lunes, 18 de mayo de 2015

DISCO RAYADO: el idm es mi nueva música clásica

Columna publicada en El Danzante #16 del Danzón Pérez.
Abril del 2015.



 
Toda esa resaca auditiva que deja la Semana Santa –con sus edecanes reguetoneras, fiestas bachateras y bailarinas houseras– me hizo armar algunos playlists con lo mejor de Tycho, Jon Hopkins, Apparat, Caribou, Flying Lotus, James Blake, Autechre, Thom Yorke, Björk y otra marita fina; para quitarme el mal sabor de boca por la espantosa lasaña veraniega (de la fiesta de al lado) escuchando a Banda El Recodo mezclada con Calvin Harris en un nonstop de cuatro días bulliciosos, lecturas interrumpidas y calor insoportable de la costa.

Tampoco es para tanto. La verdad, me la pasé muy a gusto en Semana Santa pero eso de escuchar como retumban las pobres bocinas de los vecinos con su música mala (popular a fin de cuentas) enlistando una variedad de tonaditas cargadas de injuria fiestera, reducida a palabras como “vacaciones ardientes”, “pachanga veraniega”, “hot fun summer” y otro montón de mercadeadas comunes… no es mucho de mi agrado.

Pero es que ver a la gente hinchada en alcohol y contaminando el ambiente sonoro con música chinche y miserable, de verdad no es lo mío. Insisto. Prefiero en último caso (muy lejano), un Guns N’ Roses ochentero, una Cumbia cadenciosa o una Selena caderona aderezando la parranda con un par de cajas de cerveza bien fría, amigas cariñosas en microbikinis y una que otra bolsa de Chicharrones Señorial para el monchis mañanero. Así, creo que va mejor la cosa. En vez de estar replicando la santa desdicha de una bachata desafinada o el “cero glamour” de una quebradita, poco original y llena de cascabillos.


A lo que voy es que la mayoría de la gente (y es mayoría, no lo duden), prefiere escuchar las listas famosas del Deezer. Sí, esas que dicen “Sale Puerto” o “Full Parranda” en vez de relajarse con un poco de DJ Koze, Four Tet o Ellen Allien al lado de la piscina, leyendo una novela policial o asando puyazo nacional en la churrasquera del patio trasero.


Es verdad, la música popular es el Diablo. Pero no siempre lo ha sido.


En otras épocas, la música popular ha estado impregnada de cierto misticismo propio de la música culta, clásica, académica o como quieran llamarle. En varios sentidos se han alimentado una de la otra, y esto ha resultado en un tortrix bien merecido y lleno de buena onda. Por eso, hay veces que pienso en Ravel como un Elvis Presley sinfónico, un J. S. Bach como un Jimi Hendrix convulso o un Chopin como un Kurt Cobain melancólico. No sé, a veces me da por pensar que la música electrónica (la más culta y experimental de todas) ha sido una evolución sistemática y necesaria de la música clásica. Su último eslabón y certeza. Pero esta idea, mis queridxs, es solo el esbozo de algo mucho más grande que no escribiré en esta nota postraumática, citadina y semi-bronceada.

Además, piénsenlo bien, sería estúpido imaginar a Mozart como a un Residente de Calle 13, a Wagner o Brahms como a un Tigre del Norte enajenado, o a Beethoven como a un Thomas Bangalter de Daft Punk tocando house triste. Aunque sí, puede que mucha de la música clásica pueda engalanarse con lo mejor de la música Pop del presente.

Por otro lado, me gusta mucho imaginar que los sonidos de Greg Haines, Nils Frahm o Sascha Ring son muy parecidos a los experimentos inmensurables de Arvo Pärt, Béla Bártok o Yuji Takahashi, personajes indispensables de la música clásica del siglo veinte. O que ir a un concierto de Ryoji Ikeda o John Cage, sería un alucín que no-tiene-precio.

En fin –a manera de escrito balbuceante y sugerente–, los invito a escuchar doce discos que considero chulos, geniales y alucinados. Si les gusta el IDM o cualquier variante de la electrónica “experimentona” creo que serán mucho de su agrado. Los pueden conseguir o escuchar gratis en internet, y reflexionar sobre estas líneas paralelas e imaginarias que trato de dibujar entre la música clásica del siglo diecinueve y estas delicias maravillosas del siglo veinte y veintiuno.

Saquen ustedes sus conclusiones. Pero eso sí, disfruten.

1. «Where we are» de Greg Haines, 2013.
2. «The Ravedeath» de Tim Hecker, 1972.
3. «Selected Ambient Works 85-92» de Aphex Twin, 1992.
4. «Boiler Room X Dimensions Opening Concert» de Nils Frahm, 2014.
5. «Bricolage» de Amon Tobim, 1997.
6. «The Inheritors» de James Holden, 2013.
7. «Cosmogramma» de Flying Lotus, 2010.
8. «Music has the right to children» de Boards of Canada, 1998.
9. «Dive» de Tycho, 2011.
10. «Tri Repetae» de Autechre, 1995.
11. «There is love in you» de Four Tet, 2010.
12.  «Dead Cities» de The Future Sound of London, 1996.

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