viernes, 11 de octubre de 2013

POLAROIDS MUSICALES: México


Si todo hubiera salido bien, esta columna la hubiera escrito en México, sentado en un café internet o detrás de una computadora prestada. No sé en qué momento, pero de seguro la habría escrito de resaca, hoy por la mañana, y con ese temblereque indómito que deja una bailada de un buen concierto. Mi editor de Esquisses, la hubiera recibido tarde, digamos, a eso de las once y media de la mañana. Tarde, sí, pero infalible y honesta. Así como deben de ser las cosas que uno ama. Al leerla, él y usted se hubieran quedado atónitos, enmudecidos, con una omnipresencia frustrada; dibujándoseles ahí, en las esquinas del rostro y los calendarios, una sonrisa llena de música y estruendo sonoro.

Entre envidias y asombro, mi editor me hubiera escrito, a través del chat de Facebook, que la publicaba después del medio día, sin falta. Luego hubiera agregado un emoticón, para rematar con un «…y hay me traés algo aunque sea, pues». Al respecto, Eme Jota, que en este mismo momento se estaría bronceando en la piscina del hotel, hubiera soltado una pequeña risita, de esas de que tanto me gustan. En ese momento, hubiéramos leído la columna juntos, y me habría dado cuenta, de que hablar de música es acomplejar la lectura. Lo mejor es sentirla. En cada trote de la vida o desde la naturaleza.

Por eso, estoy seguro que la hubiera escrito muy breve, así como los relatos de Chéjov que tanto me gustan. En ella no hubiera hablado de tacos. Tampoco del Zócalo o el Metro. Mucho menos de ruinas espaciales y catedrales futuristas. A lo mejor, eso sí, hubiera mencionado a los poetas y editores Yaxkin Melchy, Jocelyn Pantoja y René Morales; con quienes hoy por la noche, tendría una presentación de libros y lectura de poemas inéditos. Al regresar a la columna, hubiera escrito, por ejemplo: «El fulgor con el que la nueva poesía mexicana, se entrelaza con la música y el amor, es fascinante». También hubiera utilizado frases como «la profundidad sonora con la que Thom Yorke interviene cada acorde del bajo de Flea» o «el idm parece haberle robado algo a las estrellas» o «James Holden es el nuevo astronauta de la música electrónica», hablando estríctamente del concierto de anoche.

Así, en menos de dos mil caracteres, hubiera disimulado mi odio y mi rabia por no haber viajado a México hace una semana. Por último, hubiera recomendado tres discos nuevos: Innocents de Moby, Right Thoughts, Right Words, Right Action de Franz Ferdinand y AM de Arctic Monkeys. Luego, para concluir, hubiera puesto algún enlace o alguna fotografía desde el Bosque de Chapultepec, para después marcar un renglón doble.

Y en la última línea, justo debajo del espacio en blanco, me hubiera despedido con un «¡Qué viva la música!», citando a Andrés Caicedo que tanto me gusta.



Columna quincenal publicada en Esquisses.

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