Columna quincenal publicada en Esquisses.
Viernes 10 de julio del 2015.
de la nada
te despertás
zombi perdido
tibio incongruente
soñando con playas lejanas
y con corte tipo morrissey
a medio gramo o equivalente
donde la soledad anochece denso
con el mejor solo de flock of seagull
y todo pasa
pasa de moda
pasa de boca en boca
contra salivas extranjeras
que quieren ese estruend
esa canción de depeche mode
ese interludio de robert smith
esa proeza incontenible
donde la verdad
es tan minúscula
y no importa
nada
nada es deterioro
nada es silencio
nada acá
es el síntoma punketo rosa
claro tibio vagabundo triste
y la languidez
donde jugamos con vida
se cuela como todo lo demás
también
también
queda el cuerpo
marchito de olvidos
después
de bowie
y the clash
quiero bailar
mientras estalla
el paraíso
la luna
y las estrellas
entre el asombro
de sabernos encendidos
y bueno
ya mucho talk talk
y siouxsie y new order
ahora duerme
que la noche es lenta
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viernes, 10 de julio de 2015
POEMA POSTPUNK
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jueves, 7 de noviembre de 2013
POLAROIDS MUSICALES: Música para barriletear
Así es, noviembre sugiere muchas cosas.
A ver, empecemos por lo evidente: finalizó el invierno, y ése malestar de deseos guardados en remojo, lo tiene a uno harto. Entiéndase bien: HARTO, en MAYÚSCULAS y negrita. Digo, para qué mentir. La lluvia será muy linda, y todo lo que quieran, es decir, trae esperanza, verdor, vitalidad y sobre todo agua -que siempre es necesaria–. Pero cansa. Nos nos dejemos engañar. Vivir en el trópico es atractivo y ventajoso, pero también es castigo, y diluvio eterno, y encierro obligatorio, y desesperación infausta, dañina, perenne, maldita.
Quiero decir: «Seis meses de lluvia, ¡ya son suficientes!».
Pero bueno. Volvamos a noviembre y a su infinito abierto, condensado, delirante, aterido. Es cierto, noviembre es un ventilador encendido, un celaje y una ventisca de puras melancolías. Pero también es un barrilete. Y una diáspora. Y una sentencia. Y un azul profundo. Y una bufanda lista para abrigar todas las formas de cariño entreabiertas y encubiertas.
No digo esto por afán poético, aunque noviembre, sí, lo pone poético a uno, aunque uno no quiera. Sólo basta con ver el cúmulo de signos que habitan al susodicho, digo, porque noviembre también es un cuarto lleno de fantasmas y un alarido de promesas olvidadas, de estaciones, sabores y aeropuertos. Aunque también, y en eso no quiero parecer enardecido, hay que recordar que el mes abre con el Día de Todos los Fiambres, y luego, con el Día de Todos los Difuntos, o los muertos, o las ánimas, o como quiera usted llamarle. A lo que voy, es que se celebra a la muerte, al Mictlán, al Tlalocán, al Xantolo, a Xibalbá. Y esto supone, despojarse de todo el presente por un solo día a través de ofrendas, flores y rituales. En otras palabras: sufrir, llorar, resignar, ofrendar, perdonar, olvidar y luego respirar.
Ese es el misterio de la velita encendida de noviembre. Rezar por la vida, por la sanación, por la sensación, por la humilde llama del transcurso, por el fuego interno que corre y nos corroe. Quiero decir, noviembre es para celebrar la vida después de la muerte, después de la tormenta, después del diluvio, después de los pijazos del año entero. Es perfecto para ir a los festivales de arte, de cine, para asistir a las presentaciones de libros certeros, para salir a la calle, para caminar por el parque, para viajar, para salir de la ciudad. En ese sentido, noviembre es hermoso. Es un recién nacido que ya sabe hablar. Es una palestra de conversaciones nuevas, de libros recién abiertos, de fiambres obstinados, de vacaciones esperadas, de abrazos desbordantes, de mucha piel y música para volar.
Por todo esto, y lo otro –lo que se descubre en ese intervalo de lo que dura una canción o lo que dura noviembre–, acá va una selección de seis discos para barriletear como usted quiera. Como se le antoje. Como se le de la regalada gana antes de que llegue el cueterío, y el tráfico, y los convivios, y las bombas de fin de año que todo lo ciegan y ensucian.
FRANZ FERDINAND: Right Thoughts, Right Words, Right Action
Disco hecho para lxs fiesterxs, lxs rocanrolers, lxs que les gusta el buen sonido postpunketo y el buen dancin a deshoras. Disco conciso y revuelto, con destellos de dance-punk y disco-funk, esos sonidos ya característicos de la banda. Can’t stop feeling, la arista más sublime, una mezcla de Donna Summer, Moroder y LCD Soundsystem. Puro ritmo. Puro ritmo. Puro baile. Puro placer. Además, tiene un segundo disco con pistas en vivo. Nada mejor que eso.
ZOÉ: Prográmaton
Disco suavecito y lírico. Hecho para lxs enamoradxs, los rxmánticxs, lxs posesivos, lxs intensxs, lxs que guardan las uñas y rompen las tuercas del amor en un abrir y cerrar de ojos delirantes. Arrullo de estrellas, Panoramas, Andrómeda y la de Shangai son el ejemplo. Espacial y sintético, amoroso y tierno como el Unplugged, pero nunca sicodélico, ácido y trepidante como Memo Rex o Reptilectric.
MOBY: Innocents
Moby siempre sonará a Moby, es una regla. Este disco, como toda su discografía, es para lxs tristes, lxs melancólicxs, lxs yoguis, lxs amantes de la naturaleza, lxs que sueñan una epifanía a través del gospel y la electrónica. Lxs que aman ver las nubes y el cielo. Lxs que destilan amor por la humanidad, y perecen, sutilmente, en su bipolaridad de seres solitarios perdidos entre la muchedumbre. Disco obligatorio para que truene en el carro. Sublime y melodioso como Play (con sus B-Sides), pero con más colaboraciones y menos eco.
BOHEMIO: Andrés Calamaro
Hace tres años tembló La Ermita. Hoy tiemblan los parlantes con el mismo sonido. Es un disco que revitaliza al Andrés que todos conocemos (Alta Suciedad y Honestidad Brutal), en el que deja los covers, los demos, las cumbias, los tangos, los boleros y todos esos adornos –bien logrados– que lo hicieron dejar por unos años el buen rocanrol. En pocas palabras, es un disco hilvanado con canciones básicas y juegos de palabras, típicos del Salmón dylanesco, que deleitará a lxs calientes, lxs enamoradizxs, lxs bohemixs, lxs bluserxs, lxs borrachxs. Una buena dosis de música selecta, exclusivo para fans del rock de Andrés. Rehenes, Plástico fino e Inexplicable, son las joyas que lo redundan. Pareciera que Andrés volvió a las andadas de madrugada y a las letras express, esas que se escriben en cinco minutos bajo algún estimulante.
PHOENIX: Bankrupt!
Para lxs poperos, lxs retro, lxs melódicxs, lxs que bailan punchispunchis pero también escuchan Timbiriche o Kraftwerk, lxs del bar al after, lxs de tachas y drogas de diseño, lxs que se persignan cuando suena una tediosa bachata, lxs que odian el reguetón más sucio pero lo bailan, lxs que sueñan con un mundo más limpio, lxs que alucinan con Empire of The Sun, Yo La Tengo y Arcade Fire. En fin, Bankrupt! se aleja de los sonidos de su primer disco, Wolfgang Amadeus Phoenix, pero reafirma con esta oda a los sintetizadores, y al new wave, el mejor pop hecho en Francia de los últimos años. Don’t y Entertainment lo confirman.
ARCTIC MONKEYS: A.M.
Este disco comprueba que la rebeldía del adolescente punketo, ya quedó atrás en Brian Turner y compañía. A.M. está lleno de sensualidad, delicadeza, equilibrio y precisión. Es un disco para lxs amantes del buen rock setentero, pero también, para lxs que huyen del fenómeno masivo del indierock actual, en el que todo es mainstream y bomba de terciopelo luminosa. Un lujo de disco, como lo he dicho varias veces entre amigos, perfecto para empezar con Fireside (carretera al puerto), y terminar con Knee Socks o Do I Wanna Know? sobre el colchón más cercano de los humedales.
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viernes, 25 de octubre de 2013
SOMA: Un viaje musical
"..there is always soma, delicious soma, half a gramme for a half-holiday,
a gramme for a week-end, two grammes for a trip to the gorgeous East,
three for a dark eternity on the moon...”
Brave New World, Aldous Huxley
De nada sirve ir a tomarse unos tragos a un bar, abarrotado de música, y sorprenderte haciendo comentarios como: «Yo pondría mejor música», «Mirá, acá está mi iPod» ó «¡Qué hueva esa mierda!». Digo, para qué ir a un bar, si en el fondo no te sentís cómodo y estimulado por el ingrediente sonoro que te dosifican con cada cerveza o coctelito, y que además, pagás de buena gana. O a lo mejor, vos sos de lxs que tienen “cuello” y te ponen una que otra canción, o en el mejor de los casos, el playlist enterito. También pasa, que si hacés una petición o sugerís algo, te mandan de inmediato a la chingada. Y el bartender, irónico y caradura, te dice que su bar no es estación de radio. Entonces vos entendés. Tiene razón el tipo. Y después de meditarlo varias veces, decidís no ponerle mucha atención a la música. Pero, «¿cómo no ponerle atención a la música?». Eso no es de Dios. Yo no puedo. La música es mi cuadrilátero. Mi estrella. Mi mosh.
La mayoría de las veces que salgo de purrún, quiero estimularme con un buen listado de canciones. Un poco de esto, un poco de aquello. Sin embargo, las opciones se agotan cuando pienso en “un buen bar”. Hablo de un bar decente y fulguroso. Under pero no tanto. Cómodo pero no hippie. Selecto pero no tan caro. Barato pero higiénico. Alternativo pero no muco. Ustedes me entienden. Las opciones se reducen y nos quedan dos o tres, que son los que regularmente frecuentamos. A mí me pasa todo el tiempo.
Muy pocas veces me he sentido en casa, digamos, considerando todas las posibilidades que mencionaba anteriormente. Sí, hablo de sentirse cómodo, a secas. Feliz y consentido. Tranquilo y elocuente. Me pasaba en los desaparecidos London Pub, El Costumbro, Tercera Luna, Monachos y Lírica. También mencionaría a Rattle ‘n’ Hum y El Establo, pero ahora son otra cosa. De los que aún sobreviven, me siento cómodo en el eterno Esperanto, que me recibe con la mejor michelada de Guate. Y también, por qué no, en la excesiva La Maga (cuando la turbulencia etílica es considerable y no hay furia de madrugadas salvajes).
De lo contrario, no acostumbro ir a lugares donde sé que la música es una porquería, un chirmol, una rocola vomitada con lo mejor del heavy metal ochentero ó con el pop rock sodomita de los noventas. Igual me pasa con la cumbia. No me gusta para nada su fatídico ritmito. Prefiero aquellas temporadas frenéticas en The Box o Corto Circuito, donde me la pasaba zumbando como avispa electrónica sobre la pista y los lásers.
Después de todo esto, no he encontrado ningún lugar donde realmente me sienta cómodo. Eso, hasta hace un par de meses. El lugarcito se llama SOMA. Sí, como la droga de Aldous Huxley, esa de la felicidad tan necesaria. El lugar, está muy bien ambientado, lleno de pósters musicales con lo mejorcito de todo: Pixies, The Clash, Nirvana, Joy Division, Death Cab for Cutie, Björk, Morrissey, Iggy Pop, Hendrix, Joplin, Beatles, etcétera, etcétera, etcétera. Dos salitas que le dan un toque bastante relajado y un puño de mesas, todas altas, que le dan un toque industrial pero sofisticado. La barra, considerablemente grande, y una lista de bebidas que van desde cervezas hasta cocteles preparados. Los precios, nada mal. Y para rematar, justo detrás de las botellas, la imagen del tatascán de la poesía: Bob Dylan, impreso en un mural tan singular como ninguno, al lado de imágenes de Syd Barreth y otros elementos de diseño, incluyendo un mural de Leke, más conocido en el ámbito de la música como Aerofustán. Por si fuera poco, el lugar cuenta con un escenario pequeño y discreto, en el que han circulado músicos como Dubvolution, Dr. Tripass, Imox, Perro con Alas, Dubby Dub, Two Miles from Shore, DJ Fla-KO y otros.
Se los recomiendo. Es un joyita perfectamente diseñada para el viaje. El viaje sonoro. El viaje anímico. El viaje circunstancial. Todo melómano tiene que probar SOMA. Es un deleite como pocos. Además, el bar cuenta con un sótano que funciona como galería de arte, en el que se expone arte guatemalteco. Lo más fresco, lo más innovador, lo más actual. El espacio se llama S1, y promete mucho. Sin lugar a dudas, una propuesta que conjuga arte, música y relax. Ya faltaba un bar así. Un oasis. Un faro en medio de toda la turbulencia del centro histórico.
Vayan, visítenlo. Regularmente hay sesiones de música, como la de este sábado, en la que el post punk y el new wave serán el plato fuerte. Una nochecita para escuchar The Clash, The Smiths, David Bowie, Joy Division, Psychedelic Furs, Flock of Seagulls, Patti Smith, Ramones, Sex Pistols, The Cure y una lista interminable de sorpresas, que Carlos Salázar, melómano empedernido y dueño del bar, tiene preparado para el deschongue sonoro. Por allá nos vemos. Saltando como Johnny Rotten o Joe Strummer. Yeah.
SOMA, centro cultural
11 calle 4-27, zona 1
Horario: 5pm – 1am
Fanpage: https://www.facebook.com/SomaBarGt
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