miércoles, 16 de octubre de 2013

FE DE RATA


Hace algunos años, entre parafernalia escritural, radiación literaria y necesidad editorialista, muchos empezamos a abrir blogs. Me refiero al origen mismo de la palabra: weblog. Es decir, un diario, una bitácora en línea, una crónica, un retrato, una libreta de apuntes, que sin formalismos ni cursilerías miopes de sustancia, nos exhibía como autores. Digo autores, porque el término escritor, a muchos, nos parecía rimbombante y anticuado. Además de obsoleto.

En esos años no había Facebook, ni Twitter, y los pocos conocimientos para hacer libros en línea, eran casi nulos. Estoy hablando de hace diez años, casi. Tampoco habían editoriales interesadas en publicar obra de autores, que a precaución del término (decadentes o drogos o bolos), podrían significar un buen número de ventas en un país donde nadie lee, a excepción de los diarios, que son otra forma de literatura solapada y bendita. Para añadir, puedo decir que en ese tiempo sólo había una especie de resaca consumada, que nos dejaba frente al cadáver literario de revistas como Hasta Atrás, Supositorio, La ChalupaMonitorTaxi y algunas otras más; que en sus tiempos rindieron culto al periodismo y la literatura nacional.

Así, que abrir un blog, donde nadie te editara y cambiara el contenido, resultó realmente atractivo e interesante.

De todos estos blogs, me topé con el de Juan Pablo: FÉ DE RATA. Una joya contemporánea, que diseccionaba temas del momento, con humor y parodia exquisita, que sólo un ávido lector de la generación beat (Burroughs, Kerouac, Ginsberg) y el periodismo gonzo (Thompson, Bangs, O’Rourke) podría exponer. Poco a poco, el blog empezó a ganar lectores y críticos, para que después apareciera en los listados de blogs más leídos de Guatemala, compitiendo incluso, con un blog de futbol y otro de chistes. Esta comparación le ganó un público, curioso y sencillo, que tiempo después se convertiría en un lector fiel e irremediable. Así, todo el mundo empezó a hablar de sus notas ácidas, sus metáforas cargadas de cinismo, sus manifiestos decadentes, su crítica infalible y sus crónicas intimistas. Y a medida que los lectores fuimos recibiendo nuestra dosis de Racumín, uno a uno fuimos cayendo, en cuenta, de lo podrido que resulta vivir en este país, y que a pesar de toda la mierda que esquivamos a diario, era necesario reírse del horror. Desde el horror. Por el horror.

Todo esto, el queridísimo Juan Pablo nos lo explicó más de alguna vez en sus crónicas salvajes, delirantes, tiernas y humanistas. Y hoy, se reúnen como criptas litográficas, en un libro publicado por una transnacional. Qué lujo y qué dicha, ser testigo del golpe desde adentro. Muy al estilo de Gómez Carrillo. De Coupland. De Palahniuk. De Breat Easton Ellis. Que sin duda alguna, tanto nos gustan.


Sin más que añadir, celebro la tinta de Juan Pablo. La valiosa amistad. El cariño. Los tragos y las gomas. La música y el karaoke. Los vergazos sobre el teclado. La rabia y la furia poética que encuentro en sus textos, porque sin poesía, es cierto –y lo digo sin afán de retorizar–, todo lo que se escriba en un cuaderno o una computadora, se puede ir mil veces a la mierda. He dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario