entero. Es perfecto para ir a los festivales de arte, de cine, para asistir a las presentaciones de libros certeros, para salir a la calle, para caminar por el parque, para viajar, para salir de la ciudad. En ese sentido, noviembre es hermoso. Es un recién nacido que ya sabe hablar. Es una palestra de conversaciones nuevas, de libros recién abiertos, de fiambres obstinados, de vacaciones esperadas, de abrazos desbordantes, de mucha piel y música para volar.


Por todo esto, y lo otro –lo que se descubre en ese intervalo de lo que dura una canción o lo que dura noviembre–, acá va una selección de seis discos para barriletear como usted quiera. Como se le antoje. Como se le de la regalada gana antes de que llegue el cueterío, y el tráfico, y los convivios, y las bombas de fin de año que todo lo ciegan y ensucian.



FRANZ FERDINAND: Right Thoughts, Right Words, Right Action
Disco hecho para lxs fiesterxs, lxs rocanrolers, lxs que les gusta el buen sonido postpunketo y el buen dancin a deshoras. Disco conciso y revuelto, con destellos de dance-punk y disco-funk, esos sonidos ya característicos de la banda. Can’t stop feeling, la arista más sublime, una mezcla de Donna Summer, Moroder y LCD Soundsystem. Puro ritmo. Puro ritmo. Puro baile. Puro placer. Además, tiene un segundo disco con pistas en vivo. Nada mejor que eso.


ZOÉ: Prográmaton
Disco suavecito y lírico. Hecho para lxs enamoradxs, los rxmánticxs, lxs posesivos, lxs intensxs, lxs que guardan las uñas y rompen las tuercas del amor en un abrir y cerrar de ojos delirantes. Arrullo de estrellas, Panoramas, Andrómeda y la de Shangai son el ejemplo. Espacial y sintético, amoroso y tierno como el Unplugged, pero nunca sicodélico, ácido y trepidante como Memo Rex o Reptilectric.


MOBY: Innocents
Moby siempre sonará a Moby, es una regla. Este disco, como toda su discografía, es para lxs tristes, lxs melancólicxs, lxs yoguis, lxs amantes de la naturaleza, lxs que sueñan una epifanía a través del gospel y la electrónica. Lxs que aman ver las nubes y el cielo. Lxs que destilan amor por la humanidad, y perecen, sutilmente, en su bipolaridad de seres solitarios perdidos entre la muchedumbre. Disco obligatorio para que truene en el carro. Sublime y melodioso como Play (con sus B-Sides), pero con más colaboraciones y menos eco.



BOHEMIO: Andrés Calamaro
Hace tres años tembló La Ermita. Hoy tiemblan los parlantes con el mismo sonido. Es un disco que revitaliza al Andrés que todos conocemos (Alta Suciedad y Honestidad Brutal), en el que deja los covers, los demos, las cumbias, los tangos, los boleros y todos esos adornos –bien logrados– que lo hicieron dejar por unos años el buen rocanrol. En pocas palabras, es un disco hilvanado con canciones básicas y juegos de palabras, típicos del Salmón dylanesco, que deleitará a lxs calientes, lxs enamoradizxs, lxs bohemixs, lxs bluserxs, lxs borrachxs. Una buena dosis de música selecta, exclusivo para fans del rock de Andrés. Rehenes, Plástico fino e Inexplicable, son las joyas que lo redundan. Pareciera que Andrés volvió a las andadas de madrugada y a las letras express, esas que se escriben en cinco minutos bajo algún estimulante.


PHOENIX: Bankrupt!
Para lxs poperos, lxs retro, lxs melódicxs, lxs que bailan punchispunchis pero también escuchan Timbiriche o Kraftwerk, lxs del bar al after, lxs de tachas y drogas de diseño, lxs que se persignan cuando suena una tediosa bachata, lxs que odian el reguetón más sucio pero lo bailan, lxs que sueñan con un mundo más limpio, lxs que alucinan con Empire of The Sun, Yo La Tengo y Arcade Fire. En fin, Bankrupt! se aleja de los sonidos de su primer disco, Wolfgang Amadeus Phoenix, pero reafirma con esta oda a los sintetizadores, y al new wave, el mejor pop hecho en Francia de los últimos años. Don’t y Entertainment lo confirman.


ARCTIC MONKEYS: A.M.
Este disco comprueba que la rebeldía del adolescente punketo, ya quedó atrás en Brian Turner y compañía. A.M. está lleno de sensualidad, delicadeza, equilibrio y precisión. Es un disco para lxs amantes del buen rock setentero, pero también, para lxs que huyen del fenómeno masivo del indierock actual, en el que todo es mainstream y bomba de terciopelo luminosa. Un lujo de disco, como lo he dicho varias veces entre amigos, perfecto para empezar con Fireside (carretera al puerto), y terminar con Knee Socks o Do I Wanna Know? sobre el colchón más cercano de los humedales.



Columna quincenal publicada en Esquisses.

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