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Días de Luna (Metáfora Editores, 2012) |
Quién no se haya inspirado con la luna, no es
un verdadero artista. Escuché alguna vez decir, a un ochentón de nombre
Mario Monteforte Toledo, con quien conversábamos sobre libros y otras tantas
cosas antes de que se despidiera de esta vida. Bajo esa premisa, Don Mario me
presentó algunos de los más brillantes poemas de la Literatura Universal, entre
ellos algunos de Baudelaire y Mallarmé, aquellos dos fascinadores franceses de
"la escritura al aire libre" y el "estruendo maldito". También me presentó
algunos textos de Borges y Huidobro, que enmarañaban versos titilantes sobre
nuestro satélite incandescente, aún no alunizado para ese entonces. Después de
varias leídas no me quedó más duda, que la luna ha sido un inspirador natural y
constante a lo largo de los siglos. Ya Alan Parson nos lo dejó muy claro con
aquél famoso disco de Pink Floyd. Y así Bethoveen, R.E.M., Smashing Pumpkins,
Elvis Presley, Frank Sinatra, Julio Verne, Joan Miró, Stanley Kubrick, George Méliès y por
supuesto, Los Mayas.
Pero, ¿qué tienen en común Paco Pérez
–el
compositor de la famosísima Luna de Xelajú– y Edgar García –autor del
libro Días de Luna, publicado recientemente por Metáfora Editores–,
además de mencionar a la luna en sus textos? A ver, ambos son de Quetzaltenango
y son dos irremediables enamorados que les gusta dejar registro de su vida
amorosa en sus creaciones. De eso no hay duda. Pero hay mucho más. Por un lado,
tenemos a un compositor musical y por el otro, a un arquitecto que escribe
poesía. Creo que las tres son estructuras que se erigen desde cero, me refiero a
la melodía, al edificio y al poema. En eso estamos claros. Pero además, encontré
otros nexos que nos conectan a todos. Eso es lo fascinante de la literatura,
sobre todo la contemporánea.
En sí, adentrarme en este libro fabuloso
(que se presentó durante el VIII Festival Internacional de Poesía de
Quetzaltenango el pasado agosto, junto a una veintena de poetas de
diferentes países de Latinoamérica), ha sido una experiencia muy recomendable.
El libro se lo leen y releen en menos de una hora, acompañados de un chocolate,
por supuesto. Yo lo he leído varias veces y previamente, ya había escrito unos
apuntes, pero los había perdido entre archivos y meses agitados. Aquí
escribí algo breve, para que busquen el libro, lo compren, lo lean y se
recuesten al aire libre a aprovechar los cielos despejados de
noviembre. Y si pueden viajar a Xela, mejor, así le piden
una firma al autor, que además tiene una cantina de nombre La Cruda en las
afueras de la ciudad, y de paso, se toman unas Quetzaltecas con tamarindo en
este nuevo antro cultural. Pero lleven monedas, porque hay rocola.
Vamos al libro.
Días de Luna nos
sitúa, desde las primeras páginas, frente a un lector empedernido que cita a
Roberto Bolaño (el novelista y poeta chileno que tanto nos gusta) y Vania Vargas
(otra quetzalteca con literatura muy buena), además, de un excelente prólogo
escrito por la mexicana, además poeta y editora multilingüe, Daniela
Camacho. Luego de pasar estos trámites necesarios, nos sitúa ante las fases de
la luna, el autor decide abrir el libro con Cuarto Creciente, simulando el
crecimiento de la luna ante nuestros ojos. Después, nos lleva de la mano por la
Xela que el autor conoce de memoria: la de las cantinas, los bares, las
rocolas, los bailes, los parques, el frío, las madrugadas, los sueños, las
promesas, los abrazos, las despedidas. Eso, las despedidas, aquí me
detengo.
Ese, precisamente ése, es el factor común que tenemos todos con la luna. Ya que esta representa la añoranza, el deseo de conquista, la lejanía, la otredad, el anhelo, la separación, la oscuridad, la luminosidad, el reflejo constante, la vacilación frente a lo ajeno, el transcurrir del tiempo. En sí, la memoria.
Ese, precisamente ése, es el factor común que tenemos todos con la luna. Ya que esta representa la añoranza, el deseo de conquista, la lejanía, la otredad, el anhelo, la separación, la oscuridad, la luminosidad, el reflejo constante, la vacilación frente a lo ajeno, el transcurrir del tiempo. En sí, la memoria.
Así, Edgar
nos propone una nueva aventura poética, a través de poemas tibiamente
construidos a manera de sonatas y melodías personales, de manera breve, sin
estrafalarios adjetivos ni retóricas desmesuradas. En cada página nos adentra en
su universo personal, del que poco a poco se va despojando y asimilando a través
del recuerdo. Cada poema es una súplica inminente, un palpitar de un corazón
melancólico, un souvenir con dedicatoria profética y una vertiente fantástica,
por la que la luz de la luna avanza a través de las palabras, que son barcos y
también aviones volando sobre Centro América. Sin lugar a dudas, un libro
escrito desde el corazón y con la certeza de que el lenguaje común, ése que
usamos a diario, es una excusa perfecta para nombrar lo que anhelamos y no
tenemos frente a nuestros ojos: el amante, el mar o la luna.
En sí, un libro hermoso, escrito para lectores que les gusta pasearse bajo la luz de la luna mientras el tiempo pasa y la vida nos da sorpresas.
Acá les copio dos poemas:
LA CONQUISTA DE LA LUNA
En sí, un libro hermoso, escrito para lectores que les gusta pasearse bajo la luz de la luna mientras el tiempo pasa y la vida nos da sorpresas.
Acá les copio dos poemas:
LA CONQUISTA DE LA LUNA
Días bajo cero
a veces habla el viento
tuvimos derrotas y conquistas
el vértigo de la victoria
todo me llevó al desencanto
hay poemas a medias
al igual que esta historia
LEJOS
En el lugar donde estoy
la gente no es sencilla
llueve y no es un milagro
nadie conoce el asombro como yo
esta ciudad no tiene mar
ni amor
ni vida
ni nada
algo no corresponde con la realidad
- - -
Días de Luna
Edgar García
54 pags, Metáfora Editores, 2012
ISBN: 978-9929-40-224-9
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