Toda esa resaca auditiva que deja la Semana Santa –con sus
edecanes reguetoneras, fiestas bachateras y bailarinas houseras– me hizo armar
algunos playlists con lo mejor de
Tycho, Jon Hopkins, Apparat, Caribou, Flying Lotus, James Blake, Autechre, Thom
Yorke, Björk y otra marita fina; para quitarme el mal sabor de boca por la
espantosa lasaña veraniega (de la fiesta de al lado) escuchando a Banda El
Recodo mezclada con Calvin Harris en un nonstop
de cuatro días bulliciosos, lecturas interrumpidas y calor insoportable de la
costa.
Tampoco es para tanto. La verdad, me la pasé muy a gusto en
Semana Santa pero eso de escuchar como retumban las pobres bocinas de los
vecinos con su música mala (popular a fin de cuentas) enlistando una variedad
de tonaditas cargadas de injuria fiestera, reducida a palabras como “vacaciones
ardientes”, “pachanga veraniega”, “hot fun summer” y otro montón de mercadeadas
comunes… no es mucho de mi agrado.
Pero es que ver a la gente hinchada en alcohol y contaminando
el ambiente sonoro con música chinche y miserable, de verdad no es lo mío.
Insisto. Prefiero en último caso (muy lejano), un Guns N’ Roses ochentero, una
Cumbia cadenciosa o una Selena caderona aderezando la parranda con un par de
cajas de cerveza bien fría, amigas cariñosas en microbikinis y una que otra
bolsa de Chicharrones Señorial para el monchis mañanero. Así, creo que va mejor
la cosa. En vez de estar replicando la santa desdicha de una bachata desafinada
o el “cero glamour” de una quebradita, poco original y llena de cascabillos.
A lo que voy es que la mayoría de la gente (y es mayoría, no
lo duden), prefiere escuchar las listas famosas del Deezer. Sí, esas que dicen
“Sale Puerto” o “Full Parranda” en vez de relajarse con un poco de DJ Koze, Four
Tet o Ellen Allien al lado de la piscina, leyendo una novela policial o asando puyazo
nacional en la churrasquera del patio trasero.
Es verdad, la música popular es el Diablo. Pero no siempre lo
ha sido.
En otras épocas, la música popular ha estado impregnada de
cierto misticismo propio de la música culta, clásica, académica o como quieran
llamarle. En varios sentidos se han alimentado una de la otra, y esto ha
resultado en un tortrix bien merecido
y lleno de buena onda. Por eso, hay
veces que pienso en Ravel como un Elvis Presley sinfónico, un J. S. Bach como
un Jimi Hendrix convulso o un Chopin como un Kurt Cobain melancólico. No sé, a
veces me da por pensar que la música electrónica (la más culta y experimental
de todas) ha sido una evolución sistemática y necesaria de la música clásica.
Su último eslabón y certeza. Pero esta idea, mis queridxs, es solo el esbozo de
algo mucho más grande que no escribiré en esta nota postraumática, citadina y semi-bronceada.
Además, piénsenlo bien, sería estúpido imaginar a Mozart como
a un Residente de Calle 13, a Wagner o Brahms como a un Tigre del Norte
enajenado, o a Beethoven como a un Thomas Bangalter de Daft Punk tocando house
triste. Aunque sí, puede que mucha de la música clásica pueda engalanarse con
lo mejor de la música Pop del presente.
Por otro lado, me gusta mucho imaginar que los sonidos de Greg
Haines, Nils Frahm o Sascha Ring son muy parecidos a los experimentos
inmensurables de Arvo Pärt, Béla Bártok o Yuji Takahashi, personajes
indispensables de la música clásica del siglo veinte. O que ir a un concierto
de Ryoji Ikeda o John Cage, sería un alucín que no-tiene-precio.
En fin –a manera de escrito balbuceante y sugerente–, los
invito a escuchar doce discos que considero chulos, geniales y alucinados. Si
les gusta el IDM o cualquier variante de la electrónica “experimentona” creo
que serán mucho de su agrado. Los pueden conseguir o escuchar gratis en
internet, y reflexionar sobre estas líneas paralelas e imaginarias que trato de
dibujar entre la música clásica del siglo diecinueve y estas delicias maravillosas
del siglo veinte y veintiuno.
Saquen ustedes sus conclusiones. Pero eso sí, disfruten.
1. «Where we are» de Greg Haines, 2013.
2. «The Ravedeath» de Tim Hecker, 1972.
3. «Selected Ambient
Works 85-92» de Aphex Twin, 1992.
4. «Boiler Room X Dimensions Opening Concert» de Nils Frahm,
2014.
5. «Bricolage» de Amon Tobim, 1997.
6. «The Inheritors» de James Holden, 2013.
7. «Cosmogramma» de Flying Lotus, 2010.
8. «Music has the right to children» de Boards of Canada,
1998.
9. «Dive» de Tycho, 2011.
10. «Tri Repetae» de Autechre, 1995.
11. «There is love in you» de Four Tet, 2010.
12. «Dead
Cities» de The Future Sound of London, 1996.
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