viernes, 30 de agosto de 2013

JOHN GRANT: Música barbuda, rápida y furiosa


JOHN GRANT
Pale Green Ghosts
(Música barbuda, rápida y furiosa)



Una sorpresa de disco. Uno de esos hallazgos que confirman que nada es casualidad, sino un cúmulo de caminos vertiginosos que se entrelazan los unos a los otros por un azar bastante nefasto, refrescante y sincero. La verdad, no pensaba descargarlo. La portada se me hacía bastante pretenciosa y aburrida; además, ya tenía suficiente con los discos que había descargado para escribir hasta veinte reseñas. Pero bueno, una página de internet me llevó a otra página, y ésta, a otra página donde lo elogiaban intensamente. Con todo esto –y la curiosidad que supone refrescar el oído y el playlist–, decidí bajarlo para ver qué significaba “hilvanado por el synthpop inglés y el folk estadounidense” o “Grant's regal baritone makes his sadness and his anger sound that much more serious”.

Para serles sinceros, en mi vida había escuchado hablar de este barbudo. Es más, ni sabía que era el líder de una banda con nombre Czars, y que además, era gringo. Últimamente he estado escuchando música inglesa y escandinava, así que bajar un disco gringo parecía un acto estúpido o hasta una torpeza en retroceso. Pero luego supe que la banda de house islandesa GusGus estaba involucrada, y que además, John Grant vive en Islandia, uno de mis lugares favoritos. Adempas, que Sinead O'Connor hace vocales y coros en varias canciones, en especial en “It doesn't matter to him”, que es una balada de seis minutos llena de reflexiones y que está delineada por un sintetizador a manera de solo memorable en los últimos dos minutos. Fascinante. Esa fue la guinda en el pastel.


En fin, me dispuse a escucharlo y de golpe sentí un bajón, un estruendo y una melancolía. Las primeras canciones enfilan armonía y están cubiertas por un halo misterioso que enfunda todos los instrumentos, en especial a los sintetizadores y a las drum machines. Los ritmos y las letras de las primeras dos canciones (“Pale Green Ghosts“ y “Black Belt”), resultan pegajosos y limpios, floreciendo en esta última un deseo incongruente de bailar y romper plasmas en un centro comercial con bates tecnicolor y pasamontañas de poliéster. En bandada, violentos y furiosos.


De ahí, las aburridas y monótonas “GMF”, “Vietnam” y “Glacier” son las que consiguen un equilibrio en el disco; para pasar a las melodiosas “You don't have to” y “Ernest Borgnine”, que parecen réplicas mejoradas al mejor estilo de Martin Gore (Depeche Mode), pero con intervenciones de vientos que las mimetizan lentamente en el synthpop más fresco, lúcido y clarividente con letras espectrales, honestas y directas. Luego, “I hate this town” resulta una rabieta fantástica que juega con el country folk lento y por último, “Sensitive New Age Guy” es la resultante de un punk dance muy al estilo de LCD Soundsystem (hasta la canta igualita) que enfatiza los sintetizadores y la polifonía retro. Perfecta para ponerla en un club a altas horas de la madrugada.

Lo que les recomiendo, como aclaración, es que bajen la versión especial; que incluye siete remixes especiales. Acá pueden escuchar el disco completo en YouTube.


Sin lugar a dudas, un disco muy bien trabajado y lleno de brillos armoniosos. Perfecto para escucharlo en el carro en cuatro situaciones, como música de fondo, usted elija:


  1. Estacionados en una calle oscura, bajo la lluvia.
  2. Estacionados en una calle oscura, bajo la lluvia. Con el calor de la excitación y un sudorcito emocionante debajo de los zíperes y los pantalones.
  3. Estacionados en una calle oscura, bajo la lluvia. Con el calor de la excitación y un sudorcito emocionante debajo de los zíperes y los pantalones; mientras los dos cuerpos, ya desnudos, se frotan ansiosamente y la temperatura empieza a empañar las ventanas.
  4. Estacionados en una calle cualquiera y oscura, bajo la lluvia. Con el calor de la excitación y un sudorcito emocionante debajo de los zíperes y los pantalones; mientras los dos cuerpos, ya desnudos, se frotan ansiosamente y la temperatura empieza a empañar las ventanas al ritmo del jadeo, la erección fulminante y los pezones volteados como botones de deseo y fuego mientras un turbomofle se escucha en la lejanía.








Columna quincenal publicada en Esquisses.

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