Columna publicada en El Danzante #14 del Danzón Pérez.
Febrero del 2015.
Todo viaje sugiere un ritual sonoro que hay que preparar con
tiempo, gusto y ganas. Ya sea con Deezer, Spotify o los playlists del iPod. La idea es aderezar ese viaje a la playa, de vuelta a casa o al fatídico trabajo.
Por eso decidí recomendar dos discos poderosos y sexys que me
han acompañado en la carretera y que estoy seguro apreciarán hasta en la sopa.
Escúchenlos de principio a fin y disfruten de todas sus texturas.
POOLSIDE – PACIFIC
STANDARD TIME. A Poolside los conocí por esas sugerencias (a
veces acertadas) de Spotify. Su ritmo groovy, funky, suavezón y relajado me
atrapó de inmediato. Armonías pegajosas y playeras, organizadas al mejor estilo
de la música fina (Tycho, Groove Armada, Boards of Canada o Washed Out). Ritmos
sensuales y llenos de texturas espaciales. En sí, música sofisticada sin tanto
adorno y con la sutileza creativa de “quien la puede”. Tanto así que James
Murphy (LCD Soundystem) ha puesto algunas tracks en sus conocidos DJ Sets. Desde
la covereada «Harvest Moon» a las dance-disco-groovies
«Give it a rest», «Between Dreams» o «Without you» pareciera que a los dos
músicos de Los Ángeles le sale muy fácil (y hermoso) lo que hacen. El disco es
perfecto para maridarlo con una ida a Sipacate o para desvestir a la
novia/novio de a poquitos.
Así de sabrosón está el disco.
PHANTOGRAM – VOICES. Estos dos
chavos fueron la sorpresa del 2009 con su disco Eyelid Movies, que llegó a los mejores charts de discos indies y alternativones
en un abrir y cerrar de ojos. Rápidamente la crítica los encasilló en un
triphop tipo “dark listener”, que dejaba ver lo mejor del triphop noventero:
Portishead, Massive Attack o Tricky. A diferencia de que Phantogram parece remezclar
el triphop viejo para hacer un pop más denso y callejero. Pero bueno, en el
disco del año pasado la historia cambia. El dueto gringo parece retomar la
línea ácida de la electrónica con una voz más sensual e hipnótica (Sarah
Barthel). Las texturas están más trabajadas, los delays persisten en los
sintetizadores y la múltiple gama de loops baila en conjunto con las
distorsiones, que le añaden una violencia casi orgásmica (muy parecido a lo que
logra Victoria Légrand en Beach House o Beth Gibbons en los primeros discos de
Portishead). En sí, es una belleza de disco que flota y no languidece en sus
más de 40 minutos de altibajos rítmicos. Es perfecto para mezclarlo con una
fiesta al aire libre (con asado y cervezas) o para viajar rumbo a Atitlán con
el tibio celaje de fondo.
En cuatro palabras: Una nave de disco.
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