jueves, 22 de marzo de 2012

EL ARTE y sus pérdidas

Columna publicada en Diario de Centro América.
Jueves 22 de marzo del 2012.
Reeditada.



Foto: Bohemia Suburbana en los 90's
Durante los últimos meses he entrevistado a artistas de distintas disciplinas. Ha sido un ejercicio enriquecedor, una especie de retroalimentación favorable para este andén rutinario en el cual la mayoría de guatemaltecos vivimos desapercibidamente. Es decir, sin darnos cuenta. O en otras palabras, como diría Fuguet: "Vivimos ultimando el presente". Al final es eso, no tenemos otra opción más que vivir de prisa, es mejor así; a vivir especulando no se cuanta cantidad de conjeturas imposibles que no se desarrollarán más que en nuestros sueños más pálidos e insignificantes.

Una de las cosas que más me sorprende, es que la gran mayoría de estas personas que se dedican al arte, están comprometidas al 100% con su obra, y además, consideran que un país sin intervención artística (crítica y objetiva) sería una gran pérdida. En ese sentido, el arte es un engranaje indispensable en nuestro presente, que también es incendio, que también es quimera. Eso me hace pensar en la capacidad que muchos artistas tienen y que aún no ha sido reconocida.

Hace quince años tuve mi primer encuentro con el arte guatemalteco. Hablo de un encuentro cercano, algo tangible, no una especie de acercamiento espiritual y esotérico del cual no puedo hablar por su exagerado misticismo. Hablo de un encuentro palpable. Eran los años noventa y coincidí con un grupo de artistas que compartían de manera desinteresada un espacio y las ganas de decir lo que no se había dicho. Este colectivo se llamaba Casa Bizarra, y entre ellos habían pintores, músicos y poetas que abrieron las puertas al arte guatemalteco actual. Eran finales de siglo y todo parecía, de alguna manera: perdido.

Quince años después, le hago a usted una pregunta: ¿Qué pierde un país sin arte? Por favor, no me responda que nada.

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