jueves, 8 de noviembre de 2012

LA LUNA no es la misma dos veces

Días de Luna (Metáfora Editores, 2012)
Quién no se haya inspirado con la luna, no es un verdadero artista. Escuché alguna vez decir, a un ochentón de nombre Mario Monteforte Toledo, con quien conversábamos sobre libros y otras tantas cosas antes de que se despidiera de esta vida. Bajo esa premisa, Don Mario me presentó algunos de los más brillantes poemas de la Literatura Universal, entre ellos algunos de Baudelaire y Mallarmé, aquellos dos fascinadores franceses de "la escritura al aire libre" y el "estruendo maldito". También me presentó algunos textos de Borges y Huidobro, que enmarañaban versos titilantes sobre nuestro satélite incandescente, aún no alunizado para ese entonces. Después de varias leídas no me quedó más duda, que la luna ha sido un inspirador natural y constante a lo largo de los siglos. Ya Alan Parson nos lo dejó muy claro con aquél famoso disco de Pink Floyd. Y así Bethoveen, R.E.M., Smashing Pumpkins, Elvis Presley, Frank Sinatra, Julio Verne, Joan Miró, Stanley Kubrick, George Méliès y por supuesto, Los Mayas.
Pero, ¿qué tienen en común Paco Pérez el compositor de la famosísima Luna de Xelajú– y Edgar García –autor del libro Días de Luna, publicado recientemente por Metáfora Editores–, además de mencionar a la luna en sus textos? A ver, ambos son de Quetzaltenango y son dos irremediables enamorados que les gusta dejar registro de su vida amorosa en sus creaciones. De eso no hay duda. Pero hay mucho más. Por un lado, tenemos a un compositor musical y por el otro, a un arquitecto que escribe poesía. Creo que las tres son estructuras que se erigen desde cero, me refiero a la melodía, al edificio y al poema. En eso estamos claros. Pero además, encontré otros nexos que nos conectan a todos. Eso es lo fascinante de la literatura, sobre todo la contemporánea.

En sí, adentrarme en este libro fabuloso (que se presentó durante el VIII Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango el pasado agosto, junto a una veintena de poetas de diferentes países de Latinoamérica), ha sido una experiencia muy recomendable. El libro se lo leen y releen en menos de una hora, acompañados de un chocolate, por supuesto. Yo lo he leído varias veces y previamente, ya había escrito unos apuntes, pero los había perdido entre archivos y meses agitados. Aquí escribí algo breve, para que busquen el libro, lo compren, lo lean y se recuesten al aire libre a aprovechar los cielos despejados de noviembre. Y si pueden viajar a Xela, mejor, así le piden una firma al autor, que además tiene una cantina de nombre La Cruda en las afueras de la ciudad, y de paso, se toman unas Quetzaltecas con tamarindo en este nuevo antro cultural. Pero lleven monedas, porque hay rocola.


Vamos al libro.


Días de Luna nos sitúa, desde las primeras páginas, frente a un lector empedernido que cita a Roberto Bolaño (el novelista y poeta chileno que tanto nos gusta) y Vania Vargas (otra quetzalteca con literatura muy buena), además, de un excelente prólogo escrito por la mexicana, además poeta y editora multilingüe, Daniela Camacho. Luego de pasar estos trámites necesarios, nos sitúa ante las fases de la luna, el autor decide abrir el libro con Cuarto Creciente, simulando el crecimiento de la luna ante nuestros ojos. Después, nos lleva de la mano por la Xela que el autor conoce de memoria: la de las cantinas, los bares, las rocolas, los bailes, los parques, el frío, las madrugadas, los sueños, las promesas, los abrazos, las despedidas. Eso, las despedidas, aquí me detengo.

Ese, precisamente ése, es el factor común que tenemos todos con la luna. Ya que e
sta representa la añoranza, el deseo de conquista, la lejanía, la otredad, el anhelo, la separación, la oscuridad, la luminosidad, el reflejo constante, la vacilación frente a lo ajeno, el transcurrir del tiempo. En sí, la memoria.

Así, Edgar nos propone una nueva aventura poética, a través de poemas tibiamente construidos a manera de sonatas y melodías personales, de manera breve, sin estrafalarios adjetivos ni retóricas desmesuradas. En cada página nos adentra en su universo personal, del que poco a poco se va despojando y asimilando a través del recuerdo. Cada poema es una súplica inminente, un palpitar de un corazón melancólico, un souvenir con dedicatoria profética y una vertiente fantástica, por la que la luz de la luna avanza a través de las palabras, que son barcos y también aviones volando sobre Centro América. Sin lugar a dudas, un libro escrito desde el corazón y con la certeza de que el lenguaje común, ése que usamos a diario, es una excusa perfecta para nombrar lo que anhelamos y no tenemos frente a nuestros ojos: el amante, el mar o la luna.

En sí, un libro hermoso, escrito para lectores que les gusta pasearse bajo la luz de la luna mientras el tiempo pasa y la vida nos da sorpresas.


Acá les copio dos poemas:


LA CONQUISTA DE LA LUNA


Días bajo cero
a veces habla el viento
tuvimos derrotas y conquistas
el vértigo de la victoria
todo me llevó al desencanto
hay poemas a medias
al igual que esta historia



LEJOS


En el lugar donde estoy
la gente no es sencilla
llueve y no es un milagro

nadie conoce el asombro como yo
esta ciudad no tiene mar
ni amor
ni vida
ni nada
algo no corresponde con la realidad



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Días de Luna
Edgar García
54 pags, Metáfora Editores, 2012
ISBN: 978-9929-40-224-9

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