lunes, 6 de enero de 2014

¿Y USTED, qué celebra?

Nota publicada en revista Catálogo para la vida, número 19.
Enero del 2014.

Reeditado.




Yo celebro las cosas simples, las que suceden sin planificación ni agravio, las que a la vuelta de cualquier instante, te embisten con felicidad y sorpresa. Celebro los atardeceres de noviembre, las lluvias de mayo, las madrugadas de septiembre. Celebro los inicios de año. Los círculos abiertos, y cerrados, con uno mismo. Celebro La Revolución, la de octubre del 44, la de mis amigos artistas en un festival de arte hace más de diez años. Celebro la Plaza Central. Celebro los parques. Celebro la música. Celebro el vino tinto. Celebro la literatura. Celebro la caída del Muro de Berlín. Celebro los cohetes espaciales con sus viajes a la Luna. Celebro los libros de Miller. Los poemas de Pound. Las canciones de Spinetta. Celebro un cuarto lleno con libros viejos y fotografías.

Celebro las condenas a los genocidas. Las sentencias a los miedos. La matanza del pudor. La supresión de la oligarquía. Celebro el olor a tinta, a papel, a lluvia y a café de mañana. Celebro el mar. Celebro el cielo. Celebro a los amigos, con sus treguas, sus chismes, sus glorias y sus despedidas.

Celebro un cielo inundado de estrellas, vistas, eso sí, desde una playa solitaria y anclada a cualquier parte. Celebro la selva petenera. Celebro a Zapata, a Dalton, al Ché y a Maradona. Celebro los mojitos. Celebro un rico plato de mariscos o un pescado en salsa Remoulade o Tamarindo. Celebro un buen arroz, una cerveza fría. Celebro lo que no se ha escrito en siglos de imprenta. Celebro los esfuerzos, ésos que están, aún en la penumbra de las tipografías. Celebro la noche. El amanecer. Las nubes y los lagos y los ríos. Celebro las pinturas de Basquiat, los dibujos de Miró, las anotaciones en los cuadernillos.

Celebro los regalos imprevistos, los abrazos, las miradas encendidas de deseo. Celebro la palabra, el silencio. Celebro la arquitectura. Celebro la paciencia de mis padres, las sonrisas de mi abuelo, la tolerancia de un pueblo ensimismado en el olvido. Celebro la liberación. Celebro el punk. Celebro los grafitis. Celebro un buen asado, una conversación sin límites, una cena fraguada por todos los sabores y olores. Celebro la peregrinación, sin sospechas, de todas las especies migratorias en el mundo. Celebro toda fantasía.

Celebro los discos de The National, The Strokes y Joy Division. Celebro las milanesas, los jugos de manzana, mora y mandarina. Celebro los pianos de Chopin. Celebro el primer día en que abrí un libro. Celebro El Ulises de Joyce, El Proceso de Kafka, Las Olas de Wolff. Celebro la sintaxis, los manuales de redacción y las reglas de ortografía. Celebro el sonido de una trompeta con sordina. Celebro Photoshop. Celebro las pirámides escalonadas, los árboles de eucalipto, la cordillera de los Andes y los Himalayas. Celebro la diversidad. La euforía de los aeropuertos. La soledad de los bosques. Celebro el hematoma, que todos pensaron que tenía, cuando me expulsaron hace veinte años del colegio. Celebro a los Bulls de Michael Jordan, Scottie Pippen y Phill Jackson. Celebro el videoclip. Los discos de Coltrane y Truffaz. Celebro a Morrissey. A Radiohead. Celebro lo que aprendemos en la calle, no en la Universidad, no en los posgrados. Celebro los miradores a las grandes ciudades. Celebro el sonido del mar y el silencio de la madrugada. Celebro la potencia del DMT, los cuentos de Chéjov, la verborrea de Caicedo, las películas de Tarantino. Celebro las camisetas de diseño, las zapatillas deportivas, los abrigos.

Celebro el resplandor, de una luna llena, vista desde la carretera más oscura.

Celebro a Megan Fox, Sienna Miller, Asia Argento y a todas las mujeres que resisten, que se redimen, que se salvan del estruendo del machismo. Celebro la indolencia. Celebro el dolor. La humildad. Celebro la premura que significa estar cerca, cerquísima, de todo lo deseado por mucho tiempo. Celebro la empatía. Celebro la afluencia de discursos, la plurilengua de una sola geografía. Celebro las canciones de Cerati, el fulgor de Kubrick, Lynch o Aronofksy. Celebro conducir de noche, sitiar un buen playlist, y encender todas las fogatas de la vida. Celebro la Nutella, las manos, el amor.

Celebro la muerte, porque sin ella, todo esto sería una quimera.

Celebro…

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